La mujer rompe la barrera de las 2h 15m en el maratón
La fiebre por romper los límites en los 42,195 kilómetros se contagia en Chicago, donde la keniana Brigid Kosgei (2h 14m 4s) mejora en más de un minuto el récord que se creía imbatible de Paula Radcliffe
Ya bien entrada la noche del sábado en el Prater de Viena, en la carpa de la fiesta que celebra a Eliud Kipchoge, algunas de las liebres, los atletas africanos, bailan y exhiben su swing, sus caderas, su flexibilidad; otros, más sosos, reposados, miran hipnotizados las muchas pantallas que repiten en bucle la carrera que han hecho por la mañana, su formación en V delante del fenomenal Kipchoge, una máquina y un cerebro comiéndose kilómetros a 2m 50s, un reloj suizo, y en las mesas, donde corre la cerveza y los platillos de pasta, se habla de Chicago. Atentos a mañana, dicen, agitados, como atacados por una fiebre de entusiasmo visionario, agentes, periodistas, mánagers, entrenadores, federativos; atentos a Brigid Kosgei, el récord del mundo de Paula Radcliffe se va a quedar en el olvido.
Su fiebre, la fiebre despertada por la hora, 59m y 40s, de Kipchoge, salta el Atlántico y se contagia y se multiplica en Chicago, donde apenas 24 horas más tarde, una mujer keniana, la jovencísima Brigid Kosgei, de 25 años, rompe una barrera que se creía imbatible, la de las 2h 15m, y deja el récord mundial femenino de los 42,195 kilómetros en 2h 14m 4s, un minuto y 21s menos que la marca que fijó la británica Paula Radcliffe en el maratón de Londres de 2003.
El récord de Kosgei habría sido récord del mundo masculino hasta 1964; en el ranking masculino español del año Kosgei figuraría en el noveno puesto con sus 2h 14m 4s.
La maratoniana keniana, nacida el 20 de febrero de 1994 y entrenada en su país, a 3.000 metros de altitud, por Erick Kimaiyo, se había convertido en abril en la más joven ganadora en la historia de Londres, donde obtuvo su segunda victoria consecutiva en un major tras haberse impuesto en Chicago ya en octubre pasado. Su mejor marca eran las 2h 18m 20s con que ganó en Londres, la séptima de la historia. En la carrera del récord, en la que rebajó su marca en más de cuatro minutos, corrió con las zapatillas atómicas de Nike y hasta el kilómetro 39 le marcaron el ritmo dos liebres masculinas. Ninguno de esos elementos está prohibido por la IAAF, que ha iniciado los trámites para homologarlo.
“Por razones culturales y fisiológicas, la mujer, que se ha incorporado de forma masiva más tarde al atletismo de competición, tiene aún mucho margen de mejora en las pruebas de resistencia, en las que quizás acabe confluyendo con las marcas de los hombres”, dice el fisiólogo Xabier Leibar. “La mujer metaboliza mejor las grasas para convertirlas en combustible en pruebas largas, en las que la influencia de la testosterona no es tan decisiva como en las de velocidad. Y no olvide que en épocas prehistóricas la mujer tenía la misma talla física que el hombre”.
“Además”, añade Leibar, “el récord de Kipchoge ha abierto a muchos la confianza, la fe en que pueden resistir ritmos más altos de los que pensaban desde el principio de los maratones. Y, dado que ahora los carbohidratos que beben para reponer los depósitos de glucógeno, la gasolina, están formulados para que ayuden al vaciamiento gástrico, para que no se queden en el estómago, salgan por el píloro y lleguen a donde tienen que llegar, los depósitos de glucógenos ya no se vacían. Hay energía para dos, tres kilómetros más. Desaparece el miedo que se tenía al muro, el desfallecimiento que solía llegar en el kilómetro 35. Lo demostró Kipchoge y lo ha demostrado Kosgei”.
La keniana corrió a una media de 3m 11s el kilómetro; a 15m 55s los 5.000m. Y salió como un rayo: el paso por los cinco kilómetros fue de 15m 28s. Parecía tan desaforado que Paula Radcliffe, la plusmarquista desposeída, que estaba presente, dijo: “Si es capaz de no morir en el intento, si no desfallece después de una salida tan rápida, esta mujer va a batir mi récord”. No desfalleció. Levantó el pie y reguló su ritmo en 16 minutos cada cinco kilómetros. El kilómetro 10 lo pasó en 31m 28s, lo que permitía augurar un tiempo final de 2h 12m 26s, y la media maratón en 1h 6m 59s (su plusmarca en la distancia es de 1h 5m 28s), que ya indicaba un récord final de 2h 14m, una previsión que solo desbordó en 4s.
Destaca la crónica publicada por la IAAF que la primera mujer que ha sido capaz de abatir la barrera de las 2h 15m solo se permitió sonreír en los últimos 20s de su carrera, cuando empezó a intuir la magnitud de lo que estaba consiguiendo. Había rebajado en 1m 21s una marca tan imposible que se había mantenido 16 años como récord del mundo, el récord que más tiempo se ha mantenido en maratón, masculino o femenino, en la posguerra, y que había hasta resistido la espectacular mejora de marcas que el siglo XXI, la masificación del deporte femenino, el despertar de la mujer africana y las zapatillas Nike han traído consigo.
“Estoy convencido de que después de Kipchoge más hombres empezarán a correr a ritmos que les permitan bajar de las horas”, subraya Leibar. “El miedo a los límites ha terminado. Y, después de Kosgei, también en la mujer”.
La segunda clasificada tras Kosgei fue la etíope Ababel Yeshaneh, que llegó a casi siete minutos (2h 20m 51s).
En categoría masculina se impuso el keniano Lawrence Cherono (2h 5m 45s), quien ya en primavera se había impuesto en Boston. A un segundo llegó el etíope Dejene Debela.
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