Raúl, selección
Del mismo modo que una casa no es un hogar, una selección nacional no es un club
España no existe. Solo existe un país llamado Barça-Real Madrid. No me refiero a la selección que tampoco sino a todo porque todo es Barça-Real Madrid. Un Parlamento, una tertulia, la publicidad de un banco o acoger a refugiados. Todo es este choque cansino, eterno y cateto entre nacionalismo castellano y catalán. Cualquier cosa se reduce a ese manual en el que todas las preguntas tienen respuesta y todas las respuestas son antónimos. Si en la selección de España compitieran jugadores de otros equipos un debate futbolero sobre cómo ajustar un sistema con los hombres que tienes sería eso: un debate y no una discusión territorial. O lo mío o pincho la pelota.
En el partido ante Rusia, Isco, el Sombrerero Loco y Busi, la Liebre de Marzo se hartaron de pasar la bandeja por las mesas pero nadie merendó. No lo hizo Costa que fue como el primo que tu madre te decía que saliera con vosotros esa noche. No era culpa suya pero estorbaba, se aburría y te amargaba la noche. Pero tu madre contenta: no perdiste al primo, Iniesta en el banco y a las 12 en casa. Porque el tema no era clasificarse de cualquier manera sino hacerlo a mi manera: con los míos jugando, brillando y gol de Ramos a la salida de un córner en el minuto 90. Feliz Día de No Clasificación, España.
En sectores de la prensa capitalina, como en el búnker de Berlín, la emisión de propaganda acabó por intoxicar. Pareció que el Real Madrid participaba en la Copa del Mundo, un torneo de selecciones nacionales hasta ese momento. La confusión fue tal que hasta Florentino Pérez se llevó al entrenador como si se hubiera equivocado de llaves del coche. Cuando se dio cuenta, no las devolvió. Si todo es suyo ¿qué más da? Pon la Sexta Deporte y arread a Rubiales.
Del mismo modo que una casa no es un hogar, una selección nacional no es un club. Es más que probable que a la prensa mostrenca gala les encantaría que su selección la compusieran varones blancos, amigos del Pernod y fans de Benjamin Biolay y que Mbappé fuera Alain Delon. Pero su país es otro. Su país es mestizo. Los valores de un país no botan muy bien un córner pero un chaval que igual se ve valorado dentro de una sociedad quizá pueda hacerlo. Animas a tu equipo nacional si te ves representado. Si ves ahí la complejidad de una sociedad. Las ganas de reivindicarse, de ser importante, de dar felicidad a tus vecinos, de compartir la derrota porque sabes que mañana los que estamos aquí, seguiremos aquí.
Existe un imaginario de honra sin barcos, Luis Enrique vs Tassoti y la pérfida Albión que no casaba muy bien con esos hijos de taxistas y carniceros que, al salir de clase de contabilidad jugaban al fútbol en el 2008. Eran bajitos, eficaces, técnicos y periféricos. Así —pensaban aquéllos—, uno no puede reconquistar el Imperio de Ultramar y propiciar el miedo de turcos e infieles. Tenían razón. Así uno solo podía ser moderno y vender el baile del momento al mundo. Hay que reconocer que, además, fue amargo conseguir lo que quieres servido por los que no quieres. Si en vez de Guardiola hubiera sido Míchel. Si Luis Aragonés no hubiera sido tan testarudo e indio, si a Del Bosque no le hubiera despedido Él porque le quedaban mal los Armani. Claro que gusta ganar un Mundial y dos Eurocopas pero —oh Destino cruel— ¿era necesario que fuera así? Con un sistema del equipo rival. Mayoría de jugadores del mismo equipo rival. Con goles decisivos de Torres, Puyol, Iniesta… Si hasta el portero que era suyo parecía de ellos pero, eso sí, Roma no paga a traidores (y nadie es muy feliz en Oporto). Todos sus esfuerzos fueron en vano. Se quedaron mudos gritando “Raúl, selección” y solo se empezó a ganar sin Raúl en la selección. El problema no suele ser Borges pero sí los Borgia. Suena Míchel.
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