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Mikel Landa: “Veía a los demás tan rápidos que tenía que apagar la tele”

El ciclista vasco vuelve al primer nivel y a competir por la victoria en la Vuelta al País Vasco después de meses afectado por caídas y fracturas

Carlos Arribas
Mikel Landa, el 28 de marzo en la Semana de Coppi y Bartali.
Mikel Landa, el 28 de marzo en la Semana de Coppi y Bartali.r. bettini (europa press)

Las señales caídas del cielo y de la historia se acumulan las últimas semanas. Mikel Landa (Murgia, Álava, 1989) tiene motivos para abandonar, de una vez, la sonrisa triste, la mirada a veces de lástima, que le acompaña desde el Tour. El día que llegó la primavera, el ciclista vasco cruzó la meta de una carrera por primera vez desde julio pasado, de cuando completó el carrusel de los Campos Elíseos que puso fin al Tour. Una semana después se cayó en San Sebastián durante la Clásica, y comenzó 2019 rompiéndose la clavícula en Mallorca. Pocos días después de San Remo llegó, también en Italia, su primera victoria del año. Ganó la etapa de una carrera pequeña con un nombre que abruma, la Coppi e Bartali, y en un lugar que los niños que estudiaban latín y la Guerra de las Galias podrían reconocer al instante, allí donde la carretera cruzaba el río Rubicón, allí donde Julio César, sin mirar hacia atrás, gritó su "Alea jacta est!", la suerte está echada, y se lanzó a conquistar el mundo. "Ojalá lo imite, ojalá... A conquistar las Galias, no, pero a Verona, sí", replica el ciclista, recordando la ciudad italiana en la que el 2 de junio próximo concluirá el Giro, su gran objetivo. Y justo cuando se prepara para correr la Itzulia, su Vuelta al País Vasco, se levantó un día y miró al Gorbea, a la cima del monte que nace en su pueblo y que es el monte de todos los vascos, y comprobó maravillado que estaba nevada. Nieve en primavera, señal de abundancia. En el hotel navarro en el que espera la Itzulia, los niños que le pedían un autógrafo a Mikel Zarrabeitia hace 25 años son los padres que le piden ahora autógrafos para sus hijos a Mikel Landa, a quien la afición vasca, que convierte en héroes a todos sus grandes ciclistas, podría llamar El Deseado. "Quiero ganar la Itzulia sí o sí", promete. "El Astana trae a un equipo muy fuerte. Veremos, veremos".

Pregunta. El Gorbea...

Respuesta. La cumbre más emblemática, sí. Desde arriba se ve todo, se ve el mar, se ve el interior...

P. ¿Cómo han sido los meses en los que no ha podido ni terminar una carrera?

R. Han sido meses complicados, claro. No han sido lesiones super supergraves pero todas se han llevado su tiempo, sus cuidados y su proceso. Quise acabar 2018 compitiendo, la Vuelta, el Mundial... y nada fue posible. Entrené fuerte, me veía bien, pero corrí unas clásicas en Italia en las que no asimilé bien el trabajo. Acabé el año muy bajo de forma y muy desmotivado, muy frustrado. Creo que la palabra ha sido frustración. Empieza la temporada nueva, con ilusiones y energía, y el primer día, al suelo. Veo que comienzo el año igual que lo terminé, como si no hubiera roto la dinámica, la racha negra. Aunque la clavícula no sea algo complicado y ya conocía la lesión, se me ha hecho un mes muy, muy largo... Ves a los demás compitiendo y les ves que van muy rápido... y he tenido que apagar la tele porque los veía tan rápido que no me veía capaz de alcanzarlos. Se me ha hecho largo, sí.

P. ¿Dudó?

R. Tanto como dudar de que volvería a ser el de siempre, eso no, pero sí que asustarme o perder un poco la confianza o tranquilidad que tienes cuando estás bien y va todo bien, eso sí.

