No nos dejes sin el manual de instrucciones
Carta de agradecimiento al 2018 por las cosas que trajo para el baloncesto
Extinguido 2018:
Pretendo darte las gracias en tu último día de vida por ciertas cosas que nos has traído en el mundo del baloncesto. Algunas pueden ser personales e intransferibles. No me lo tengas en cuenta. Los años pares os podéis morir siempre satisfechos; celebráis la Ryder Cup de golf. El señor de los eventos deportivos.
En el baloncesto profesional rápidamente la vista se nos fue a Barcelona, porque la crisis de su equipo justo antes de la Copa del Rey lo llevó a entregarse desesperadamente a Svetislav Pesic. Quince años después de la gloria del triplete, con la misma pinta de genio travieso y el mismo chicle de entonces, Pesic puso la marmita al fuego, transformó a unos tipos con mentón de cristal en un equipo capaz de vencer en la final al Madrid, y nos recordó a todos que “el baloncesto europeo es un juego de 5x5 en el que como te descuides te puede ganar un entrenador serbio”. La sólida victoria a finales de mayo del Real Madrid frente al Fenerbahçe de Obradovic en la final de la Euroliga, estampó definitivamente un emblema nuevo en el club con más títulos; al sello de Ferrándiz en los 60 lo relevó el de Lolo Sainz en los 80, y ahora el admirado marchamo lo lleva el Madrid de Pablo Laso en lo que llevamos de década.
En la parte más personal, una impagable locura de un amigo de la infancia nos llevó por primera vez a presenciar en directo un partido NBA (vimos a los Sixers de Simmons y Embiid) y un doble enfrentamiento de la March Madness NCAA (el torneo final de la liga universitaria), con Duke y Villanova derrotando fácilmente a sus rivales. Y nos dejó un motivo para la nostalgia. Terminada la primera parte del primer partido universitario, los jugadores se fueron al vestuario e inesperadamente un placentero silencio invadió el moderno pabellón, lo que nos permitió compartir una tranquila conversación con los vecinos de asiento sin el enésimo show presenciado la noche anterior. Perfiles entrados en años lucían además orgullosos el emblema de su universidad en la vestimenta. Por un momento nos imaginamos en cualquier gimnasio del mundo, antes del nacimiento de la industria del deporte; dos escuelas orgullosas de sus alumnos, unos alumnos orgullosos de su escuela, y un juego muy bien parido sin necesidad de colorante ni azúcar añadido. Imbuidos a la vuelta del viaje por el sentido de pertenencia y los partidos con descanso, era el turno un año más (y van 17) de sumergirnos en la Copa Colegial, “la mejor competición de baloncesto escolar del Viejo Continente”, según proclaman sus orgullosos fundadores.
Terminado el verano, nuestras mujeres de élite encaraban su examen anual con la presión añadida que siempre tienen los anfitriones. El Mundial se disputaba en Tenerife, y nos volvieron a enseñar un sobresaliente en un expediente que ya se codea con los más emblemáticos de cualquier disciplina a nivel de selecciones. Esta medalla de bronce es la decimotercera entre Mundiales (3), Juegos Olímpicos (1) y campeonatos de Europa (9) en los últimos 25 años. “Meto canastitas, pero ¿qué aporto al mundo?”, se preguntaba Laia Palau en este periódico antes de la final. Lebron James probablemente tenga varias respuestas a la humilde reflexión de Laia, pero en un plano muy diferente. Laia es cualquiera de nosotros encarando un reto, mientras Lebron es un personaje de la Marvel cuyo estreno de la temporada lo sitúa devolviendo a Los Lakers “cerca de las estrellas”, como le gustaba decir a Ramón Trecet. Se me está ocurriendo un bonito regalo de Reyes para la chavalería; un disfraz de Lebron, de Luka Doncic o de Diana Taurasi, junto al manual de instrucciones de Laia Palau, o de mi vecino de asiento cuyo ídolo máximo había sido Ed Pinckey, con el que había coincidido en clase los días previos a la mítica victoria de la Universidad de Villanova frente a la de Georgetown de Patrick Ewing en la final de 1985. “Por cierto, Ed, ¿qué fue de ti al terminar el baloncesto universitario?”
Descansa en paz, 2018. Feliz Año nuevo a todos.
*A la memoria de José María Abreu, uno de los primeros Estudiantes.
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