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Paco Cubelos e Íñigo Peña, el dúo de los machacas

Los subcampeones del mundo en K2-1000, que viven juntos las 24 horas al día durante 11 meses, hacen una media de 20 km diarios

Vídeo: LUIS ALMODÓVAR - ÓSCAR CORRAL
Eleonora Giovio

“Yo disfruto saliendo reventado del agua. Hay días que estás muy cansado, claro, días en los que te apetece quedarte en la cama y no ir a entrenar. Pero yo disfruto con esto. Puede parecer raro, pero después de pegarte una paliza en el agua sales satisfecho, contento”, cuenta Paco Cubelos, capitán y marca (el que impone el ritmo) del K2-1000. En el Mundial de Szeged (Hungría) que empieza este miércoles Íñigo Peña y él buscan subir un escalón del podio y mejorar la plata del año pasado en Portugal.

Buscan también el pase olímpico para los Juegos de Tokio (tienen que quedar entre los seis primeros). Son la pareja más fiable del piragüismo español; sin altibajos, siempre regulares, son una garantía de rendimiento siempre que compiten (en este ciclo olímpico su peor resultado ha sido un sexto puesto) y destacan por saber leer muy bien la carrera. Y eso que a priori nadie apostaba un duro por ellos: por la diferencia de altura y de envergadura (Paco mide 1,70; Íñigo, 1,94). Son también la pareja de los machacas. “Palean una media de entre 14 y 21 km por sesión de entrenamiento. El día que más hacen llegan a 40”, cuenta Luis Brasero, el técnico, desde la lancha en la que los sigue en la lámina de agua de Laias (Galicia) adonde vienen a refugiarse, lejos de todo, antes de preparar citas importantes como el Mundial.

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El agua es una balsa. El entorno es naturaleza y silencio. En el balneario en el que se alojan sólo hay jubilados. Por la mañana el único sonido que se escucha es el de los pajaritos. Faltan seis semanas para el Mundial y no hay tregua en los entrenamientos: desayuno a las 8, sesión de activación en el gimnasio, primera sesión de agua, crioterapia, segunda sesión de agua y gimnasio de nuevo. Cuando no hay segunda sesión de agua, hay sesión de hipoxia en una de las habitaciones del hotel. Se entrenan con máscara para simular las mismas condiciones [menos oxígeno] que tendrían si estuvieran a más de 2.000 metros de altura. Les caen gotas de sudor del tamaño de una avellana.

“Somos muy machacas. Los grupos de Luis [Brasero, el técnico] se caracterizan por eso”, cuenta Cubelos, 26 años, sentado en la terraza del hotel, después de la sesión de hipoxia. ¿No pueden aflojar nunca? “Luis es muy intenso. Y tiene su parte buena; claro que hay días que no estás tan bien y te apetece bajarte de la piragua y matarlo [dice bromeando], pero realmente saca lo mejor de ti. Yo es lo que más valoro en un entrenador. Es lo que he mamado, no conozco otro tipo de entrenamiento y a mí es lo que mejor me viene”, contesta. Si en la Blume [la residencia de los deportistas de elite] o en el mundillo alguien pregunta por Paco Cubelos, todos contestan lo mismo: “es un currante”. Y Peña, que en este ciclo olímpico lo acompaña en el barco, también.

Cuando se le pregunta quién tira de quién en las malas, Peña responde que nadie porque “no hay malas”. Pasan juntos las 24 horas del día durante 11 meses. “En vacaciones como mucho nos mandamos cuatro mensajes por si tenemos algún compromiso juntos”, bromea. “Nunca ha habido situaciones tensas, ha sido un camino bastante de rosas. Desde que montamos [en el K2-1000] conseguimos dos oros en las primeras dos copas del mundo, casi sin esperar nada. Casi todas las pruebas a las que íbamos, sacábamos medallas… el año en el que los resultados están siendo peores es este, fuimos cuartos en la copa del mundo y sextos en los Juegos Europeos de Minsk”, añade Peña, vasco de 28 años.

El objetivo de la temporada es el Mundial de Hungría, clasificatorio para Tokio. En los Juegos, además, habrá cuatro pruebas de piragüismo (K1-200, K1-1000, K2-1000 y K4-500) por un total de ocho palistas; pero España sólo podrá llevar seis. Por lo que la Federación tendrá que decidir, en base a su criterio, a quién llevar y quién doblará alguna prueba. Dos, si se clasifican todos, tendrán que quedarse en tierra. Por eso, entre otras cosas, la pareja del K2-1000 quiere dar un golpe en la mesa en Szeged (las eliminatorias son el viernes a partir de las 9.30 y la final el domingo a las 12:00). Cubelos competirá también en el K1-5000.

Brasero destaca de ellos la capacidad de sufrir, la entrega en los entrenamientos y la habilidad de leer tácticamente la carrera, sin dejarse condicionar por lo que hacen los demás. “A mí como entrenador me transmiten mucha tranquilidad. Son muy solventes: sabemos que podemos acceder a la final por distintas vías”, explica el técnico. La fiabilidad del barco, asegura Cubelos, no depende sólo de la preparación física. “Creo que nuestra fortaleza también es mental”.

Desde que se juntaron, casi por casualidad porque había que probar nuevas parejas para este ciclo olímpico, no han parado de crecer. “Hemos mejorado en la primera parte [de la carrera] sobre todo a nivel técnico-táctico”, dice. Y así lo explica Brasero: “hemos mejorado en el trabajo de velocidad. Paco e Íñigo siempre son los mejores de largo en los segundos 500 metros…, pero nos daba la sensación de que regalábamos mucho en la primera parte, no podíamos forzar porque los que nos interesaba era hacer un segundo parcial más fuerte que el primero, porque siempre nos llevaba a luchar por las medallas. Así que asumíamos que, al ser nosotros más de resistencia, uno o dos barcos se fueran un segundo por delante. Pues, tanto el año pasado como este trabajamos mucho esa parte de velocidad para sin tener la intención de ser más rápido, tener la capacidad de serlo si la carrera lo requiere”.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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