El Atlético nace desde el centro
La dupla Koke-Rodrigo lanzó a los rojiblancos ante el Mónaco con un ejercicio de precisión en el pase y de armonía en la contención
Cuando el martes en sala de prensa del Stade Louis II de Mónaco Diego Simeone pronunció en varias ocasiones las palabras "gran partido", lo hizo no solo con la intención de describir lo que a su parecer acaba de suceder sobre el césped, sino con la voluntad de que tan escueto resumen quedase claro en la memoria de los jugadores en forma de patrón de comportamiento para el futuro. La consecución de la remontada, la segunda de la temporada tras la Supercopa de Europa y la cuarta en Champions (1-2 al Dortmund en 1996, 1-2 ante el Oporto en 2013 y 1-3 frente al Chelsea en 2014), sirvió de mayor estímulo para un equipo necesitado de un impulso que le ayudase a dejar atrás un comienzo de liga irregular. Lograron la victoria los rojiblancos (la 30ª con Simeone en el banquillo) a partir del buen funcionamiento de sus centrocampistas, especialmente de Koke y Rodrigo, capitales no solo en la creación sino en la contención de las escasas jugadas de peligro que generó el Mónaco, y a la verticalidad de Correa y Griezmann, creadores de las mejores oportunidades de juego para un ataque que no se vio limitado únicamente a la creatividad del francés.
Si bien el planteamiento sobre el césped resultó el mismo que frente al Eibar (con las novedades de Lucas y Correa), un falso 4-4-2 de partida que pronto se transformó en un 4-3-3 sin banda izquierda, la ejecución funcionó mejor. Hizo falta que el error de Saúl en el gol del conjunto francés le hiciera ver lo que supone interpretar mal la posición de centrocampista de contención. Con un césped en rebeldía, lleno de pequeñas madrigueras, el Atlético afinó la puntería tras el golpe y observó la posibilidad de crear sin necesidad de sobrecargar las jugadas. Elaboró más que el Mónaco, 589 pases a 396, pero aseguró las transiciones (83% de precisión) lo que le permitió no solo disolver los ataques del Mónaco, sino bascular de un lado al otro del campo con eficacia. Entre Koke y Rodrigo iniciaron el juego (83 y 82 entregas con éxito) y se adueñaron de la parcela central por la que rebañaron 23 balones entre ambos, la mayor del encuentro. Su presencia no solo catapultó el juego de ataque del Atlético, sino que demostró una sincronización tan eficaz como estética de la que se benefició especialmente Griezmann, menos obligado a retrasar su posición sobre el campo. "Antoine apareció donde tiene que hacerlo, cuanto más cerca del área más peligro crea", apuntó SImeone.
Empatado el partido con el gol de Costa en la mejor jugada de ataque de los rojiblancos (colocó once balones a la espalda del rival, por ninguno del Mónaco) y consumada la remontada con el cabezazo de Giménez, la puesta en escena de la segunda mitad contribuyó a controlar el pulso del encuentro. La caída de Saúl a banda izquierda lo aisló de la conversación central, pero ayudó al equipo en la contención de Sidibé, que si bien no estuvo del todo acertado, sí fue el jugador del Mónaco que más trató de participar en el juego (89 toques).
Con la pelota controlada y la posesión de cara (del Atlético en los dos periodos) la defensa adelantó la marca situándola a poco más de 30 metros de la portería de Oblak, lo que redujo los espacios de ataque para el Mónaco y permitió una fluidez aun mayor en la salida de balón del Atlético. "Juanfran y Correa realizaron un gran trabajo por la banda derecha. Ángel lleva cuatro más con nosotros, mucho más tiempo que Lemar, y está más integrado en el sistema", elogió Simeone a sus jugadores justificando de paso la suplencia del francés. El argentino, aclimatado a su nueva demarcación de interior, fue el que más balones filtró al área (4) seguido de Griezmann (3), asistente en el tanto de Costa. Semejante embotellamiento controlado obligó al Mónaco a lanzarse al ataque, pero ahí apareció la fortaleza aérea del Atlético personificada en Giménez, que completó seis despejes de cabeza de los 16 centros que envió el Mónaco al área de Oblak y marcó su primer gol en Europa, el séptimo con la camiseta rojiblanca.
La expedición del Atlético abandonó las entrañas del estadio francés con gesto de alivio y con una especie de sentimiento de agradecimiento a unas instalaciones en las que siempre encuentra consuelo, no en vano, en él conquistaron las Supercopas de 2010 y 2012. Uno de los más sonrientes fue Rodrigo, seguramente dándole vueltas a su "gran partido".
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