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Un Madrid con brotes verdes ante el Villarreal

Agarrado al doblete de Mariano y con Brahim como estilete, el equipo blanco muestra una versión más afilada para superar a los amarillos que apretaron hasta el final

GORKA R. PÉREZ

En un Madrid de probaturas, de remiendos permanentes, el equipo se mueve sobre arenas movedizas. Sin certezas y lleno de variables, es hoy un enigma con poco que descifrar, sobretodo porque muy poco parece definitivo en un grupo que Zidane maneja como quien da vueltas a un cubo buscando algún ángulo desconocido. Nadie podrá decir que el francés no trata de desdoblar el calcetín, aunque ninguna cara parece convencerle del todo. Puede que esta última sí. Ante el Villarreal prescindió de Bale y Modric, dos abrigos de buen pelaje, ahora en serio peligro de quedar demodé. La reacción de Mariano y el buen hacer de Brahim bien pueden valer un cambio de armario para la próxima temporada. Ellos plantaron una semilla que por primera vez floreció sin interferencias y dio muy buen resultado.

Mientras se decide la plantación futura el Madrid apela al pragmatismo como herramienta de relajación. Juega en base a la primera idea, casi siempre a partir del pase lineal, sin arabescas. Pocos jugadores desafían ese estatus quo. Solo Brahim pareció dispuesto a saltarse alguna línea. Bien secundado por Marcelo, por fin con gasolina para alcanzar la línea de fondo. Carvajal y Lucas exprimieron al joven Quintillà, penalizado por el mal pie de Pedraza, equivocado a la hora de bregar en una banda por la que se movió siempre a contracorriente.

Ni siquiera la siempre gustosa figura de Cazorla endulzó al Villarreal. El asturiano no es el que era, pero es lo que parece, un enorme jugador con algunos recursos agotados. Cuando todo hacía indicar que perdería el balón ante Brahim, creyó en sí mismo y en el árbitro, pero ninguno de los dos salió a socorrerle. El robo del malagueño llegó a Mariano, que resolvió por bajo sin mediar palabra. No habían pasado ni dos minutos y el Madrid ya le había dado un bocado a un Villarreal al que no se le quita la cara de tierno que arrastra toda la temporada.

Aun así, la fiabilidad defensiva no está siendo un salvavidas para el equipo de Zidane, lo que provoca que pueda perder los dientes de leche en cualquier momento. No solo Cazorla se creyó en su mejor versión, también Casemiro. Y el brasileño pecó del mismo exceso de confianza ante Fornals. No hay poesía en el fútbol, pero sí revanchas poéticas de vez en cuando. Fornals honró a Cazorla dejando en cueros a Casemiro, y le dio el balón a Gerard Moreno para que, con mucho gusto, colocase el balón lejos de los brazos de Courtois.

Orden y algo de fortuna

Lo que parecía un partido de ida y vuelta entró de repente en una fase carente de negociaciones. El Madrid mostró aplomo en la creación, con Kroos más retrasado, aprovechando la barrera de Valverde y Casemiro por delante. Cayó encerrado Iborra, quizás el único jugador con físico suficiente para escalar esa montaña. Fluyó el juego gracias a las llegadas frecuentes de Marcelo, y acabó por asentarse cuando Vallejo empujó a la red un balón que llegó rebotado al área pequeña. Quizás ese golpe de fortuna afianzó los pequeños brotes que empezaban a asomarse. Ninguno que el Villarreal pudiera contener, especialmente cuando el peligro le apretaba por ambos costados. Se llevó un susto extra con el lanzamiento al palo de Carvajal que hubiera enterrado un partido en el que había perdido definitivamente su sitio.

El ansia por respirar se advierte especialmente en jugadores como Mariano, ante el Villarreal sobreexcitado, abusón en muchos casos de una defensa en la que no dejó prisioneros. Funes Mori, Álvaro y Gaspar se llevaron sendos recuerdos a casa. Movió los brazos en cada carrera el hispano-dominicano de un lado al otro, en plano horizontal, como si no quisiera salir volando. No lo hizo para embocar a puerta vacía un centro raso de Carvajal, en una nueva llegada por sorpresa.

Solo en los últimos minutos, con el Madrid irremediablemente satisfecho creció la figura del Villarreal. Pero ni Chukwueze, bien arrinconado por Marcelo, ni Bacca, que reforzó la primera línea intimidaron a Courtois. Solo lo logró en el tiempo añadido Jordi Costa con un buen disparo con la pierna izquierda. La entrada de Vinicius Jr., recibido como un héroe tras dos meses de baja por lesión, puso el broche a uno de esos partidos que el Bernabéu recibió de buen grado. El apoyo de parte del público a Iker Casillas antes y durante el partido contribuyó a que el buenrollismo se mantuviera por encima de los pitos que asomaron ante una dejadez final que bien pudo acabar en empate. La felicidad nunca es completa, pero hacía tiempo que no se paseaba cerca de la Castellana. Los poco más de 46.000 espectadores que acudieron al estadio presenciaron la quinta victoria consecutiva del Madrid en el Bernabéu por primera vez esta temporada. Desde que llegó Zidane, 15 puntos de 15 posibles en casa. Fuera, sin embargo, dos empates y dos derrotas para los blancos.

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Sobre la firma

GORKA R. PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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