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Bale, en su planeta

El seleccionador galés, Giggs, descarta a su estrella frente a España por “fatiga muscular”, aunque reconoce que él quería jugar, pese a haberse sentido indispuesto con el Real Madrid

Gareth Bale, durante un partido con Gales.
Gareth Bale, durante un partido con Gales.Tim Goode - PA Images (Getty)

El autobús que trasladó a la selección española del aeropuerto a la ciudad de Cardiff, este miércoles, atravesó el valle de Glamorgan en el corazón del país de Gareth Bale. Los apriscos separaban un minifundio tras otro, las ovejas pastaban inmóviles, y el sol hacía brillar los greens de innumerables campos de golf, recordando la verdadera pasión del capitán del equipo galés. Bale ha dicho que le gusta más hacer un swing que pegarle a un balón pero después de 20 lesiones en cinco años su seleccionador, Ryan Giggs, le ha recomendado que deje de blandir los palos para evitar que sus músculos se contraigan innecesariamente desencadenando problemas que a veces ni los médicos logran determinar. Infortunios levísimos, casi siempre invalidantes, como la “fatiga” que, a falta de mejor determinación clínica, le atribuye el parte oficial del Real Madrid después de que pidiera salir del campo en Mendizorroza, el sábado pasado, en los últimos compases de un partido encaminado a la derrota.

“Gareth es extremadamente dudoso para mañana”, dijo Giggs, que definió la situación en el lenguaje universalmente escarpado que caracteriza al fútbol contemporáneo y, en particular, al hombre del momento. Pocos jugadores han resultado más misteriosos que Bale, de forma que su participación en el amistoso de su selección contra España este jueves en Cardiff (La1, 20.45 horas) queda forzosamente entreverada de una realidad inescrutable.

“Arrastra una fatiga muscular”, añadió Giggs, incapaz de disimular que le incomodaba explicar algo que él mismo no se acababa de explicar. “No es nada muy serio. Lo estamos monitorizando a diario. Tendrá un 50% de posibilidades de jugar el próximo martes contra Irlanda. Evidentemente, no asumiremos ningún riesgo. Por supuesto que estamos en contacto con el Madrid. No hay nada de qué preocuparse. Haremos lo mejor para Gareth”.

Bar deportivo

Giggs comprende los tintes políticos y éticos del asunto que tiene entre manos. No quedaría bien que Bale, oficialmente fatigado con el Madrid, se ponga a jugar contra España un partido sin consecuencias deportivas que, en caso de accidente, podría suponerle una lesión que le impida socorrer a su club cuando atraviesa su periodo más crítico de la década.

Bale desea saltar al campo. A sus 29 años es el capitán, es un icono del deporte galés, y es consciente de las responsabilidades futbolísticas y comerciales que conlleva. Hace poco fundó en Cardiff el Elevens Bar & Grill, establecimiento que pretende reflejar el espíritu del propietario. Las paredes están cubiertas de camisetas y pantallas de televisión que emiten programación deportiva ininterrumpidamente, amalgamada con una música estruendosa, y en donde se sirven hamburguesas y cerveza. La pinta de Bale Ale ronda las cinco libras esterlinas.

Pocas figuras han sido capaces de producir más riqueza a cambio de más expectativas insatisfechas. Bale costó 100 millones de euros al Madrid, traspaso récord en 2013, sin que los analistas más prestigiosos de Europa lo valorasen en más de 70. Hasta entonces no había ganado nada importante. Desde entonces metió los goles más llamativos de las finales de la Champions de 2014 y 2018, y ha sufrido 20 lesiones musculares que le han mantenido de baja en 74 partidos, en muchas ocasiones por precaución o por aprensión.

Sergio Ramos, capitán de España y del Madrid, ha definido al vestuario de su club como una “familia”. La armonía reinante entre los miembros del grupo desde la destitución de José Mourinho en 2013 apenas ha sufrido alternaciones y ha asimilado a todo tipo de personalidades. Pacífico y educado, Bale se ha sumado a la comunidad sin mezclarse. En el camerino no hay nadie que asegure que el hombre esté genuinamente integrado. Solo mantiene relaciones personales con Modric, a quien conocía de Inglaterra, apenas se ha molestado en chapurrear el español, y los empleados del club le consideran “un buen tío” que va “a su bola”. Gana el sueldo más elevado de todos (15 millones de euros netos anuales) sin que sus colegas le ubiquen ni de lejos entre los jugadores más importantes o más respetados. Uno de ellos le califica de “vividor”. Con cariño.

La situación actual de Bale es más desconcertante que nunca. Fuentes de la plantilla del Madrid aseguran que pese al relieve que le confiere la directiva como heredero de la bandera que portó Cristiano, él persiste en la posición de relativo aislamiento en que se instaló en 2013. Dicen que todo lo que rodea a su estado físico permanece oculto. Algunos de sus compañeros admiten desconocer la naturaleza de los últimos percances fibrilares por los que solicitó ser sustituido en el derbi ante el Atlético y en la visita al Alavés. Se encogen de hombros. Le definen como un “buen trabajador” y “una persona correcta”, pero reconocen que su marcado carácter introvertido y su escaso conocimiento del idioma rebajan su nivel de comunicación al mínimo.

Bale es noticia más por lo que no hace que por lo que hace. Este jueves recibe a España en su casa.

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