P. Después de brillar a la sombra de otros, Aru, Froome, en sus anteriores equipos, hace un año comenzó usted en el Movistar lo que debería haber sido la temporada de su afirmación definitiva. Varias caídas convirtieron 2018 en una temporada vacía. ¿Quién es Landa? ¿Qué quiere ser en el ciclismo?

R. Desgraciadamente, llevo con la misma pregunta tres años. A ver cuándo voy a poder dar todo lo que esté en mis manos. Ojalá pueda hacer una grande en la que no me pase nada, en la que no tenga que trabajar para otro... y me veamos a mí. Mejor, peor, reventado o ganando. Ese sería mi objetivo, lo que me vengo preguntando tres años, y veo que sigo igual.

P. ¿Lo llamaremos a 2018 un año de paréntesis en el que no ha podido ni decirse a sí mismo, quiero ser esto?

R. No, quien quiero ser lo tengo claro. Soy un corredor de grandes vueltas, un escalador. Quizás en vueltas de una semana me cueste más hacer la diferencia. En tres semanas está mi virtud, y sigo en esa línea. Todavía no he visto nada que me haga pensar diferente.

P. Y ahora tendrá que demostrarlo ante una nueva generación de ciclistas de 22, 23 años, que han irrumpido en tromba... Están los colombianos, Egan, Superman...

R. Jopé. Hemos conseguido jubilar o quitarnos de en medio a Contador, a Purito a Valverde, que sigue, sí, pero no piensa en disputar las grandes como antes, y por debajo nos vienen otros igual de fuertes. Toca apretar y aprovechar un poco el poquito de experiencia que tenemos más que ellos. El Giro, de hecho, puede ser una lucha generacional entre los de mi generación, como Dumoulin, Yates o Nibali, y los que llegan. Ellos van a ser más protagonistas y van a tener que tomar más responsabilidades que hasta ahora.

P. Dumoulin, Yates, Nibali... los tres ya han ganado al menos una grande. Usted querrá entrar en el club, ¿no?

R. Claro, ojalá, ojalá.

P. ¿Aún le da vueltas al Giro del 15, en el que le pudo haber ganado a Contador y su director en el Astana le frenó para respetar a Aru?

R. El tren hay que cogerlo. Al final te das cuenta de que el tiempo pasa y no se puede recuperar. Ahora te acuerdas de las oportunidades perdidas, y de las decisiones que tomé... Me acordaré de ellas cuando esté en situaciones críticas y me servirán, seguro. Como siempre piensas en mejorar, piensas que no pasa nada, que el año siguiente estarás mejor, pero hay que aprovechar el momento.

P. Y ha surgido en España Enric Mas... ¿Le ha hecho sentirse un poco como el príncipe destronado?

R. Es algo normal que la prensa le ponga más foco, claro, es ley de vida. Cuando llegué yo estaban todos conmigo y ahora vienen otros y hay que repartir el foco. Ni me quita ni me da presión. Lo veo como algo normal... y bueno, claro. No me influye que me saquen o no todos los días en el periódico, ni me hace más ilusión o me motiva más.

P. A partir del 11 de mayo, usted afrontará el Giro...

R. El Giro me ha ayudado mucho en esta lesión, a estar más tranquilo sabiendo que quedaba mucho tiempo y aunque perdiera otros objetivos, como Tirreno o Vuelta al País Vasco, siempre quedaba el Giro. Y, al mismo tiempo, al Giro hay que llegar bien, pero se decidirá en la última semana. Llegar sin muchos kilómetros me irá hasta mejor.

P. Y por primera vez llegará a una grande como líder único del Movistar. ¿Necesitaba esto, llevar todo el peso?

R. Se agradece, se agradece. Disfrutaré más. Tener a un equipo entero que mire solo por ti te ayuda y te tranquiliza. Estoy como en la salida del Giro de 2016, cuando fui de líder único del Sky, pero ojalá que el desenlace sea otro [en 2016, una enfermedad le obligó a retirarse]. Sé que todos tienen mucha esperanza en mí, y yo también, pero todo lo que me ha pasado hasta ahora ha tenido explicación. Nada ha sido salvable.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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