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Niko Sherazadishvili, el ‘ángel’ del yudo

El yudoca, de origen georgiano, gana el primer oro mundial español de la historia en categoría masculina

Lorenzo Calonge
Nikoloz Sherazadishvili celebra el título.
Nikoloz Sherazadishvili celebra el título.ZURAB KURTSIKIDZE (EFE)

El primer título mundial del yudo masculino español tiene uno de esos infinitos nombres georgianos, Nikoloz Sherazadishvili, aunque su entrenador lo castellaniza y acorta: “nuestro ángel”. Así se refiere a él Quino Ruiz, una eminencia de este deporte en cuyo gimnasio de 120 metros cuadrados de un pueblo de Madrid (Brunete) –“algunos países se morirían de risa al ver la instalación”, asegura- se ha fabricado este triunfo histórico. Hasta el lunes, solo lo habían conseguido para España dos mujeres (Isabel Fernández y Miriam Blasco), y hace más de dos décadas.

El camino de Niko (así le conoce el gran público) a lo más alto en la categoría de -90 kilos en la cita de Bakú (Azerbaiyán) resultó especialmente pedregoso. En su itinerario se topó con un ganador de plata olímpica, un campeón de Europa, un yudoca que le había superado en los cuatro combates previos y el campeón panamericano. Sin embargo, su técnico lo vio “muy claro” tras el segundo rival, el ruso Mikhail Igolnikov.

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Contra él había caído en las semifinales del Europeo la pasada primavera, así que la victoria supuso una revelación para Ruiz. “Ahí supe que sacaba medalla, y que probablemente sería el oro”, confiesa su entrenador. Fue un triunfo agónico, con las semifinales y la final decididas en el tiempo extra, y el combate por el título ante el cubano Iván Felipe Morales perdido a 40 segundos del final.

Su vida, en sus 22 años, ha sido tan espinosa como su trayectoria en Bakú. Con 13 años emigró a España con sus padres y su hermano mellizo Sandro. La situación política en Georgia (su progenitor ocupaba un puesto político) les empujó a hacer las maletas. Allí se quedaron sus hermanas al cobijo de los abuelos. Pero su padre nunca se acostumbró a la distancia: “Sufría bastante y le entró un poco de depresión. Empezaba a estar delicado de salud. Al final, se volvió”, explica Quino Ruiz. Sin embargo, poco después de regresar, hace un año, falleció. “Yo he pasado a ser su padre”, dice su entrenador. “Es el hijo que todos soñamos. Lo ha pasado mal”.

Y hace un mes, en la antesala del Mundial, otro golpe: un primo hermano de 23 años con el que estaba muy unido murió de repente. Ahora, dice su técnico, su intención es traerse a España a su madre, que ha estado yendo y viniendo estos dos últimos años, y a sus hermanas, una arquitecta y otra soprano.

"Aquí no se descansa"

En Georgia, Niko compatibilizaba el yudo y el waterpolo, pero en España se decantó por el primero. “Todavía me acuerdo cuando entró al club, era un chavalillo. Venía de uno que no le gustaba cómo se entrenaba. Le habían hablado del nuestro y sabía que aquí no se descansaba, ni en Navidades, ni en puentes, ni en verano. Nosotros no solo enseñamos yudo, enseñamos la vida”, sentencia Quino Ruiz, el yudoca español que consiguió el primer metal masculino en un Mundial y bajo cuyas alas se han gestado varias medallas.

Sherazadishvili, que tuvo que dejar de competir dos años en categorías inferiores a la espera de obtener la nacionalidad española, se había quedado dos veces a las puertas del Mundial júnior. “Tiene todas las características que se le piden a un yudoca”, apunta su preparador, que habla de él con auténtica devoción. “Es trabajador, constante, listo, fuerte, tiene técnica…”. Ahora, como número uno del mundo en su categoría, tiene muy claro el objetivo: el oro en los Juegos de Tokio 2020.

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