El Atlético sobrevive al Arsenal con resistencia, coraje y corazón
Los rojiblancos logran un empate heroico tras jugar 80 minutos con un jugador menos por la expulsión de Vrsaljko y sin Simeone, también expulsado
Resistencia, coraje y corazón. El Atlético, en su ley, en sus valores, salió vivo de Londres. Contra todo lo que puede derrumbar a un equipo, con un jugador menos y sin entrenador desde los diez minutos de juego, un ambiente ensordecedor y un rival que no paró de atacar y acosarle, el equipo de Simeone arrancó un empate épico e histórico. Agarrado a su firmeza defensiva, a los vuelos imposibles de Oblak y a la frialdad y el tino de Griezmann para resolver ante Ospina, el Atlético dio un paso de gigante para meterse en la final de Lyon. De pie, desde la parte trasera del palco, Simeone siguió el partido con una mezcla de resignación e impotencia.
En diez minutos había visto cómo el Arsenal le pasaba por encima y se desataban las decisones arbitrales que le pusieron el partido cuesta arriba. Las malas entregas generaron una descomposición inicial que propició el primer bombardeo del Arsenal y también la primera amarilla a Vrsaljko por zancadillear a Wilshere. Con esa cartulina el colegiado francés Clèment Turpin ponía el listón muy bajo. Al poco, Oblak metía una mano prodigiosa para desviar un cabezazo de Lacazatte, que ya había rondado el gol tras un centro pasado de Welbeck. En medio de la cascada de juego que producían Özil, Ramsey y Wilshere, Vrasljko llegó tarde a una disputa con Lacazette y pisó al delantero francés. El árbitro le mostró la segunda amarilla al lateral croata y Simeone se endemonió. Cuando el colegiado no castigó con tarjeta una entrada de los ingleses comenzó a protestar con aspavientos y a vociferar. Quizá esté acostumbrado a que en España le consientan esas protestas, pero Turpin no se las permitió. El Atlético se quedaba con un jugador menos y huérfano de entrenador.
Desde esa orfandad tan madrugadora al equipo no le quedó más remedio que ser más de Simeone que nunca. Sin su guía espiritual jaleando desde la zona técnica y con un futbolista menos emergió ese equipo solidario y gremial. Futbolistas dispuestos a exprimirse por encima de su capacidad física para defender un resultado que mantuviera viva la eliminatoria. Se puede criticar el juego de este equipo, pero de lo que no hay duda es de que ningún otro sabe sufrir tanto en medio de la adversidad. La reconstrucción llevó a Thomas al lateral derecho, a Koke junto a Saúl en la sala de máquinas, a Griezmann a la banda izquierda y a Gameiro a buscarse la vida solo en punta.
Con ese paisaje al Atlético no le quedó más remedio que apretar filas. Se sintió agobiado, pero cómodo porque al Arsenal le dio por empezar a colgar balones al área. Ahí emergieron Godín, Giménez y Lucas para capear el acoso. Convertido en un frontón partido, el Arsenal cayó en la rutina y propició que el Atlético tomara aire para jugar algo. Griezmann tuvo un disparo tímido desde la frontal antes de tener la ocasión más clara del primer tiempo. La originó Thomas, que entendió que el contexto del choque estaba para aventuras heroicas. El ghanés tuvo un arranque pleno de potencia para sortear hasta cuatro jugadores del Arsenal y cederle la pelota a Griezmann. El disparo potente, pero centrado, lo repelió Ospina.
En el último tramo del primer tiempo se vio a un Atlético incluso dominador, con agallas para irse a presionar arriba al Arsenal pese a la inferioridad numérica. Se fueron los futbolistas del Atlético al descanso reconfortados ante la respuesta ofrecida.
La salida del segundo acto revivió de nuevo la tromba ofensiva local desde innumerables centros de los costados. También pareció ajustarse mejor el conjunto de Wenger para impedir que el Atlético pudiera progresar y generarle contragolpes. Centro a centro, el acoso y derribo dio sus frutos. Lacazette cazó uno al segundo palo y picó la pelota con un perfecto cabezazo.
No se vino abajo el Atlético pese al golpe recibido. Se hizo más fuerte en su campo con la entrada de Gabi por Gameiro y de Savic por Correa. Fue Giménez el que le puso un balón largo a Griezmann para que porfiara con Koscielny. Este trató de controlar la pelota, pero se encontró con la insistencia de Griezmann, que le rebañó la pelota y se plantó ante Ospina. El meta colombiano le sacó el primer disparo, pero el rechace ya no lo perdonó el francés. Su celebración fue junto al córner desde el que la hinchada rojiblanca había sufrido y también disfrutado viendo el desempeño orgulloso de los suyos. Aún les quedó pasar otro trago en un remate de cabeza de Ramsey, pero Oblak con otra estirada de museo certificó la resistencia del Atlético a caer.
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