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Coutinho, el mejor socio de Pelé

El pasado 11 de marzo falleció a los 75 años Antonio Wilson Vieira Honorio, un enorme referente de las virtudes que convirtieron al fútbol brasileño en un venerable prodigio durante los años 50 y 60

Pelé y Coutinho posan antes de un partido con el Santos.
Pelé y Coutinho posan antes de un partido con el Santos.CONMEBOL

Fue proclamado Príncipe de Vila Belmiro, porque el estadio del Santos ya tenía un Rey. El pasado 11 de marzo falleció a los 75 años víctima de un infarto Antonio Wilson Vieira Honorio, más conocido como Coutinho. Un enorme referente de las virtudes que convirtieron al fútbol brasileño en un venerable prodigio en los años 50 y 60. Él y Pelé llegaron casi juntos a la cantera del Santos dispuestos a romper todo registro de precocidad con su descomunal talento. Pelé debutó con 15 años en el primer equipo en 1956. Coutinho lo haría con sólo 14 dos años después. Su fructífera sociedad se alargó durante una década para elevar a su equipo a la categoría de leyenda y la belleza eficaz del fútbol más creativo a un plano nunca antes consignado.

Junto a otras eminencias como Dorval, Mengalvio y Pepe, Pelé y Coutinho conformaron una delantera fascinante y abusadora, en la que según Pepe “no había celos ni envidias”. “Jugábamos bonito dos veces: para el público y para el equipo”, solía recordar. Pelé hizo 1.091 goles con la camiseta santista. Pepe, el Cañón da Vila, 403, y Coutinho, 368. Cuentan los más ilustres juglares del fútbol brasileño que nadie tuvo nunca tanta complicidad con Pelé como el gran Coutinho. Las combinaciones que ambos fabricaban armónicamente cerca del área rival eran recibidas por la gente como trucos de magia. Parecían hasta confundirse uno y otro: Coutinho solía jugar con una cinta blanca en la muñeca porque a menudo desde la grada no se distinguía quién era quién en plena ebullición creativa.

Cuando jugaban, uno pensaba en el otro y la pelota por los dos ARMANDO NOGUEIRA, PERIODISTA

Actualmente en el fútbol brasileño se ven demasiados jugadores que parecen correr mucho para acabar chocando antes. Hace más de medio siglo Coutinho y Pelé dominaban con delicada cadencia y precisión quirúrgica una suerte hoy en desuso. Las paredes, las tabelinhas, como se conocen en Brasil, solían ser la obertura para un devastador cambio de ritmo y un preludio de gol. Así lo detallaba el excepcional periodista Armando Nogueira: “Pelé y Coutinho emocionaban a cualquiera. Comenzaban a combinar en el medio campo. Uno venía pensando en el otro. Y la pelota por los dos. Barbosa, el portero de Vasco da Gama, me dijo que le temblaba todo cuando los veía venir tramando astucias a toda velocidad. Dios mío… ¿Quién será el que finalmente va a disparar?, suspiraba”.

El manejo de balón de Coutinho inspiraba originales metáforas al insigne escritor Nelson Rodrigues: “Pese a un sobrenombre tan lírico y dulce como Coutinho, en realidad es un monstruo, un Drácula, un vampiro del fútbol. Un sujeto que devora la pelota de manera física y que al salir del campo parece que todavía se le escurre entre los labios la sangre aún efervescente de la pelota recién vampirizada”. Tenía Coutinho un catálogo de extraordinarios recursos técnicos. Era un magnífico regateador. Y O Rei todavía jura que en el remate Coutinho era incluso mejor que él, y por eso le bautizó como el “genio del área pequeña”.

Lo explica otro sensacional goleador como Tostao: “Era el crack de los pequeños espacios y de las paredes cortas. Un delantero fino que raramente hacía un gol desde lejos o con un disparo fuerte. Sus goles eran toques sutiles, leves. La pelota a veces no llegaba ni a tocar la red. La trataba con tanto cariño que ella, agradecida y seducida, parecía besar sus pies”.

“Iniesta hubiera podido jugar en el Santos con nosotros”, dijo el brasileño hace unos años

Con aquel fabuloso Santos, Coutinho ganó dos Copas Libertadores, dos Intercontinentales, cinco campeonatos brasileños y seis paulistas. Con la selección apenas disputó 15 partidos, y fue convocado al Mundial que Brasil ganó en 1962 en Chile aunque no jugó por lesión. En 1970, al borde del retiro, cuando ya disfrutaba más de los partidos playeros con unas cervezas en juego, recibió una propuesta de Joao Saldanha, el seleccionador que estaba preparando a la canarinha para el Mundial de México. “Necesito alguien que haga goles porque Tostao tiene una lesión en el ojo y puede que no se recupera a tiempo”, dijo Saldanha. “Muchas gracias, profesor, pero ¿usted me ve con esta barriga jugando un Mundial?”, contestó. Por algo le llamaban el Gordo.

Su carrera fue una ofrenda al juego defendido desde una sabiduría clásica. Coutinho era un purista. Hace unos años le preguntaron quién era el mejor jugador del mundo en la actualidad. No citó a Messi, ni a Cristiano, ni a Neymar… “Iniesta”, sentenció. “Es tan bueno que habría podido jugar con nosotros en el Santos”.

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