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Kyrgios contra el mundo

El excéntrico australiano, de 23 años, sigue poniendo en jaque al tenis con sus malos modos y sus frivolidades en el juego. “Con él no se van a necesitar jueces, sino policías”, dice el técnico Perlas

Alejandro Ciriza
Kyrgios protesta durante el partido contra Lajovic en Miami.
Kyrgios protesta durante el partido contra Lajovic en Miami.Jim Rassol (AP)

Es media tarde en Acapulco, donde poco después se va a disputar la final de un torneo inscrito en el expediente de un tenista maldito. Antes de superar a Alexander Zverev y elevar el trofeo, a Nick Kyrgios se le ve deambular por el resort mexicano con su habitual trote cochinero, acompañado de un grupo de amigos que alegran la estancia al australiano. Este, ni corto ni perezoso, se sube a lomos de una moto de agua y comienza a hacer cabriolas sobre el agua de mar, poniendo en riesgo su físico cuando solo unas horas más tarde va a jugarse un título.

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“Lo hice durante toda la semana”, confesaba después el jugador, noticia estos días en Miami por seguir dejando incendios tras de sí, demasiados en apenas tres semanas: dardos a Rafael Nadal —“No voy a respetar a alguien por pasar la pelota por encima de la red”—, insultos a un juez tras caer en el dobles —“¡Eres una desgracia, una maldita desgracia!”—, más raquetas rotas, un enfrentamiento con un espectador que entró al juego y al final fue expulsado por el personal de seguridad…

“¿Qué haces aquí? Es domingo por la noche... ¿Y tu familia? ¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?”, le reprendió en mitad del partido. “Me alegro de que lo echaran de la pista. Dijo que mi corte de pelo era una mierda y, en realidad, tenía razón porque no me lo corto desde hace días. Pero sí, me encantó que lo echaran...”, continuó en la sala de conferencias.

Es Kyrgios, 23 años. ¿Causa perdida o no? Él contra el mundo. Contra la norma. Contra casi todo y casi todos. Elemento incontrolable en un escenario refinado como el tenis, confundido porque todavía no sabe si amarle u odiarle, capaz de lo mejor y lo peor, del punto más inverosímil o de la ordinariez más absoluta. Con él, no hay término medio. “Tiene el doble de talento que el 90% de los jugadores, pero mentalmente es 10 veces más débil”, observa desde Miami, vía telefónica, José Perlas, el técnico de Dusan Lajovic.

Dardos, insultos, raquetazos...

Ante el serbio, Kyrgios volvió a exhibir su circense repertorio de frivolidades: como ya hiciera en Acapulco contra Nadal, saques de cuchara –en uno de ellos sorprendió al rival y firmó el ace–; golpes mirando al tendido; otear la pelota antes de un smash; improperios, como siempre; y el lamentable episodio con el aficionado. “Con él no se van a necesitar jueces, sino policías. Esta vez los necesitaron”, expone Perlas, lamentando que un tenista tan dotado vaya camino de perderse en la nada.

“En el sentido del juego”, precisa el preparador, “es un desperdicio para el deporte. Veo muy poca voluntad por su parte. Si continúa así, de él se hablará en clave de lo que pudo haber sido y no fue. Tiene muchas cualidades, pero cuidándose tan poco es muy complicado que pueda hacer algo importante; de hecho, se expone a una lesión seria, porque jugar así, con esos tiros y a esas velocidades, sin trabajar nada el físico...”.

Y añade: “En mi opinión, su comportamiento es un sistema defensivo. El desinterés, ese no querer jugar y el decir que no tiene la necesidad de ganar no es más que una forma de protegerse. Otro modo de afrontar las dificultades. Es una forma de escapar por los laterales ante la presión que siente un deportista de primer nivel”.

El ‘fair play’, ¿en riesgo?

Con sus malos hábitos, Kyrgios está desafiando todos los convencionalismos del tenis. Los hay quienes le adoran, porque arrastra a muchísimos fans, sobre todo en el mercado anglosajón; sin ir más lejos, otro tipo rebelde como John McEnroe; sin embargo, también se está encontrándose con muchos detractores. “No tengo claro que un personaje como él sea del todo bueno para el tenis”, observa Perlas; “si sigue así, abre un peligroso abanico de posibilidades y pone en riesgo el tema del fair play (juego limpio). Tal vez deban revisar el reglamento”.

Pese a acumular miles de dólares en castigos –simuló masturbarse en Queen’s y se dejó ganar en varios torneos, entre otros muchos episodios–, al rector del tenis masculino (ATP) se le está yendo de las manos un jugador que ha puesto en jaque a todo el mundo y que, pese a toda la polémica, le reporta impacto mediático. Hace tres años le impuso un programa psicológico, pero su evolución no ha sido la esperada, sino todo lo contrario. “No sé si quieren controlarlo o no, pero en este caso están desbordados y lo estamos pagando los adversarios. Está tensando mucho la cuerda. Unos vienes a ver el tenis y otros a ver qué hace él”, cierra Perlas.

Mientras tanto, Kyrgios sigue dando que hablar, pero no por un despegue o porque crezca su currículo. El rebelde sigue ahí. Hasta hoy, indomable.

MUCHO TALENTO Y POCOS TÍTULOS

Capaz de superar a Djokovic (2-0), Nadal (3-3) y Federer (1-3), Kyrgios solo ha levantado cinco títulos individuales. De ellos, ninguno es de los verdaderamente importantes. Suma dos de categoría 500 (Acapulco, este año, y Tokio) y tres 250 (Brisbane, Atlanta y Marsella).

Pese al revuelo que suscitó su irrupción, en 2013, en términos de trofeos está por detrás de los otros dos jóvenes con los que a priori iba a competir por dominar el futuro, Zverev (10) y Thiem (12).

Hoy día es el 33 del mundo y su tope en un Grand Slam son los cuartos de Wimbledon (2014) y Melbourne (2015).

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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