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CARRUSEL DE VIDAS
Columna
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Amorebieta, todo al Rojo

Tras dejar el Athletic por la puerta de atrás y pasar por Inglaterra, el jugador ha renacido en Argentina

Fernando Amorebieta, en un entrenamiento.
Fernando Amorebieta, en un entrenamiento. JUAN FLOR (AS)

En 15 días Marcelo Bielsa perdió las dos finales, la de la Copa del Rey, contra el Barcelona, y la de la Europa League, contra el Atlético de Madrid. Estaba profundamente frustrado con los jugadores que rozaron la excelencia en el Athletic Club. Así se lo hizo saber al colectivo en la charla posterior en Lezama filtrada a la prensa aún no sé con qué objetivo. Allí el rosarino se mostró decepcionado, sobre todo, con los jugadores que citó como emblema, con los que sintonizaba emotivamente y habló de De Marcos, Muniain, Susaeta y Fernando Amorebieta.

Bielsa necesitaba en el campo el corazón de este último. Un central que defiende por intimidación. De los que no se arrugan. Mucho más que eso en realidad. Tanto que se trata del jugador más expulsado de la historia del club. Contundente en exceso, pero con una zurda sólida que permitía una más que aceptable salida de balón. A Bielsa le servía y le encargó el marcaje de Falcao en la final de la Europa League. En el minuto seis, Amorebieta resbaló en el área y el colombiano aprovechó para colarla en la escuadra. Imagino que por eso lo nombró en la recordada charla, que por cierto consiguió elevar al Loco a rango de deidad entre los habituales de San Mamés.

El caso es que algo se debió de romper. El segundo año de Bielsa fue malo, peor para Amorebieta. El Athletic Club presentó una oferta que no convenció al central y acabó sus días como león en la grada después de ocho años en la primera plantilla. Acabaría por marcharse a Inglaterra, para volver a la Liga con el Sporting y bajar a Segunda.

Sin embargo, su carrera se ha reimpulsado. Su siguiente destino fue absolutamente inesperado, no solo para él. Iba a firmar por uno de los cinco grandes de Argentina y rey de la Copa Libertadores: Club Atlético Independiente.

Ha caído de pie en Buenos Aires. No le molesta que le llamen “metedor”, lo que hacen con el defensor que rasca, que se impone a la vieja usanza. Allí, por raza, se ha hecho un hueco en la afición.

Entiendo que la espina de Bucarest sigue dentro, pero se dio la gozada de llevarse la Copa Sudamericana en Maracaná el pasado mes de diciembre. El Rojo empató con Flamengo después de ganar en Argentina. Vendetta ante el brasileño Diego, el enganche que cerró el 3-0 del Atlético a los leones en Rumania.

Se calcula en cuatro millones la cifra de argentinos con sangre vasca, lo que supone la décima parte de la población. Las guerras carlistas en el siglo XIX y la Guerra Civil ocasionaron dos grandes oleadas de emigración. En la segunda fueron Isidro Lángara y Ángel Zubieta, dos grandes futbolistas que con el combinado de Euskadi jugaron en México y acabaron siendo leyendas de San Lorenzo de Almagro en los cuarenta. Amorebieta no llegará a esas cotas. Pero se ha dado una segunda oportunidad y la disfruta. En Argentina ya es un vasco más.

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