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Muguruza está perdida

Garbiñe, desorientada desde hace tiempo, resbala en la primera ronda contra Haddad Maria, la 121ª del mundo (doble 6-4 en 1h 30m), y firma su salida más rápida de un Grand Slam desde el US Open de 2014

Alejandro Ciriza
Muguruza se lamenta durante el partido contra Haddad Maia.
Muguruza se lamenta durante el partido contra Haddad Maia.Victoria Jones (dpa)

La secuencia se repite, esta vez en Londres. La tarde transcurre con el gesto torcido y la cabeza gacha, con miradas perdidas y un deambular dubitativo que refleja el estado de confusión de Garbiñe Muguruza. No le sale nada, va enredándose ella sola y termina desenganchándose de un partido que expresa una realidad compleja, porque ella y su entrenador dicen que lo suyo es tan solo una cuestión de tiempo y detalles, pero los últimos tiempos expresan otra cosa bien distinta. Muguruza cae (doble 6-4, en 1h 30m) frente a la desconocida Beatriz Haddad Maria, la 121ª del mundo, y prorroga una dinámica negativa a la que no consigue ponerle remedio de ningún modo.

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Hacía cinco años, desde 2014, que no perdía en la primera ronda de un gran torneo. Ocurrió entonces en Nueva York, cuando apenas empezaba a despegar y tenía 20 años, y ahora es Londres la que retrata una situación verdaderamente preocupante. No está Muguruza, no se encuentra y los tropezones empiezan a ser ya una constante. Hace tres años conquistó París, hace dos tocó el cielo en Wimbledon y luego ascendió a la cumbre del circuito. Ahora mismo, sin embargo, no hay rastro de aquella campeona hambrienta. Todo son dudas e incógnitas y la pérdida de confianza, alimento de todo deportista, amenaza con llevarse por delante a una tenista fabulosa.

Ocurrió de nuevo una escena muy similar a la de París, hace exactamente un mes. Allí parecía tener controlado el duelo contra Sloane Stephens, pero se torció; y en esta ocasión el desarrollo fue prácticamente calcado, con un arranque notable y posteriormente un declive progresivo. Llegó la primera rotura de la brasileña, zurda y ancha de hombros, con muy poquito que perder, y se desmoronó el castillo. Atado el primer set, sucedió lo mismo en el segundo y conforme la rival fue agrandándose, Muguruza fue perdiendo el tono y consumiéndose ella sola. Entre sien y sien, un millón de interrogantes y seguramente algún que otro demonio.

En la comparecencia posterior ante los enviados especiales, un detalle muy significativo. Por primera vez desde que nació el vínculo con su técnico, en 2015, la tenista no defendió a capa y espada a Sam Sumyk. “¿Es tal vez la hora de buscar un giro?”, le preguntaron en referencia al preparador. “No lo sé, pero no quiero hablar de esto…”, respondió con un tono enigmático Muguruza, que hasta ahora siempre había puesto de relieve la aportación del francés. Le contrató con el objetivo de enrudecerse y ascender a la última dimensión profesional, y la fórmula funcionó hasta el éxito de hace dos años en Wimbledon. Sin embargo, desde entonces, lejos de lograr saltos cualitativos, se ha producido una regresión. La jugadora se ha estancado y actualmente sufre un bloqueo anímico más que considerable.

“Cuando vuelva a sentir ganas, jugaré”

“Es difícil”, indicó la 28ª del mundo, que el 7 de septiembre de 2017 llegó a sentarse en el trono presidencial del circuito. “Está claro que es un día duro, porque es un torneo muy especial para mí. Aunque no haya competido previamente, me había preparado varias semanas para este torneo, así que es duro”, continuó con una entonación lúgubre. “No creo que esto sea una gran sorpresa. Yo tenía muchas expectativas, así que es difícil, pero al no haber jugado torneos antes tal vez partiera con algo de desventaja. No es una sorpresa, simplemente es un día duro”, expuso Muguruza, desganada desde hace tiempo y sumergida en un limbo del que no consigue escapar, porque ni ella misma sabe cómo pinchar la burbuja del ensimismamiento. No es una cuestión de problemas físicos, ni de detalles ni de programación: el factor es emocional.

“Hay momentos en los que levantas y hay otros en los que te vas muy frustrada. Al final, es el deporte: la cara bonita y la más fea. Una puede entrenar muy fuerte y cuando esperas que te salgan las cosas, no te salen. Llegará un momento en el que sí saldrán. Hay que intentar mantener la cabeza alta en los momentos difíciles”, señaló. “Ahora no voy a jugar en una temporada. Al menos, quiero dejar la raqueta un rato y tomar unos días de descanso. Cuando vuelva a sentir las ganas de jugar, jugaré”, dijo antes de matizar: “Hablo de un parón, de momento. Mi idea es seguir jugando torneos. Al perder rápido te da tiempo para recuperarte y descansar, y recuperarte de esta mala sensación”.

Regresará a las pistas a finales de julio, para iniciar la gira norteamericana sobre asfalto de San José. Dispondrá de tiempo, pues, para rumiar lo sucedido en Wimbledon y, quién sabe, si para a mayor o menor plazo tomar decisiones estructurales para tratar de revertir el colapso. Las exige otro adiós demasiado prematuro. Otra descarga de cemento sobre la autoestima competitiva de una jugadora que hace no tanto apuntaba a marcar una era y que ahora no logra salir del laberinto. La Garbiñe convaleciente sigue buscando a la poderosa Muguruza de otra época.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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