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MUNDIAL RUSIA 2018 | ESPAÑA, 2 - MARRUECOS, 2
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

España quiere ser Italia

El problema ya no es solo de los centrocampistas sino del colectivo y la coyuntura invita a tomar decisiones drásticas del seleccionador

Iniesta cabecea el balón ante la mirada de Boutaib y Busquets. En vídeo, declaraciones de Hierro.Foto: atlas | Vídeo: Petr David Josek (AP) | ATLAS
Ramon Besa
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A la selección española se le ha olvidado jugar a fútbol y se dedica a hacer jugadas, por no decir jugaditas, a favor y también en su contra, suficientes de momento en cualquier caso para alcanzar los octavos que le enfrentarán como primera de grupo a Rusia porque Irán también empató a última hora con Portugal. La emoción invita a olvidarse del equipo y mirar al cuadro después de dar gracias al VAR.

Las cábalas distraen mucho y las dudas limitan demasiado, incluso en los partidos sencillos, sin un rival que compita por los puntos, ya con las maletas listas para dejar Rusia. Mala señal cuando se repara en muchas cosas y no se pone el foco en el juego, cada jornada peor, muy fallido ante Marruecos.

Las concesiones de España son varias y continuas desde que arrancó el Mundial. La sospecha más sorprendente recaía últimamente en los centrocampistas, protagonistas del éxito del fútbol español después de años estériles de furia porque siempre había un delantero y un defensa inglés o alemán más fuerte y más alto en el mundo y en Europa. Hasta ayer se hablaba de la edad de Iniesta, del físico de Busquets, del desgaste de Silva o de los riesgos que asume Thiago mientras descansa Koke y espera turno Saúl. La palabra músculo vuelve a sonar como solución a los problemas del equipo, demasiado vulnerable, también contra Marruecos.

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Aunque los fallos individuales se repiten, no parece ser un asunto particular, de uno u de otro futbolista, sino que atañe al colectivo porque se ha perdido sentido de equipo en La Roja. Ya no es tan compacta ni presiona tan bien como antes, con y sin Lopetegui. Los jugadores pierden el balón de forma desacostumbrada y no hay manera de frenar la permeabilidad defensiva, ni siquiera ante Marruecos. A la pifia de De Gea contra Portugal le siguió ayer la de Iniesta, circunstancia que agravó el debate sobre los medios de España.

Arrimado a la cancha ajena, más vertical y asociado a Isco, Iniesta se corrigió durante un buen rato hasta facilitar el empate, obra de Isco, ahora mismo el jugador bandera del plantel de Hierro. A su alrededor, el equipo se sobrepuso a la contrariedad y ofreció por momentos un buen repertorio, hasta que empezó la segunda parte y se cayó sin remisión, abatida por Marruecos.

A partir de entonces ya no se reparó solo en los centrocampistas, sino también en los centrales, en los laterales y en los diez futbolistas que tenían el retrovisor puesto por los nervios que contagiaba De Gea. La selección ha perdido autoridad, dominio, ritmo, orden y dinamismo, paralizada en la cancha y en el banco ante el asombro de Fernando Hierro.

No hay desmarques, ni rupturas, y menos energía, en una plantel tan calamitoso que, a falta de la necesaria intervención del seleccionador, no le queda más consuelo que disimular y jugar el papel de la vieja y ausente Italia. No hay equipo en el mundo más calificado para ganar el título que el italiano cuando se suceden las malas noticias y alcanza con el gancho la fase final de un Mundial. A España le puede valer el ejemplo de la Azzurra después de los muchos episodios vividos en Rusia y de que se le haya olvidado tener la pelota y jugar a fútbol, por más que para el recuerdo quede el taconazo de Iago Aspas.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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