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La Real Sociedad encuentra su redentor ante el Deportivo

El equipo de Eusebio salva su mes negro a costa de un nulo equipo gallego que asumió su papel de víctima propiciatoria

FOTO: Illarramendi celebra el segundo gol al Deportivo. / VÍDEO: Rueda de prensa de los entrenadores tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: Juan Herrero (EFE) / ATLAS

Tras el frenesí desatado por el fichaje de Iñigo Martinez por el Athletic y los escalofríos del mes negro, cuatro derrotas consecutivas, con especial borrón en Villarreal, que tenía a Eusebio suspendido de un hilo de seda, la Real necesitaba un redentor. Y el Deportivo levantó la mano y se ofreció voluntario. Levantó la mano y el pie al mismo tiempo que bajaba la cabeza, en asunción de humildad en espera de un castigo que se produjo de forma progresiva como una gota malaya más paciente que el temporal que convertía Donostia en un humedal urbano.

La Real, fue un equipo progresivo, que salió aceleradísimo, frente aun Deportivo que le oponía una presión nerviosa y donde los centrales del conjunto gallego triunfaban en el juego aéreo invalidando todos y cada uno de los centros que llegaban al área impulsados por el resorte habitual de Odriozola. Porque la Real juega con un ojo cerrado, el izquierdo, allí no rebusca nada, salvo algún tránsito mientras piensa. Con el otro ojo ve el triángulo que forman Odriozola, Oyarzabal y Xabi Prieto, y poco le importa que todos los equipos sepan que será así porque así tiene que ser para bien o para mal, piensa el equipo cuando gana y cuando no.

Media hora aguantó a trancas y barrancas el Deportivo su muralla defensiva, soñando que quizá la flauta sonase en alguna galopada de su gente rápida (Gil, Cartabia, Adrián, Lucas), pero debía ser una galopada larguísima, más maratoniana que veloz para darle tiempo a salir de la cueva, mirar al horizonte y divisar a lo lejos lo más parecido a un delantero con ganas de jugarse una aventura en solitario.

Y no ocurrió. Sucedió que a la media hora Zubeldia encontró la espalda de la defensa para habilitar a Juanmi y su centro hacia atrás lo empujó a la red Willian José, que con inteligencia dejó que Bóveda se abalanzara hacia su portería mientras el brasileño se quedaba por detrás esperando la pelota. El gol de Wilian José, el undécimo en su cuenta, ratificaba las magníficas prestaciones del delantero brasileño, el juego pizpireto de Juanmi, pero sobre todo la calidad para el pase de un joven, Zubeldia, que seguramente irradió felicidad a la grada en pleno momento de exaltación realista de la cantera por todo lo sucedido.

Al Deportivo le quedaba la esperanza de encontrarse con el habitual bajonazo de la Real en las segundas mitades, cuando es capaz de perder el control del partido sin necesidad de que el rival le agobie o le incomode en demasía. Era como si acostumbrase a dejar el timón sin prevenir marejadas u oleajes. Pero al Deportivo le falta fútbol en el centro del campo (Krohn Delhi acaba de Llegar y Guilherme resulta un caballero oscuro), por los costados es blando como la línea de cal mojada y la defensa exhibe una fragilidad pasmosa. Para rematar la faena, el portero Rubén dio un recital de inseguridad que culminó encajando un libre directo de Illarramendi de 32 metros por una barrera mal puesta, una colocación suya tras la barrera que parecía un escondite más que una defensa y una decisión preconcebida de que Illarra iba a centrar que le condenó cuando decidió disparar a portería.

Ahí sí, ahí murió definitivamente el Deportivo, Eusebio aspiró el aire fresco y húmedo de Anoeta y entendió que comenzaba una nueva vida más allá de la mala racha (una victoria en 11 partidos disputados en todas las competiciones llevaba hasta ayer). Y los goles cayeron en sentido inverso a la tormenta de San Sebastián: crecían a medida la precipitación decrecía.

Canales marcó tras una jugada y pase inteligentes de Willian José, Aritz tras un resbalón de Bóveda a la salida de un córner que derribó a un compañero y dejó a Elustondo a un palmo de la raya de gol para patear la pelota con la rabia que un defensa la rompe cuando huele el gol. Y llego el quinto, otra vez de Illarramendi, que aprovechó que Rubén le quitó con la uña un sombrero de Agirretxe y que hubiera llenado de sensibilidad las tribunas de Anoeta tras el calvario del jugador.

Del Deportivo hubo pocas noticias. Un par de disparos de Lucas para que Rulli recuperase su estatus ante el público y nada más. Su papel era redimir a la Real de sus males y cumplió a las mil maravillas a su pesar. Y se fue con su cruz a cuestas.

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