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Alienación indebida
Columna
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Malcom, otra razón para odiar al fútbol moderno

El fichaje el brasileño pone en entredicho el desembolso realizado por Dembélé, así como las verdaderas intenciones del Barça en aquel momento de zozobra

Rafa Cabeleira
Malcom besa el escudo del Barcelona en su presentación.
Malcom besa el escudo del Barcelona en su presentación.Manu Fernandez (AP)

A Antonio Ubaldo Rattín empezaron a tentarlo algunos equipos de Buenos Aires tras destacar en los Campeonatos Juveniles Juan Domingo Perón. Él mismo lo cuenta en diferentes entrevistas. Chacarita llegó a ofrecerle una bicicleta o cinco mil pesos de la época por estampar su firma en un contrato profesional y Tigre, el club de Victoria, se comprometió a regalarle un traje completo, incluida la ropa interior, la camisa y la corbata. El interés de estos clubes provocó la reacción de Bernardo Gandulla, por entonces prócer del fútbol formativo xeneize, quién trató de convencerlo con poco más que el prestigio del club y buenas palabras: “Pibe, venga a Boca porque usted tiene condiciones y va a triunfar, no tenga duda”. El Rata, sin embargo, terminaría aceptando la oferta bostera por una razón que nadie podía imaginar: simplemente le gustaba la combinación de colores del uniforme.

Nada conocemos, por ahora, sobre los gustos cromáticos de Malcom pero cabe suponer que siente una mayor predilección por la equipación azulgrana que por la giallorossa. Sí se sabe, en cambio, que con su madre embarcada en un avión rumbo a la Ciudad Eterna, el Barça irrumpía en escena y el futbolista brasileño desempeñaba la palabra dada para viajar hacia España, un movimiento agresivo que desató cierta euforia entre las altas esferas del club. “Ha sido una operación de manual, demuestra que algo ha cambiado en el área deportiva”, confesaban ayer a este mismo periódico. El dardo contra Robert Fernández resulta tan evidente, tan demoledor, que cualquiera puede imaginar al otrora empleado abandonando su despacho con la Enciclopedia de los Jóvenes Castores metida en una caja de cartón.

La llegada de Malcom, más allá del enredo administrativo, se antoja una contratación lógica tras el corte de mangas virtual de Griezmann. Con el tiempo, los aficionados del Barça hemos aprendido que no importa tanto lo que se ficha como lo que se pretende fichar y, al menos en este caso, parece evidente que la secretaría técnica tenía definidas las necesidades deportivas de la plantilla. Su fichaje pone en entredicho, eso sí, el desembolso realizado hace un año por Dembélé, así como las verdaderas intenciones del club en aquel momento de zozobra pero, por encima de todo, llena de razones a quienes proclaman cada día su odio hacia el fútbol moderno.

Así, frente a las conductas etéreas de hoy en día, se agigantan las figuras legendarias de deportistas rectos, adultos y consecuentes como Rattín, un tipo capaz de mantener su palabra tanto fuera como dentro del campo. Cuentan que, en un partido contra Brasil, después de que Pelé derribase al Chino Mesiano de un cabezazo, harto de sus marrullerías, el Rata se acercó al seleccionador Minella y le solicitó un cambio: “Don Pepe, meta a Telch que del negro me encargo yo”. A la primera oportunidad, esperando el lanzamiento de un córner, el brasileño le propone un pacto entre caballeros: nada de golpearse sin el balón de por medio. “Usted juegue tranquilo que yo, sin balón, no le voy a pegar”, contesta el argentino. Huelga decir que cumplió lo acordado y al día siguiente, después de caer derrotado en Pacambú con estrépito, se presentaba Pelé en el hotel de concentración albiceleste para disculparse con Mesiano y felicitar a Rattín. Eran tiempos mejores, supongo, pero siempre podremos agarrarnos a anomalías como Andrés Iniesta o Francesco Totti para, unos y otros, concedernos el beneficio de la duda.

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