Ni rastro de Tom Ballard y Daniele Nardi en el Nanga Parbat
El vizcaíno Alex Txikon y su equipo buscan a pie y con un dron algún indicio de los alpinistas desaparecidos
El montañismo, una actividad cuya mecánica es aparentemente tan sencilla (subir primero para bajar después) que casi todos sospechan de ella, observa numerosos códigos éticos no escritos. Todos entienden que usar un teleférico no te hace montañero, que cambiar a un compañero por una cima es lamentable o que atender una petición de auxilio es una obligación. Al no ser vinculantes, dichos códigos pierden fuerza en función de las manos que los barajen: en el K2 (8.611 m), solo una de las dos expediciones que podían acudir al rescate de dos alpinistas desaparecidos en el Nanga Parbat (8.125 m) decidió hacerlo. Y la negativa no tiene por qué ser un gesto inhumano, sino solo puro pragmatismo: ¿para qué exponerse si las probabilidades de encontrar vivos a Tom Ballard y Daniele Nardi son ridículas? ¿Tienen que morir más para cumplir con los códigos moralmente aceptables?
Así, solo el equipo del vizcaíno Alex Txikon trata estos días de descubrir por qué desde el pasado domingo 24 de febrero no existen noticias de los alpinistas que trataban de abrir una nueva ruta en el Nanga Parbat en pleno invierno. Su gesto, tan altruista como arriesgado, remite ya a cierta forma de milagro, intervención necesaria para encontrar con vida a Ballard y Nardi, este último compañero de expedición de Txikon en este mismo escenario en 2016 (el italiano abandonó por diferencias de criterio y no pudo estar en la conquista invernal del Nanga Parbat junto al vizcaíno, Ali Sapdara y Simone Moro).
Así las cosas, tras dos jornadas de búsqueda, no hay ni rastro de los dos alpinistas. El pasado lunes, tras días de mal tiempo y coordinación con las autoridades del ejército de Pakistán, dos helicópteros trasladaron desde el campo base del K2 hasta el base del Nanga Parbat a Txikon y su equipo, formado por los pakistanís Ali Sapdara y Rahmat Ullag Baig, así como por Félix Criado e Ignacio de Zuloaga. El vuelo sirvió para reconocer la ruta hasta una altitud de 7.000 metros: nada se pudo ver. Ni restos de campos de altura, ni trazas de avalanchas como la que sepultó en 2017 a Alberto Zerain y Mariano Galván en la arista Mazeno del mismo Nanga Parbat. La búsqueda ha vuelto a arrancar este martes, esta vez a pie y con ayuda de un dron. Los alpinistas involucrados han alcanzado el campo 3, a 5.700 metros, sin encontrar rastro alguno. Tampoco las imágenes servidas por el dron han revelado datos significativos, y eso pese a haber volado hasta los 6.500 metros. Este miércoles repetirán actuación… a sabiendas de que lo que queda por explorar puede ser un terreno extremadamente comprometido. El peligro de aludes en dicha ruta es enorme, y es precisamente la razón que convenció al equipo ruso que permanece en el K2 de considerar imposible el rescate. Nardi y Ballard alcanzaron el pasado día 24 una altitud de 6.400 metros y anunciaron que regresaban a descansar al campo 4 (a 6.000 metros). Algo ocurrió, presumiblemente, entre ambas localizaciones. El teléfono vía satélite de Nardi quedó en silencio, los alpinistas nunca regresaron al campo base y el misterio ha derivado en una importante operación de rescate, una iniciativa de micromecenazgo para sufragar los 150.000 euros de la factura de los helicópteros y el gesto del equipo de Txikon, que remite al rescate milagroso de Elisabeth Révol, hace un año, justo en el Nanga Parbat y en invierno.
Entonces, la francesa decidió perder altura al verse incapaz de ayudar a su compañero, el polaco Tomasz Mackiewicz. Desde su teléfono vía satélite lanzó una petición de ayuda recogida por dos alpinistas que buscaban escalar el K2 en invierno. Dennis Urubko y Adam Bielecki fueron depositados en el campo base de la montaña por un helicóptero, escalaron hasta los 6.400 metros, dieron con Révol y salvaron su vida. Fue uno de los rescates más brillantes y desesperados de la historia del himalayismo. La ayuda del dron podría resultar determinante para el grupo de rescate, sea para dar con algún tipo de rastro de los desaparecidos o para anticiparse a peligros objetivos presentes en la ruta. El pasado verano, un dron dirigido por dos alpinistas polacos alcanzó una altitud de casi 8.000 metros para encontrar a un escalador que llevaba 36 horas desaparecido no muy lejos de la cima del Broad Peak (8.047 m). Las imágenes de Rick Allen, vivo, dieron pie a un exitoso dispositivo de rescate… porque había alpinistas dispuestos a asumir un enorme compromiso, dispuestos a escuchar una ética que algunos nunca discuten. Como Txikon y su equipo.
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