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El VAR invadirá el ciclismo en la Milán-San Remo

Un comisario verá toda la carrera en un camión con las imágenes de todas las cámaras de la RAI, en una experiencia que se repetirá en Flandes, Giro, Tour y Vuelta

Carlos Arribas
Motos y cámaras abren el paso al pelotón de la última París-Niza.
Motos y cámaras abren el paso al pelotón de la última París-Niza.JEFF PACHOUD (AFP)

El ciclismo es un deporte que solo se puede ver hablando. Muy poco de lo que se ve en las pantallas, la mínima parte de las más de cien acciones simultáneas que se suceden segundo a segundo en un espacio de más un kilómetro de carretera que se mueve a 40 por hora, es más que apariencia. Los aficionados y las gentes de las carreras –ciclistas, directores, mecánicos, periodistas—disfrutan más discutiendo por la noche y enterándose así de lo que ha pasado en realidad que delante de la pantalla. Dan otra vida a la carrera. Gozan del placer de desentrañar lo oculto, lo misterioso, sentir el clic que desencadena la acción. Otra apariencia, por supuesto.

Un lujo lento cada vez más difícil de disfrutar, casi imposible en una cultura en la que la imagen reclama la soberanía y los aficionados demandan justicia rápida y se insurgen si, por ejemplo, ven que no se castiga a un ciclista que se agarra a un coche para volver al pelotón o atacar, como aquel Vincenzo Nibali expulsado solo de la Vuelta de 2015 varias horas después de que todos vieran por la tele su acción antideportiva. Y siempre la duda: ¿los comisarios no lo ven o no lo quieren ver?

La Unión Ciclista Internacional (UCI), que acepta que no puede ver todo lo que quiere ver, ha querido responder rápido a estas nuevas exigencias y, ya el próximo sábado, ha instaurado lo que en el mundo del fútbol se conoce como VAR (vídeo arbitraje).

Durante la Milán-San Remo, la classicissima de primavera que abre el calendario de los monumentos, uno de los tres comisarios no se subirá como siempre a un coche para sumarse a la burbuja del pelotón donde su visión es tan limitada, sino que se encerrará en la caja de un camión en meta rodeado de diez pantallas de televisión por las que fluirán ininterrumpidamente las imágenes que las cámaras de la RAI capten desde sus helicópteros y motos de los 291 kilómetros que, desde la niebla del Po hasta la brisa del Mediterráneo, conforman el primer gran viaje anual del gran ciclismo.

“Con la Milán-San Remo empezamos, pero luego seguirán seguramente el Tour de Flandes y las tres grandes por etapas”, explica Juan Martín Sanz, quien, junto al holandés Martinj Swinkels (presidente) y el italiano Ernesto Maggioni, forma el jurado de la Milán-San Remo, una carrera que los últimos años termina con sprint masivo y polémica irresoluta resumida en una pregunta de muchos ciclistas: ¿Es que nadie ha visto cómo Démare en 2016 o Cavendish en 2009 se descolgaron al principio de La Cipressa, el penúltimo obstáculo antes del Poggio, y luego, en el descenso ya estaban en las primeras posiciones? ¿Es que nadie se pregunta qué hicieron para lograr ese milagro?

“Yo no estaré en el camión, será el italiano, por cuestiones de entenderse mejor con los proveedores locales”, explica Martín Sanz. “Y su cometido será alertar al presidente del jurado, que viaja en carrera, donde hay otros dos árbitros en moto, de cualquier acción que le parezca irregular. Y será el presidente el que decida”.

Aunque hasta la reunión del viernes los comisarios no advertirán a los equipos de que a partir de ahora lo verán todo, y de que mucho cuidado con lo que hacen con ciclistas tras coche, cambios extraños de material y otros detalles, los directores ya se han ido enterando, han mostrado su acuerdo y han señalado la paradoja de que será, justamente, el medio para conocer mejor la realidad el que desfigure la realidad. “Me parece perfecto. Espero que combatan sobre todo el gran mal que está influyendo en las carreras más que nada, las motos de televisión”, dice Eusebio Unzue, para quien el que un ciclista que se ha caído o ha pinchado vaya a rueda de los coches para recuperar el hueco que tenía en el pelotón es secundario. “Solo con su rebufo, una moto poniéndose a cinco u ocho metros por delante de un ciclista, son capaces de decidir la suerte de una escapada o la caza de un pelotón. Y se vio con claridad el domingo pasado, en la fuga de la París-Niza, cómo yendo por delante de los que perseguían perjudicaba a los tres de la fuga de Marc Soler, a los que solo enfocaban por detrás. Y de esas cosas se enterarán ahora bien, espero”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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