El Atlético se toma la revancha ante el Borussia Dortmund
El cuadro rojiblanco pasa por encima del equipo alemán en un partido perfecto en defensa y letal al contragolpe
Agarrado a la mejor versión del libreto de Simeone, a las raíces de defender y contragolpear, el Atlético de Madrid se cobró su revancha de la afrenta del 4-0 de Borussia Dortmund. Fue más en lo táctico que en el marcador, donde se quedó a medias. Pero desde la pizarra hizo un partido perfecto en la filosofía de su entrenador que le deja a un suspiro de certificar su pase a octavos.
Jugó templado el Atlético desde lo posicional, pero inyectado de adrenalina para desplegarse en ataque. Las bajas (Godín, Savic, Koke, Lemar y Costa) también invitaban a esa prudencia en el ritmo y en la presión alta, solo ordenada en los saques de banda cercanos al área de Bürki y en los saques de puerta. Más que una revancha, lo que necesitaba el equipo y el club era la victoria.
Quería Simeone un equipo de dos de temperaturas. Frío para defender los espacios, para no desmontarse y propiciar los contragolpes que causaron la tunda de Dortmund, encendido para atacarlos con la pelota. A rapiñar los errores del contrario pocos equipos juegan como el rojiblanco cuando logra darle la velocidad y la precisión necesarias.
El Atlético empleó la vigilia traicionera del cazador. Esperó un despiste de la presa. Mientras el Dortmund tuvo la pelota, no le importó lo más mínimo que la manoseara Witsel. De lo que se trataba era que las circulaciones no acabaran con Reus con opciones de armar juego. Ahí emergió ese Atlético gremial, que desespera a sus contrarios, incapaces de ver un pasillo por el que progresar. El sello más reconocible y genuino de Simeone.
Fue desintegrado Reus por la atención de Rodrigo, que también contó con el atrevimiento de Lucas y Giménez para dar un paso adelante y no dejar tantos espacios a la espalda de su mediocentro. Con Reus absorbido, hubo poco de Pulisic y de Jadon Sancho, la gran novedad de Favre respecto al partido de Alemania. Enredado en el tejido defensivo, el chico apenas tuvo opción de lucir sus dotes de extremo que tiene la trilogía escuela clásica: freno, cintura y arrancada. Tampoco hubo mucho de Achraf, que fue una tuneladora en Dortmund. Ahí sí que hubo una pequeña revancha. Esta vez ese costado lo dominó Juanfran en la anticipación y en las proyecciones. Menos señales de estar sobre el campo dio Alcácer, que solo pudo contemplar el trabajo colectivo de los rojiblancos que cegó el fútbol de su equipo.
El alboroto rojiblanco lo comenzó Correa, que tiene el valor de lo imprevisible. Un tapón revoltoso que suele ejecutar lo que los defensas no suelen esperar. Lo mismo es un giro con el que se saca a tres marcadores en un palmo que un recorte hacia adentro, cuando la lógica invita a pensar que la salida del laberinto está por fuera. A lomos de Correa se agitó el Atlético, un par de disparos rasos primero. Luego, unos regatitos a la carrera antes de porfiar un saque de banda, que acabó en las botas de Kalinic, al que Saúl, meteórico le quitó la pelota para entregársela a Filipe. El centro atrás de este lo dejó pasar Correa entre sus piernas. Otro detalle canchero, para que Saúl lo cosiera con el interior de su pie izquierdo. El remate iba dentro, más allá de que lo desviara Akanji. Fue un gol de esos que se jalean en los entrenamientos. Una recuperación, tres toques y un volante que llega desde la segunda línea para reventar el remate. Robar y golpear.
Poco trámite y mucha pegada. El Simeone jugador en la memoria, encarnado en Saúl. Juego de alta corriente. El fútbol-rock’and roll que tanto enciende a la parroquia rojiblanca y que generó una cascada de ocasiones.Siempre con Rodrigo como ancla, para interceptar, para una apertura a un toque o para después de un tuya-mía, divisar a Griezmann en la mediapunta. Esa jugada no acabó en gol porque Saúl no empaló bien el centro templado de Correa, de nuevo, exquisito, al segundo palo.
Se fue el Atlético al intervalo en plena crecida. Y regresó con el mismo plan, solo afectado por la lesión de Giménez, al que remplazó el novato Montero. Otro central que apunta a sólido. De nuevo, se impuso la templanza para dejarle la pelota al Dortmund y esperarle. La agazapada y tensa espera para volver a cazar a traición al contrario. No encontró un agujero el Dortmund. Apenas tuvieron efecto la entrada de Larsen por Pulisic y de Götze por Alcácer. Un cabezazo de Weigel fue el mayor apuro que pasó Oblak. Si tuvo trascendencia la presencia de Gelson. Quiso buscar Simeone su velocidad a cambio de la referencia más clara que era Kalinic. Y la encontró. Una pelota ganada por Saúl en su área, la echó larga para Gelson, que a la carrera vio por el rabillo del ojo a Thomas, y este a Griezmann. El francés, culminó la contra con un disparo raso y cruzado. Se besó el escudo con un gol que cerró el partido y homenajeó la gran seña de identidad del Atlético para éxtasis de su entrenador: el contragolpe.
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