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Terremoto en los Warriors

El carácter volcánico de Draymond Green dinamita el vestuario de los campeones tras su última trifulca con Kevin Durant

Robert Álvarez
Green (i) y Durant, contra Houston este pasado jueves.
Green (i) y Durant, contra Houston este pasado jueves.David J. Phillip (AP)

Kevin Durant brama mientras corre como alma que se lleva el diablo en medio de la cancha. Va solo y exasperado. Cree que nadie sabrá qué demonios vocifera. Pero es raro que algo de lo que suceda en una cancha de la NBA escape al escrutinio mediático. El New York Post recurre a un especialista en la lectura de los labios: “Es por esto por lo que ya no seguiré aquí”. Durántula, de 30 años, forma junto a Stephen Curry el dúo de superestrellas de Golden State Warriors, uno de los mejores equipos de todos los tiempos, ganador de tres de los últimos cuatro títulos y candidato de nuevo esta temporada. A no ser que explote la mínima e imprescindible convivencia en su vestuario. Ahí entra en escena Draymond Green, un jugador tan extraordinario como polémico. Una solución, una pieza clave; y al mismo tiempo, un grandioso problema.

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El enfrentamiento que Green mantuvo con Kevin Durant, primero en público durante la agria disputa verbal en el banquillo durante el partido ante los Clippers, el 13 de noviembre, y después en el interior del vestuario, abre un frente de imprevisibles, seguramente graves, consecuencias. Durant reprochó en el banquillo a Green por no darle el último balón que podía haber evitado la prórroga y, en definitiva, la derrota de su equipo. Green le respondió a base de insultos. Y además le envió una admonición demoledora: “No te necesitamos. Podemos ganar sin ti. Márchate”. Los Warriors sancionaron a Green con un partido y una multa de 120.000 dólares.

Kevin Durant, tras nueve años en Oklahoma City, el primero cuando aún estaba en Seattle, se unió a los Warriors en 2016, poco después de que los de la Bahía perdieran la final contra los Cleveland Cavaliers. Desde que llegó Durant, los Warriors forman un bloque excepcional. Ganaron el título de 2017 tras perder un solo partido durante todos los playoffs y el de 2018 tras barrer en la final al equipo de LeBron James y solo haber pasado apuros ante los Rockets. Curry y Durant son las superestrellas, pero Draymond es el alma del equipo.

En 2016, Chris Webber, exjugador de Sacramento y Golden State hasta 2008 y ahora analista de televisión, comentó: “El MVP de la Liga en este momento es Curry, pero no hubiera podido serlo sin el MVP de los Warriors, y ése es Draymond Green. Él es quien lo hace todo y permite que Curry sea esa superestrella”.

"Fuerza sin gracia"

La pregunta es elemental. Por qué Draymond Green fue tan subestimado y elegido en una posición tan baja en el draft, en el puesto 35 de 2012, el mismo año que los Warriors reservaron su séptima elección para Harrison Barnes. El estilo, el físico y el carácter de Green fueron y son todavía muy especiales. No se atienen a los cánones de la NBA, y menos al de sus figuras. Sus cualidades se deterioran a veces por un exceso de adrenalina y visceralidad. Su entrenador Steve Kerr lo comparó en su día con el que fuera su compañero en Chicago Bulls, Dennis Rodman. Green fue tildado de “fuerza sin gracia” cuando se licenció en la Universidad de Michigan State. Se ha ido puliendo en las seis temporadas y pico que juega en la NBA. Robustez, amplitud de hombros, brazos largos y poca estatura, 2,01 metros, comparada con la de los grandes pívots de la Liga. A veces, dicen, podía parecer más ridículo que amenazador. Pero cambió su alimentación, adelgazó 10 kilos, hasta los 104, sin perder su extraordinaria fortaleza, y se convirtió en uno de los jugadores capaces de brillar en todas las facetas: capaz de anotar desde todos los ángulos (9,2 puntos de media en su carrera) y también de tres (32%), rebotea (siete capturas de media), maneja bien el balón, asiste (7,2 esta temporada), roba (1,4), tapona (1,1) y machaca el aro. Su visión de juego corre paralela a su agresividad y a su vehemencia, en la cancha y, a menudo, fuera de ella.

Tras perder la final de 2016 fue el principal señalado. En el cuarto partido contra los Cavaliers intentó golpear en la ingle a LeBron James, un tipo de acción que patentó, una especie de patada voladora. Fue suspendido y vio cómo los Warriors perdían el sexto y el séptimo partidos en uno de los mayores colapsos de un equipo en unas finales. Poco después, en julio, fue arrestado en East Lansing, Michigan, a consecuencia de una pelea en la universidad. Ese mismo mes, envió accidentalmente una foto de su pene a través de las redes. Golden State es un súperequipo, pero lo que aconteció en aquella final fue aleccionador para muchos de sus componentes. La frustración por las travesuras y acciones irresponsables de Green no eclipsaban su extraordinario e imprescindible valor como eje, motor y alma del equipo.

"Cada vez que tiro, él se queja"

Steve Kerr, el entrenador, ha tenido que hacer acopio de muchísima paciencia para manejar el comportamiento de Green. En 2015 cuando celebraron el título en Oakland ante más de un millón de aficionados, el ala-pívot tomó el micrófono y soltó: “Con estos muchachos, todo es divertido. Lo único que no es tan divertido es el entrenamiento… Soy el único que hablé con Kerr sobre los tiros que realizo. Cada vez que tiro, él se queja. Por eso, si os fijáis, cada vez que tiro, lo miro”. Desde su asiento, Kerr, le respondió gritando: “¡Veinticuatro por ciento!”. Era el flojo porcentaje de acierto de Green en los triples en aquellos playoffs. Green prosiguió: “Este es mi chico. Desde el inicio de la pretemporada me odiaba, y eso no es mentira. Y probablemente todavía me odia, y eso no es mentira. Pero seguiremos ganando títulos, y eso no es mentira”.

No hubo tampoco celebración tranquila tras el anillo que ganaron los Warriors el pasado mes de junio. Tristan Thompson, el pívot de los Cavaliers, fue expulsado tras pelearse con Green en el primer partido de las finales. Se retaron en la calle. Lo cumplieron. Volvieron a enzarzarse tras la celebración de una gala de entrega de premios en Nueva York.

La discusión la pasada semana entre Green y Durant invita a una segunda lectura de capital importancia. Durant tiene una ficha de 30 millones de dólares esta temporada, tras la cual podrá negociar con otros equipos. Se habla del interés de los Lakers, los Clippers y los Knicks. Esa situación se superpone con el contrato de Green, que concluye en 2020. Fue el Mejor Defensor de la Liga en 2017, ha sido all star en las tres últimas temporadas, tiene 28 años y su contrato actual es de 17,4 millones de dólares, siete menos que, por ejemplo, Steven Adams (Oklahoma City) y 12 menos que Al Horford (Boston). Su cotización va al alza. Y es posible y realista que el próximo verano esté en condiciones de optar a la cifra máxima para extender su contrato: 226 millones de dólares. Es de suponer que el mánager general, Bob Myers, y Steve Kerr deseen mantener el bloque del equipo. En consecuencia, si Kevin Durant se va, se da por descontado que Green se queda. Una ecuación que da mucho que pensar respecto a los últimos acontecimientos. Algunos de los integrantes del equipo han deslizado que respetan a Green, el alma de la franquicia, pero al mismo tiempo consideran que el drama que crea puede ser agotador. El equipo campeón puede ser su propio y principal rival. Green está en el ojo del huracán.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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