La descapitalización del Barça
El fracaso reiterado en la Champions obliga a la directiva azulgrana a revisar una política que compromete el estilo, la identidad y el futuro de La Masia
La derrota del Barça en Roma se puede explicar de manera coyuntural, como si hubiera sido un mal partido en el peor momento de un equipo que solo había perdido tres encuentros de los 51 disputados desde la Supercopa, tan sólido y solvente que únicamente había encajado tres goles en nueve partidos de la Champions. La alineación que perdió precisamente por 3-0 era al fin y al cabo la misma que ganó por 4-1.
Jugaron muy mal los azulgrana en el Olímpico, espectadores insensibles de un encuentro protagonizado exclusivamente por un equipo gialliorossi enfebrecido y pasional, acertado y muy cambiado del que penó por sus errores en el Camp Nou. Mansos, impotentes y sin carácter, los futbolistas nunca se rebelaron y Valverde no supo leer la alineación, ni el juego y menos el partido planteado por Di Francesco.
Fuerte con los débiles y débil con los fuertes, el técnico azulgrana fue consecuente de todas maneras con sus principios futbolísticos y apostó por un cuarto centrocampista antes que por un tercer delantero en un partido trascendente, una norma desde la partida de Neymar. El partido, sin embargo, no fue un accidente, o una situación sorprendente si se repara en la trayectoria del Barcelona, especialmente en Europa.
La derrota del Barça en Roma, que compite por ser tercero en el calcio, se pudo haber dado antes contra el Chelsea, descabalgado de la zona Champions de la Premier. El contexto era preocupante por los síntomas de fatiga y vulnerabilidad que ofrecía el equipo en jornadas exigentes como la visita a Sevilla.
Aunque no perdía, le costaba ganar y algunos jugadores fundamentales no estaban en su mejor forma como Busquets, Umtiti o Messi. Los azulgrana han sobrevivido durante un tiempo de sus jugadas más que de su fútbol, muy dependientes del 10.
Nada nuevo en un equipo que envejece mal desde la final de Berlín. No ha resuelto Valverde la ecuación del jugador número 11 y su mirada ha sido más defensiva que ofensiva, esforzado en compactar al plantel después del revolcón veraniego con el Madrid. El técnico no ha fomentado la competitividad y hasta 10 jugadores han sabido que eran titulares en cancha ajena y en el Camp Nou.
El desgaste ha sido mayúsculo y ha afectado decisivamente a la Copa de Europa. Al igual que sucedió con Tito Vilanova en la temporada 2012-2013, Valverde apostó sin reservas por la Liga y la Copa del Rey cuando vio que se distraía el Madrid. A pesar de tener menos jugadores y peor plantel, los azulgrana desbordaron a los blancos en los torneos españoles para caer en la Champions cuando faltaron los goles de Messi. El éxito o fracaso del Barça ha estado en función de si en las eliminatorias marcaba o no el 10, quien en Roma cumplió su partido 100 en el torneo continental juntamente con Iniesta y Piqué.
La derrota del Barça en Roma remite por tanto a deficiencias estructurales que no se han corregido ni con la inversión de más de 500 millones en 15 jugadores desde 2015-2016. Los azulgrana fueron doblemente campeones (2009 y 2011) y semifinalistas continentales (2010 y 2012) con Guardiola mientras que al mando de Tito Vilanova fueron eliminados en semifinales por el Bayern Múnich (2013).
Los números son especialmente elocuentes en los últimos cinco ejercicios porque en cuatro no pasaron de cuartos —dos con Luis Enrique (2016, 2017), uno con Tata Martino (2014) y el último con Valverde— y en uno salieron campeones con Lucho en Alemania (2015). El hilo conductor ha sido siempre Messi. Ocurre que el 10 solo ha ganado una de las últimas siete ediciones de la Champions. La incógnita es saber si la junta ha sabido generar las mejores condiciones para el triunfo del número uno. Aparentemente la conclusión es que no, pese a dedicar los mayores esfuerzos económicos y deportivos para complacerle. La figura del 10 ha tapado las miserias de la institución presidida por Josep Maria Bartomeu.
