España lleva su orgullo indomable hasta la final del Mundial de baloncesto
Los de Scariolo rinden a Australia (95-88) en un duelo monumental resuelto con dos prórrogas y pelearán por el oro por segunda vez en su historia
La orgullosa y agónica aventura de España en China ya es, como poco, de plata. El conjunto de Scariolo domó a la bestia australiana y disputará este domingo ante Argentina la final del Mundial por segunda vez en su historia tras superar todo y más en un duelo bravo y conmovedor resuelto tras dos prórrogas. Regresaba España a la pista donde firmó la mejor derrota de su enciclopedia. Aquella plata gloriosa en los Juegos de 2008 en la que la selección planteó una réplica colosal al Dream Team de Kobe Bryant, Carmelo Anthony, LeBron James, Dwight Howard… El día en el que la Luna estuvo más cerca, a unos pasos. Y, sobre ese mismo parqué, defendió la selección como una fiera su alma competitiva. Con un Marc Gasol gigantesco (33 puntos —4 en la primera mitad, 18 en la segunda y 11 más en el tiempo extra—) y un grupo aguerrido y pasional, España remontó todas las fronteras. Su límite no estaba en Australia.
Con 69-70 en el marcador empezó el funambulismo. Se estrellaron en el aro los triples de Llull y Dellavedova. España se quedó con el balón con 28 segundos por delante. Bogut hizo falta a Marc que, a falta de 8s, anotó los dos tiros libres. Claver frenó después a Mills, que fue también a la línea de personal. Anotó el punto del empate y falló el segundo lanzamiento. El triple de Ricky sobre la bocina no fue el de la gloria y el drama se amplió cinco minutos más (71-71). En la primera prórroga, Mills y Marc se retaron en un duelo majestuoso, monumental. Y su intercambio de golpes volvió a quedar de nuevo equilibrado en un partido que empezó a abrirse paso en la enciclopedia de la Copa del Mundo. Al segundo tiempo extra, España y Australia llegaron empatadas a 80, y Marc y Mills a 29 puntos por barba. A los oceánicos les pesó el miedo a vencer y a la selección se le desató su memoria ganadora. Volvió el muro y allí se estrelló la roca. Dos triples de Llull colocaron a los de Scariolo a un paso de conquistar el mundo.
España, 95 - Australia, 88
España: Ricky Rubio (19), Rudy Fernández (2), Juancho Hernangómez (8), Víctor Claver (9) y Marc Gasol (33) -cinco titular-, Pau Ribas (7), Pierre Oriola (-), Willy Hernangómez (-) y Sergio Llull (17).
Australia: Patty Mills (34), Matthew Dellavedova (6), Joe Ingles (4), Aron Baynes (6) y Jock Landale (3) -quinteto inicial-, Andrew Bogut (12), Mitch Creek (2), Nic Kay (16) y Chris Goulding (5).
Árbitros: Guilherme Locatelli (BRA), Tolga Sahin (ITA) y Omar Bermudez Mariscal (MEX). Sin eliminados.
Wukasong Sports Center de Pekín ante unos 9.000 espectadores.
Ricky fue de nuevo el impulso fantasista de una España preparada para la agonía. Se preveía un duelo escarpado entre los riscos australianos y la puesta en escena respondió al nivel de contacto y revoluciones de los trances tortuosos. Afrontaron la ascensión los de Scariolo guiados por la brújula del genio del Masnou y los puntos de Juancho como primeros argumentos en ataque. Ya estaban repartidos los grilletes para Mills y Dellavedova, buscando cortocircuitar el centro de operaciones aussie. Anotó dos triples fulgurantes el base de los Cavaliers colándose por una rendija pero, a cambio, Mills notó el aliento español, quedó minimizado de salida y arrancó con una estadística espesa (2 de 6 en tiros de campo; después llegó a los 34 puntos).
España se hizo con las primeras ventajas de la semifinal y cerró el primer parcial con un triple de la factoría Llull que sacó punta al optimismo. Pero, con el cambio de cuarto, flaqueó la resistencia y se nubló el ataque. Comenzaron a percutir Landale y Bogut y Mills escapó de todos los radares. El resultado fue un inquietante parcial de 2-11 en apenas cinco minutos con el que Australia se fue robusteciendo (24-32, m. 15). El plan de partido de Scariolo exigía igualar la energía y el dinamismo del rival, contener su juego a campo abierto y multiplicarse en defensa ante un equipo con soluciones en cada tabla del parqué, con tiro y penetración, con músculo y fibra. Y la manta comenzó a quedarse corta para tapar a un ogro en crecimiento.
Recurrió rápidamente Scariolo a su quinteto de seguridad (Ricky, Llull, Rudy, Claver y Marc) para escapar del atolladero a base de experiencia. Con los más clásicos en pista y varias defensas zonales, España capeó el temporal (30-34). Pero, de nuevo, la puntería se quedó descolgada en la carrera y Australia se marchó al descanso por delante en el juego, el marcador y las sensaciones (32-37, m. 20). Para entonces, la selección penaba con un 7 de 17 en tiros de dos y un 4 de 17 en triples. Su rival mejoraba todos los porcentajes de tiro, dominaba el rebote y circulaba mejor el balón. Y, además, faltaba Marc (4 puntos desde el tiro libre en los primeros 20 minutos).
El campeón de la NBA apareció en la reanudación con cinco puntos consecutivos que aliviaron más la contabilidad que las sensaciones de la selección. Fue el prólogo a su epopeya. A esas alturas, se jugaba a lo que quería Australia y España era un quiero y no puedo. Mientras aparecía la lucidez se agarraron los de Scariolo a la defensa como argumento innegociable. Pero, cada pelota estrellada en el aro rival agrandaba la herida en el marcador. Con Mills produciendo a su ritmo habitual entre las dudas españolas, el conjunto oceánico lanzó un contundente demarraje (39-50, m. 25).
El castigo a los depósitos de queroseno después de mil horas de vuelo dejaba renqueante a las piezas más expertas y abría la pista a recursos vigorosos. Y Scariolo tiró de los hermanos Hernangómez como arma de agitación masiva. Con Ricky, Llull y Pau Ribas tensando la cuerda y la pareja Willy-Juancho pegándose contra el mundo, España abrazó el "sí se puede" y fue descontando puntos como quien se saca muelas del juicio. Apretando los dientes más que nunca, los de Scariolo endurecieron su mandíbula y encontraron de nuevo la sonrisa de Ricky en ataque. Con pulso y tacto, con tiento y galones, el base de los Suns dejó la contabilidad en términos abarcables antes de entrar en la recta de meta (51-55, m. 30).
Se presentaba España en la cita con la sensación del deber cumplido tras haber garantizado el billete directo a los Juegos de Tokio en un campeonato hostil, pero con la ambición afilada para competir por un Mundial más abierto de lo esperado. La sensación de oportunidad única se había repetido como un mantra en la víspera para definir un horizonte despejado de los cocos estadounidenses, serbios y griegos. Y la selección se lanzó a por el sueño a tumba abierta. Con 53-61 en el marcador llegaron siete puntos consecutivos de Marc, un triple de Pau Ribas y una canasta de Llull que enseñó a Australia el orgullo español (65-67, m. 37). Se le escapó después a Marc el balón en un par de acciones. Pero además de para hacer escurridizo el balón, el sudor le sirvió a los de Scariolo para enseñar su conmovedor agarre. Un orgullo Mundial que tras sobrevivir a todo y a dos prórrogas ya es, como poco, de plata.
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