El día después
Al deportista de élite hay que ayudarle cuando acaba, pero lo fundamental creo que está en prepararle para cuando llega la retirada y hacerlo desde el primer día
Los deportistas generalmente somos noticia cuando conseguimos un éxito, una victoria, y quizás cuando no respondemos a una expectativa creada con nuestros resultados. También acaparamos titulares si a nuestro alrededor se produce un escándalo y, por desgracia, cuando alguno fallece y, como ha sido el caso, la prensa rosa —y a estas alturas de cualquier otro color— decide hacer de ello una crónica en la que todo el mundo opina y, como hemos visto de manera reciente, de la peor de las maneras.
Por mi propio carácter tuve el rápido impulso de saltar y contestar a algunas cosas que escuché la semana pasada, pero me frené y quise dejar pasar el tiempo, enfriar y contener ese punto rabioso para tratar de reflexionar sobre la importancia que debemos darle al momento de la retirada del deportista de élite y, un paso más allá, de lo que supone si además eres una deportista mujer.
Como muchos, la semana pasada lloré con la noticia de la desaparición y el posterior triste hallazgo de Blanca Fernández Ochoa. Lloré de pena, pero también de rabia al escuchar muchas cosas en tertulias televisivas y de radio.
Por un lado, considero que ha existido un trato detestable, porque no ha existido ningún respeto a la intimidad de la figura de Blanca y de su familia, y ahí me sumo a la opinión de una de las pocas mujeres a las que se permite opinar con criterio dentro del mundo del deporte, Mónica Marchante, que se preguntaba en una columna por qué nuestra esquiadora no ha merecido por parte de la prensa el mismo respeto que, por ejemplo, ha tenido Luis Enrique.
Por otro lado, mi rabia también ha surgido por cómo se habla de la retirada del deportista en particular y de la realidad del deporte femenino en general, sin conocer nada de la situación. Porque si es complicada en general, para una mujer aseguro que muchísimo más. Como deportista de alto nivel ya retirada, puedo confirmar que la vida posdeporte es difícil, dura, complicada por numerosísimos factores, mucho más allá de lo meramente económico, que por supuesto también tiene su relevancia.
Nuestro cuerpo se resiente, pero también nuestra mente, porque durante años hemos generado unos niveles de adrenalina y unas sensaciones que nunca jamás volveremos a tener. Con 30 años tienes la certeza de que hay cosas que no volverás a sentir hagas lo que hagas. Desaparece de golpe un motor que ha impulsado nuestra vida. Y no desde los 22 años, sino desde los ocho o desde los cuatro, que es cuando te pones los esquís por primera vez o cuando lanzas tu primer balón a canasta.
Cuando te retiras el golpe es monumental y da igual si tienes más o menos dinero, o si has sido oro, medalla de madera o quedaste entre los ocho primeros —los que no suben al podio también son élite—. Entonces te tienes que reinsertar en una sociedad y creo que ahí está la clave. No estamos preparados para esa falta de adrenalina, para esa ausencia de mariposas en el estómago cuando te enfrentas a la canasta decisiva o al descenso de tu vida. Mentalmente nadie te forma para afrontar esa situación y creo que es la clave. Al deportista de élite hay que ayudarle cuando acaba, pero lo fundamental creo que está en prepararle para cuando llega la retirada y hacerlo desde el primer día. Entrenarle también para el día después.
Una preparación previa que a cada uno le permita dar a su manera el paso de la forma menos traumática en esa reinserción en la sociedad, porque la situación de Blanca no es la primera vez que la vivimos y en caliente todo el mundo se lamenta, señala causas —la mayoría de las veces quedándonos en lo superficial—, pero después el tiempo borra las reflexiones y nadie actúa.
A partir de ahí también me sumo a la idea de que al deportista de élite hay que intentar ayudarle buscando posibles salidas laborales si así lo quiere dentro de su disciplina, sin unos requisitos previos excesivos, facilitando el paso como hacen en países como Estados Unidos. Porque el que vale, vale, y si te dan la oportunidad y no la aprovechas ya es cosa tuya, pero tiene que existir esa mano tendida. Bastante triste es que si te buscas la vida en algo que no esté relacionado con tu deporte haya quien te ponga palos en las ruedas porque considera que no sabes hacer otra cosa que botar o tirar, como para que también te pongan dificultades “los tuyos”.
Creo que mucha gente sabía o intuía que Blanca no pasaba por su mejor momento. No sé si hubo o no petición de trabajo o cuál era el objetivo que a ella le hubiera satisfecho, pero lo que no me puedo creer es que una figura como la suya no tuviera un seguimiento de su federación o de cualquier institución de nuestro deporte listos para echarle una mano.
“¿Quién permitió que se llegara a esto?”, escribía Mercedes Milá —otra mujer—, con toda la razón. Gracias, Mercedes, eres de las pocas que puede o se atreve a decir lo que piensa.
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