El máximo responsable del club se ha encadenado al rosarino y sustituyó la figura del director deportivo por ejecutivos en la mayoría de las secciones profesionales, también huérfanas de títulos europeos desde 2015. El Palau pasa por una situación tan delicada como La Masia y el palco del Camp Nou es la expresión de la descapitalización del Barça. Bartomeu no ha sustituido a la vicepresidenta económica Susana Monje ni al institucional Carles Vilarrubí y proyectos como el Espai Barça son tan confusos como La Masia 360º.
El Barça se ha ido empequeñeciendo desde el mandato de Laporta al de Bartomeu, desde Txiki y Zubizarreta hasta Robert y Pep Segura, desde Puyol y Xavi —y próximamente Iniesta— hasta Sergi Roberto. El equipo ha perdido identidad y esencia, alejado de sus raíces, para ganar convencionalidad, falto de liderazgo e irreconocible en la derrota, víctima de una política de consentimiento hacia los jugadores que abandera Messi. No se sabe muy bien qué busca en el mercado ni tampoco qué necesita y, sin embargo, desde el consejo directivo se reitera un mensaje triunfalista que abona a la frustración incluso cuando domina la Liga por su falta de grandeza en Europa, dominada últimamente por el Madrid.
La eliminación continental obliga a revisar consecuentemente la política de un club que futbolísticamente se empobrece de forma progresiva, sin grandeza ni autoridad, incapaz de saber qué le conviene a Messi.
Rakitic pasa por el quirófano
Al Barcelona le llegan las malas noticias a pares. Apeado de la Champions de forma sorprendente, el equipo acumula molestias —la rodilla de Piqué, el dedo del pie de Busquets, los isquios de Messi— y desde el duelo ante la Roma tiene a Rakitic lesionado. “Durante el partido, el jugador del primer equipo Ivan Rakitic recibió un golpe en el primer dedo de la mano izquierda”, arrancaba el comunicado médico azulgrana; “las pruebas realizadas confirman que tiene una fractura en el metacarpiano de este dedo”.
El jugador se sometió ayer por la tarde a una intervención quirúrgica. “Nada de lo que preocuparse”, respondía Rakitic a quienes le preguntaban por su estado; “estoy bien y tranquilo”. A falta de la confirmación oficial, se presupone que la baja no será muy prolongada porque el futbolista podría jugar con una férula.
La ausencia de Rakitic, en cualquier caso, resulta capital para el Barcelona como indican los números, toda vez que el croata es el tercer jugador con más minutos (3.794) en la presente temporada, solo por detrás de Messi (3.965) y de Luis Suárez (3.878). “Es un futbolista que a cada año que pasa sigue siendo igual de importante para el equipo”, reflexionan desde las altas instancias del club; “es muy completo, profesional y entiende perfectamente todas las exigencias tácticas que piden los entrenadores”.
Por eso es el futbolista que más encuentros ha disputado con la camiseta del Barcelona en los últimos cuatro años. Ha participado en 206 partidos de los 230 que ha jugado el equipo. O, lo que es lo mismo, ha estado en el 89,5% de los duelos desde que llegó al Barça. “Es que es muy polivalente”, añaden desde el club. Algo que confirma Valverde porque le ha utilizado en los tres puestos del centro del campo. “Da igual dónde juegue porque siempre te va a dar buen rendimiento y eso se puede decir de muy pocos”, agregan desde las oficinas de la ciudad deportiva azulgrana.
Pero Rakitic no podrá estar en los próximos duelos. El primero, este fin de semana ante el Valencia; para el siguiente, contra el Celta, el próximo martes, es duda. Lo que no parece peligrar es su participación en la final de la Copa ante el Sevilla, el día 21. Un duelo en el que, probablemente, vuelva a estar en su sitio.
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