Un desenlace para el recuerdo
La escena de un descuento de ocho minutos, con un penalti transformado por Cristiano para desmontar una remontada histórica y la expulsión a un mito, Buffon, en su adiós de Europa, pasa a formar parte del imaginario futbolístico
Pocos descuentos en un partido de fútbol se prolongan más allá de los tres o cuatro minutos. Es un tiempo rutinario, ya casi establecido, marcado por las sustituciones y unas cuantas acciones que se demoran más de la cuenta. El miércoles, en el Santiago Bernabéu, en la vuelta de los cuartos de final de la Champions entre el Real Madrid y la Juventus, el asistente enseñó la tablilla y cumplió con la norma no escrita: tres de añadido. Nadie podía imaginar en ese momento que dicho tiempo extra, estirado hasta los ocho minutos, se convertiría en un desenlace memorable, con el final más fúnebre posible para una hazaña histórica como la que estaba a punto de firmar el equipo italiano y el alivio más profundo y trascendente que se recuerda en la trayectoria europea del Madrid.
Fue el punto más álgido de una noche rocambolesca, no establecida en el guion, que a priori marcaba un trámite sin sobresaltos para los blancos y una despedida a la altura de un mito como Gianluigi Buffon después de 14 temporadas de quiero y no puedo en Europa. El legendario portero italiano fue uno de los actores principales de una escena precedida por un centro al área de Toni Kroos en el minuto 92:19. El balón del alemán lo cabeceó Cristiano, otro protagonista, hacia el punto de penalti, donde esperaba Lucas Vázquez para empujar el esférico y desmontar una remontada sin precedentes en Chamartín. Y ahí, 12 segundos después, se detuvo el cronómetro. El gallego se vio arrollado por Benatia y Michael Oliver, un novato pero aventajado colegiado inglés de 33 años y uno de bagaje en la Champions, señaló la pena máxima.
Una decisión controvertida y elevada ya a aquellas de discusión eterna, como el penalti que decretó Guruceta en el clásico de los cuartos de final de Copa de 1970, la mano de Maradona que no vio Bogdan Dochev en la final del Mundial de 1986 o el gol de Míchel que nunca subió al marcador en el mismo campeonato. Una polémica que amplía a un capítulo más el reciente catálogo de sucesos discutibles en Europa, con la actuación de Deniz Aytekin en el Barcelona-PSG del año pasado o la persecución de un enloquecido Didier Drogba a Tom Henning Øvrebø durante el Chelsea-Barcelona en 2009 como escenas cumbre de la polémica arbitral del imaginario colectivo de los aficionados. Aquellas, como la de Oliver, coparon las portadas de las grandes cabeceras europeas. “¡Qué robo!” y “Penalti inexistente”, denunciaba ayer el Corriere dello Sport, la única portada categórica de todas las italianas. “Champions maldita”, decía La Stampa: “Una Juve estratósferica se queda a un suspiro de la hazaña, frenada solo por un penalti en el 97”. “Con la cabeza bien alta. En el 93, un penalti de Cristiano que genera polémica”, abría el Corriera della Sera; y “Juve furiosa; Rabia y orgullo”, describía la Gazzetta dello Sport, que añadía: “Domina al Real, pero se queda fuera por un penalti muy dudoso en el 96”. Fuera de Italia, L’Èquipe hablaba de “penalti justificado”, Bild de un “empujón por detrás” y la prensa inglesa, comedida, señalaba el penalti como “controvertido y tardío”.
La pena máxima fue solo la apertura de una secuencia de cinco minutos a la que le siguió la carrera de Buffon hacia Oliver. Testigo directo de la escena, el portero, en estado de cólera, rodeó al colegiado junto al resto de sus compañeros. “Vai a cagare”, le espetó según La Gazzeta. La cara de pánico del joven inglés fue la antesala de su segunda decisión: expulsar al mito italiano. Así, con su primera roja en 114 partidos de Copa de Europa, absorbido de pleno por la rabia, fue su final en la competición. Un final tan cruel como su eterna relación con la Champions, el único trofeo de clubes que no luce en su vitrina particular. Era ya el 93:30 y, en medio del caos y el desconcierto, Chamartín se olvidó de todo y se puso en pie para ovacionar a Buffon y rendir tributo a su legendaria carrera mientras él, quizás ajeno al reconocimiento de una hinchada que ya hizo lo propio con Totti o Del Piero, enfilaba a la carrera los vestuarios.
La despedida de Gigi fue la penúltima escena de una noche en la que la Juventus burló el miedo escénico del Bernabéu y rozó la proeza. Hubiese sido el golpe más duro en la trayectoria del rey de reyes en Europa. Pero ahí, en la última imagen de un desenlace para la posteridad, Cristiano Ronaldo, el protagonista principal de la historia reciente del Madrid, envió el penalti a la escuadra, truncó la remontada de la Juventus y alargó su idilio y el de los blancos con la Copa de Europa. En el reloj, el 96:56.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.