Tal vez no hoy
Hay que irse, sí. Hay gente a la que sólo se educa dejándola sola
Zidane se ha ido del Madrid del mismo modo que Ilsa se va de Casablanca dejando solo a Rick en la ciudad. Porque hay una certeza respecto al amor y al club blanco: si dudas, vete. Lo experimentó Xabi Alonso hace cuatro años y su despedida la definió en este diario: “Hay que irse de los sitios cuando aún te pueden echar de menos”. En el Madrid sólo hay algo más valioso y difícil que la Copa de Europa: marcharse sin que nadie quiera que te vayas, sin nadie que te eche. Poca gente comprende que es un club en el que no se puede dudar, de ahí que Zidane dijese que no sabía si seguirían ganando, o más bien que con él al frente no seguirían ganando. Cuando uno no sabe qué hacer, debe irse. Por más dolor que deje y por más dolor que tenga. Rick se lo dice al amor de su vida. Si no se va, se arrepentirá: “Tal vez no hoy. Tal vez no mañana, pero pronto y para el resto de tus días”.
Es bastante probable que, si Zidane se quedase, al primer empate en el Bernabéu en octubre muchos no le recordasen como el entrenador de las tres Champions consecutivas y sí como un alineador sin suerte. Hay que irse, sí. Hay gente a la que sólo se educa dejándola sola. Zidane deja un agujero sentimental en la afición pero algo más grande en el vestuario: un hueco que cubrir con la delicadeza con que se desactiva una bomba atómica. Se acerca una época difícil: pronto habrá que hacer descansar a gente que nunca había descansado.
Benzema va a cumplir 31 años antes de que acabe el año. Marcelo tiene 30. Modric cumplirá 33 en septiembre. Ramos tiene 32. Ronaldo —si sigue— cumplirá 34 la próxima temporada. El club los maneja como lo haría con una dinastía. Han ganado cuatro Copas de Europa en el último lustro. Eso también quiere decir que han envejecido cinco años. Empezarán algunos de ellos a jugar los partidos de casa y las salidas más difíciles. A descansar, estima el club, unos 25 partidos al año. Y después de ellos, ¿quiénes? En el Madrid dicen que el problema no es el dinero. El problema es que no hay en el mercado un sustituto de Modric, de Benzema o de Marcelo. Ni siquiera se adivina a nadie parecido. Y por cualquiera que está a muchos escalones de ellos se piden 100 o 120 millones. Hasta los detractores de Zidane reconocían que la habilidad del francés no era sólo elegir a quiénes meter en el campo, sino también a quiénes sacar sin que se le discutiese.
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