Alerta por el daño cerebral que provoca el fútbol
Un estudio científico concluye que los jugadores tienen el triple de riesgo de sufrir una enfermedad degenerativa en el futuro
El mayor estudio científico sobre las secuelas del fútbol en el cerebro de los futbolistas nació de la muerte horrible de un gran goleador en la fiesta de cumpleaños de su hija. Sucedió el 19 de enero de 2002 cerca de Burton-on-Trent, en el centro de Inglaterra. Jeff Astle, nacido en Eastwood en mayo de 1942, tenía 59 años, pero según su hija Dawn, que cumplía 34, parecía que tenía 159: “No nos reconocía. Apenas hablaba. Estaba sentado a la mesa y si nos hubiéramos ido y hubiéramos regresado dos semanas después, todavía seguiría sentado allí”, recordaba ella en 2015. Y de repente, el horror: “Se ahogó hasta morir delante de toda su familia... mi familia, la familia de Claire y la de Dorice [sus otras dos hijas]... todos sus nietos”.
Dawn tuvo desde el primer momento la convicción de que lo había matado el fútbol. En una carrera desarrollada en los años sesenta y setenta, sobre todo en el West Bromwich Albion, Jeff Astle sumó 168 goles, más de la mitad de ellos anotados de cabeza. La familia llevó la muerte al juzgado, y en noviembre de 2002 un magistrado dictaminó que el fallecimiento se había producido a causa “de su trabajo”.
Doce años más tarde, en 2014, el neuropatólogo de la Universidad de Glasgow Willie Stewart revisó el cerebro de Astle: “Tenía exactamente el mismo aspecto que esperas ver en el cerebro de un boxeador”, explica a EL PAÍS en conversación telefónica. Stewart le diagnosticó encefalopatía traumática crónica, una enfermedad neurodegenerativa asociada a la acumulación de golpes en la cabeza.
Eso explicaba la horrible escena doméstica de la fiesta de cumpleaños: “Su cerebro estaba muy dañado. Las lesiones hacían que no pudiera enviar la señal correcta para escupir la comida [con la que se atragantaba], así que en lugar de eso intentó tragársela”, relató su hija en abril de 2015. Fue también el momento en que la familia puso en marcha la Fundación Jeff Astle “para aumentar la atención sobre el daño cerebral en el deporte y para ofrecer la ayuda necesaria a los afectados”.
Con ellos siguió trabajando el doctor Stewart, que la semana pasada presentó una gran investigación que concluye que los exfutbolistas tienen más del triple de posibilidades que el resto de las personas de que la principal causa de su muerte sea una enfermedad degenerativa. El estudio, que contó con el apoyo de la federación inglesa de fútbol y del sindicato de jugadores, encontró que después de ser futbolista profesional se tienen cinco veces más posibilidades de padecer Alzheimer, cuatro más de esclerosis lateral amitrófica (ELA) y el doble de sufrir párkinson.
Para su trabajo, el equipo de Stewart usó datos médicos de 7.676 futbolistas escoceses nacidos entre 1900 y 1976 y los comparó con los de 23.028 personas de características similares en cuanto a sexo, edad y grado de privaciones sociales. Según Stewart, las conclusiones revelan “la conexión entre participar en un deporte de contacto como el fútbol y el riesgo de deterioro cognitivo; la pregunta es por qué aparece esta conexión, y la mejor explicación que tenemos, después del estudio y otras investigaciones de nuestro laboratorio es la exposición a lesiones y golpes en la cabeza”.
“Ahora queremos ver si podemos encontrar más pruebas del riesgo que suponen los golpes en la cabeza. Queremos comparar entre los delanteros y los defensas y ver qué encontramos. Por ahora, los datos sugieren que los jugadores de campo tienen un riesgo mayor que los porteros”, explica Stewart. Los datos también sugieren que a los exfutbolistas les aguantan mejor que al resto el corazón y los pulmones, y que, a diferencia de Astle, es más probable que cumplan los 70, aunque a partir de ahí su riesgo de muerte aumenta más rápido que el de los demás.
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