Los árbitros dan la cara
Los colegiados, un colectivo tradicionalmente muy cerrado, debaten por primera vez sobre su labor, un aperturismo que coincide con el revolucionario estreno del VAR
La escena es inédita en el fútbol español. El jefe de los árbitros convoca a la prensa una vez jugadas tres jornadas de Liga para hablar del trabajo de los colegiados. Un gremio tradicionalmente blindado, para el que cualquier actor ajeno era casi un enemigo, de repente se abre al exterior. Lo hace con esa cautela de quien ha estado mucho tiempo encerrado y abre la puerta de un mundo nuevo, receloso de lo que va a encontrar. Pero se abre. “Hemos querido acercar al colectivo arbitral al entorno que nos rodea y responder a una demanda histórica”, explica Carlos Velasco Carballo, de 47 años, presidente del Comité Técnico de Árbitros. Le acompaña Carlos Clos Gómez, de 46, responsable del videoarbitraje (VAR), la revolucionaria herramienta que ha estrenado este curso LaLiga.
Los dos exárbitros hacen balance del uso de la tecnología. “Estamos muy satisfechos del rendimiento de los colegiados, de su nivel de acierto y del seguimiento de las directrices, y en particular del VAR. El éxito ha sido evidente, aunque es una satisfacción moderada, humilde. La Liga es muy larga”, dice Velasco, que dirigió 218 partidos en Primera, además de 66 duelos internacionales.
“¡Carlos, gol, gol, gol, gol!”, y 25 segundos para cambiar de decisión
Como parte de los nuevos aires en el Comité Técnico de Árbitros, Velasco Carballo y Clos Gómez emitieron un vídeo con tres acciones en las que intervino el VAR, junto a las conversaciones que mantuvieron el árbitro del partido y el árbitro del VAR en esos momentos.
El primero fue el gol fantasma de Granero en el Espanyol-Valencia (2-0). El colegiado, Carlos del Cerro Grande, no vio que el balón había superado la línea de meta en el lanzamiento de falta. “¡Carlos, no reanudes, no reanudes! Estamos chequeando”, le soplaron por el pinganillo. Y tras un breve silencio... “¡Carlos, gol, gol, gol, gol! ¡Es gol!”. El Comité pide que al menos se diga tres veces la palabra “gol” para evitar confusiones. La acción fue especialmente rápida: solo 25 segundos para cambiar una decisión que era equivocada.
También falló Antonio Mateu Lahoz en el Rayo-Sevilla (1-4) cuando señaló fuera del área una falta que fue dentro. “¡Toño, es penalti, es dentro! ¡El pisotón es dentro!”. El valenciano rectificó. “Muchas gracias, chicos”, dijo. El VAR aclaró otra jugada polémica en el Alavés-Espanyol (2-1), dirigido por Ignacio Iglesias Villanueva. “No reanudes, Nacho. Lo estoy viendo”, le avisaron tras un saque de esquina. “Te recomiendo que vayas a verlo porque el número cinco del Alavés [Laguardia] está agarrando muy claramente al delantero del Espanyol [David López] estando el balón en juego”. Tras acudir a la pantalla... penalti.
“El VAR es un gran cambio”, explica Velasco, “y la gente se ha adaptado al nuevo fútbol con una rapidez y una amabilidad que yo no esperaba”.
En 29 partidos de LaLiga (tres jornadas excepto el aplazado Rayo-Athletic), el gran hermano arbitral ha revisado 364 acciones, a una media de 12,55 por encuentro, con el objetivo de comprobar si se había producido un error en la decisión del juez. Y solo en 10 ocasiones la intervención del VAR sirvió para cambiar de dirección: tres mediante la revisión de la jugada en el monitor, y siete en las que el árbitro siguió las recomendaciones de su colega en la sala de vídeo. De esa decena de jugadas, siete fueron acciones de goles (cinco fueras de juego, un tanto fantasma y una falta previa), dos acciones de penalti y una confusión de identidad. Es un rearbitraje cada 2,9 encuentros, en el promedio internacional.
Menos protestas y simulaciones
El centinela de vídeo ha propiciado que se registre el número más bajo de tarjetas amarillas desde 1991: 4,34 por encuentro, por las 4,17 de hace 27 años. El descenso se nota especialmente en las amonestaciones por protestar (un 28% menos que el curso pasado a estas alturas; 14 frente a 10) y por simular (un 75% menos, cuatro frente a solo una). Hoy los futbolistas se lo piensan dos veces antes de levantar la voz o de un repentino desvanecimiento, conscientes de la presencia de ese radar que todo lo ve. La fórmula se ha estrenado con tan buena salud que el Comité Técnico de Árbitros celebrará en Madrid el primer curso de instructores VAR de la FIFA.
El videoarbitraje ha cambiado el juego tal y como lo conocieron Velasco, Clos y sus colegas de profesión. Y se ha sumado a ese aperturismo que hoy publicitan los árbitros. “Los jugadores y los entrenadores ya nos veían como deportistas. Ha cambiado la percepción de la sociedad hacia nosotros. La gente de la calle nos ve cada vez más cercanos”, explica Velasco.
“Lo que ha cambiado más es el comportamiento de los jugadores. Eso provoca que haya menos polémica. Y el aperturismo es muy positivo. Nunca ha habido nada que esconder. Si estás en una burbuja, parece que escondes algo. Eso es lo que pasaba con los árbitros. Parecíamos un gremio cerrado, opaco, enfrentado al mundo. Los tiempos han cambiado. En la época de las redes sociales y todo el mundo conectado, no tiene sentido esconderse. Ha habido una evolución. Antes no se hablaba nada”, añade el exárbitro Eduardo Iturralde.
Hoy los árbitros dan la cara. Velasco anunció que los colegiados hablarán sobre su labor durante un seminario que se celebrará en noviembre. Otro paso más en este cambio de piel. “Se demuestra que somos humanos. Los árbitros no somos tan raros”, aporta Luis Medina Cantalejo, 26 años con el silbato y actual director de la Comisión Técnica de Árbitros. “¡Yo después de un Barça-Madrid no podía hablar! Recuerdo aquel de 2002 cuando le lanzaron a Figo hasta la cabeza de un cochinillo. Entonces no había tecnología y aquello lo tuve que solventar yo solo ahí abajo. Ahora con el VAR hay menos errores y los que se producen se pueden rectificar. Eso nos ayuda porque siempre se nos ha visto como un bicho raro. Con 18 años si le decías a los amigos que ibas a ser árbitro, lo veían extraño. Y esos inicios en regional son duros. Te juegas el cuello en los pueblos. Hoy que soy padre y tengo a mis niños jugando lo veo. El pequeño tiene 12 años y creo que dentro de él tiene ese runrún... ¡Sería la cuarta generación de un Luis Medina árbitro!”. Las nuevas generaciones ya verán otro fútbol.
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