Vinicius aprende, progresa y contagia
Aunque suene a herejía, su instantánea contribución recuerda a la que produjeron otros dos juveniles descarados: Raúl y Casillas
Nadie sabe el techo de Vinicius, pronóstico que ya invita al debate, pero es imposible discutir su efecto en el Real Madrid, que no hace tanto invitaba al desastre. Aquel equipo tristón, sin energía ni juego, ha recuperado la salud en los últimos partidos. La mejoría afecta a casi todos los indicadores: se suceden las victorias, aumenta la media de goles y el horizonte de los títulos parece bastante más despejado. Cualquiera que sea la explicación del cambio, pasará por el efecto Vinicius.
Aunque suene a herejía, su instantánea contribución recuerda a la que produjeron otros dos juveniles descarados: Raúl y Casillas. Los dos se erigieron en leyendas del Madrid, categoría que admite a muy pocos futbolistas, pero antes de instalarse como ídolos fueron el revulsivo necesario en etapas muy preocupantes. A Raúl no le intimidó el mito de Butragueño y se apoderó del puesto de un plumazo. Casillas acabó al instante con la grave inquietud en la portería.
A ninguno se le esperaba y los dos merecieron reparos en algunos sectores de la crítica, antes de que se impusiera la realidad de sus brillantes carreras. Más que futbolístico, su primer impacto fue emocional. Elevaron la temperatura del equipo, conectaron con la médula del madridismo y se hicieron imprescindibles, por encima de su inexperiencia y de los lógicos defectos juveniles. Sin ellos, apenas dos críos, el equipo era peor.
Algo parecido ocurre ahora. No hace falta ser sociólogo para interpretar la adhesión de la hinchada a Vinicius. Hay algo de amor a primera vista, o de fina intuición, o simplemente de aprecio al mérito. No es fácil discutir al hincha cuando se produce esta relación, que va más allá de lo futbolístico. El Bernabéu ha trazado una raya con Vinicius porque sabe que el equipo sería otro, y no mejor, sin el brasileño.
La principal diferencia con Raúl y Casillas radica en el prejuicio inicial. A diferencia de ellos, Vinicius ni procede de la cantera, ni ha llegado gratis. Es el fichaje más caro del Madrid desde James en el verano de 2014, considerable peso para un chaval obligado a demostrar tanto su categoría como su carácter y ambición. Un mes le ha bastado para salir ganador de todos sus desafíos.
A Vinicius sólo le amparaba una ventaja: la progresiva fatiga del madridismo con el equipo. El Bernabéu pedía a gritos algo diferente, sangre joven, optimismo, agitación. Más importante que cualquier prejuicio con respecto Vinicius era el mensaje que trasladaba: la novedad frente al desgaste. El chico no falló. Frente al Valladolid, se apropió de aquel gol que no fue, pero que los hinchas se lo concedieron de corazón. Más que un gol fue un clamor, el de la exigencia del cambio en el equipo.
Si el brasileño significó primero una experiencia emocional para el madridismo, su efecto en el equipo fue igual de rápido y potente. Vinicius extendió por el equipo la energía que necesitaba, pero se rebajaría su importancia si su influencia se redujera a lo emotivo, a su atrevimiento juvenil: también ha levantado el vuelo del fútbol en el Real Madrid.
Se diría que este reciente Madrid ha decidido parecerse a Vinicius. Es un equipo más insistente, vigoroso y profundo, cualidades que desde luego adornan a su joven delantero, que en cuatro semanas ha superado casi todas las pruebas que la mayoría de los buenos jugadores tardan un tiempo en superar. En cada partido añade aspectos novedosos y saludables a su repertorio, sin caer en retóricas manieristas. Aprende rápido, en definitiva, y anima a pensar en su elevado techo y en una inteligencia de la que ahora se beneficia todo el equipo.
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