El Madrid más convincente abruma a la Roma
El equipo de Lopetegui expone un gran juego coral, tres golazos y el sello de Keylor y Mariano
El campeón de Europa se puso en marcha como un equipo con mayúsculas. No fue un Madrid de pegada. Tampoco un Madrid de fogonazos. Frente a la Roma se desplegó un orfeón. Un Real coral de Keylor a Mariano, protagonistas en una noche con muchos protagonistas y tres golazos. Nadie desafinó. La noche era templada en Madrid, pero a la Roma le cayó una tromba considerable, máxime en el primer tramo. Anegada en su campo, el Real colonizó a un equipo italiano blando sin la pelota y tieso con ella. Al conjunto de Lopetegui, recreativo y gremial, solo le faltó puntería.
Dieciséis remates en el primer acto (una treintena al final) no le bastaron al cuadro local para descorchar a su rival romano, solo vencido en el último parpadeo antes del descanso por Isco. El malagueño se ajustó el frac y dio un pase a la red desde una posición centrada en la balconada del área de Olsen. El sueco se quedó como una estalactita. Una ejecución messiánica. Y merecida, porque fue el propio Isco quien sufrió el atropello que dio origen a la falta. Y no una falta fruto de un lance rutinario, sino de una virguería entre el andaluz y Benzema.
El gol solo fue una derivada de la elocuente superioridad madridista. Lógica por su capacidad futbolística; ilógica por su pírrica ventaja en el marcador llegado el intermedio. Desde el primer silbido arbitral, el Madrid le había tirado el fútbol a la cara a su espantado adversario, que no espabiló algo hasta regresar del descanso.
La Roma, novena en la Serie A, ha arrancado el curso con aire momificado. Hasta el punto de que Di Francesco, su técnico, busca pócimas donde sea. Por ejemplo, entre los reclutas juveniles. Caso de Zaniolo, un chico de 19 años que ha llegado a la Luna sin haber pisado la Tierra. Sin haber debutado en la élite del calcio ya no tiene que fabular: en lo que va de septiembre ha sido convocado por la absoluta italiana y ha pisado el Bernabéu. Zaniolo nunca olvidará la jornada en La Castellana. Sus brigadas debieran no rebobinar jamás el primer periodo.
No hubo futbolista del Madrid que mereciera una tacha. Por supuesto, tampoco Keylor, que fue el Keylor fiable y crucial de siempre. Habrá que esperar para saber si Lopetegui, portero en sus años mozos, ha decidido replicar la alternancia en la portería impuesta por Ancelotti en la temporada 2013-2014. Entonces, Diego López fue el guardián en la Liga e Iker Casillas en la Champions y la Copa. El experimento resultó en los torneos cortos, pero no tuvo recorrido. Para rumiar su soledad, los porteros requieren convivir a menudo consigo mismos sobre el césped.
Lopetegui no solo agitó la portería. Respecto al equipo de San Mamés, también dio un relevo a Asensio en favor de Isco y envidó con Casemiro desde la madrugada del partido. Todo funcionó. Kroos y Bale marcaron el paso ya antes de los tres minutos. Un pase clínico del alemán lo cerró el galés con un trallazo que no cruzó la meta por un pulgar. Fue el inicio de una catarata de ocasiones locales. El Madrid jugó, negó a la Roma y cargó y cargó contra la meta de Olsen. Con Carvajal tan expansivo como suele, Kroos y Modric a los violines, Bale sin intermitencias, Isco sin rodeos... Y Ramos y Varane sobrados para marcar fronteras. Un Madrid redondo con la pelota y en su ausencia, al que solo le faltó dinamita. Movió la pelota con fluidez, sin desdeñar un solo toque y con una subida de volumen al acercarse a la periferia de Olsen. Y no se descamisó en defensa. A la Roma del irrelevante N’Zonzi le quitó la pelota y el ánimo durante todo el primer episodio.
Como al fútbol le puede cambiar el paso un instante inesperado, la Roma buscó el suyo al comienzo del segundo tiempo. Se topó con Keylor y el Madrid recuperó el pulso, aunque el duelo ya fuera de ida y vuelta. Del sosiego definitivo se encargó Bale. Tras estallar el balón en el larguero romanista, el británico pidió cita a Modric, que tenía uno de esos días en los que es un simposio de fútbol por sí mismo. El croata le mensajeó una asistencia ilustrada que puso a Bale frente a Olsen, al que dejó en la lona con un zurdazo. Al mayor empeño de la Roma no solo respondió Keylor. Nunca se diluyó Modric, ni Kroos y demás camaradas. A la fiesta se sumó Asensio, autor de una ruleta en los morros de Olsen que de haber acabado en gol hubiera quedado para la eternidad. Y no digamos Mariano, que selló el gran partido del Madrid con un gol —golazo— de bandera. El guiño que el madridismo estaba esperando: no está Cristiano, pero Bale y Benzema quizá no estén solos. Sin CR: todos fueron uno.
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