Yerri Mina pasa revista

Es posible que nacer en un lugar en el que las frutas se obtienen directamente de los árboles y no del supermercado, en el que la infancia se juega en el río y no en una sala recreativa, le dé a uno un sentido de pertenencia brutal. Por mucho que su nombre de pila, Yerry, evoque con nostalgia a Hollywood y los dibujos animados que le acompañaban cada noche en la cama, Tom&Jerry. Los Mina, sin embargo, crecieron lejos de los lujos, en un pueblo pequeño y eminentemente rural, Guachené (Colombia). De gente humilde y trabajadora, afrocolombiana, que vive esencialmente del cultivo de la caña de azúcar y que hace unos 10 años se ganó su independencia de Caloto, municipio al que pertenecía, tras una consulta popular.

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Yerry Mina (23 años), central del Barcelona desde hace menos de un mes, es el futbolista más alto de la plantilla (1,95m) y probablemente también el que tenga los pies más grandes y más anchos. Por eso, en septiembre del año pasado, aprovechó que estaba recuperándose de una lesión —fractura del quinto metatarsiano— para viajar a la sede de Adidas en Nuremberg (Alemania) a que le diseñaran unas botas especiales. Aunque sin ellas le gusta pisar cada campo al que entra por primera vez. Así —“Todo lugar donde pise la planta de vuestro pie será vuestro”— sigue los preceptos del Antiguo Testamento. Familiar —su padre, que fue portero, siempre le ha acompañado, y su tío, Jair Mina, ha tutelado su carrera—, el colombiano ya tiene en casa a su pareja, Geraldine Molina. La emoción por que su paisana Shakira les acoja en la ciudad y el equipo (así lo pedía ella en Radio Caracol) solo la supera la idea de que su novio vaya a vestir la camiseta azulgrana.

Lo hará en la zaga del Barça quizá antes de lo esperado por la lesión de Piqué, que es duda para el partido de Copa hoy (21.30, GOL y Telecinco) en Mestalla de vuelta de las semifinales (1-0 en la ida), y gracias a que su primer entrenador en el Deportivo Pasto, José Flabio Torres, le hiciera retrasar su posición. Mina, espigado, fue volante hasta que cumplió 20 años y Torres le llevó al primer equipo. “Yo había sido volante y, la verdad, él no tenía esa dinámica que se necesita en los espacios cortos. Como central le fue mejor, tenía visión de juego. Y un gran juego aéreo”, explica el técnico en conversación con EL PAÍS. Él le dio también las herramientas para ser un central moderno —“Me gusta que los equipos saquen el balón desde atrás”— y nunca le cortó las alas en ataque. “No tiene miedos y ataca bien la pelota. Últimamente buscaba mucho el gol y daba pases importantes”, analiza sobre su papel en el Palmeiras, donde jugó año y medio y anotó nueve goles en 49 partidos.

José Pékerman, seleccionador de Colombia, dijo de él que era “una de las grandes revelaciones del fútbol actual”. Le dio cancha cuando empezó a buscar hombres de recambio tras el Mundial del 2014 y el chico, además de poner a bailar salsa choke a sus compañeros, acabó marcando un gol decisivo en el definitivo 2-2 ante Uruguay para la clasificación del próximo torneo, en Rusia. El salto y el posterior testarazo son la mejor marca de su fútbol físico.

En el Barça, por ahora, deberá contener esa vocación ofensiva y ocuparse de defender. Más si su estreno se produce hoy en Mestalla. Mina está acostumbrado a un fútbol más rápido, propio de las ligas colombiana y brasileña. “En el Barcelona, que presiona alto y deja atrás unos 40 metros, sus defensas están en mitad de la cancha. Aquí no se juega tanto a la espalda, quizá eso le cueste”, apunta Torres.

Religiosos y patrióticos, su familia y su entorno viven su llegada a Barcelona como un triunfo de Colombia. “Orgullo de un país”, le escribía su compatriota Adrián Ramos, tras visitarle en Barcelona. Él no olvida sus raíces; “que es lo que te ha llevado donde estás ahora”, le decía, en un mensaje a través de este diario, su también amigo Cristian Zapata, del Milan, criado en una localidad bien cercana a Guachené. Zapata quiere verle danzar en el Camp Nou: “Ponga a bailar a esa gente, con su fútbol y como usted se mueve”. Sabe que si Yerry baila es que las cosas le van bien.