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Unos sorbos de Coutinho

El atacante brasileño se estrena como azulgrana y deja píldoras de un fútbol de quilates

Jordi Quixano
Coutinho perseguido por Javi Fuego.
Coutinho perseguido por Javi Fuego.Alex Caparros (Getty Images)

La afición azulgrana se animó de una vez por todas a apoyar al Barça en el Camp Nou —casi 80.000 aficionados— porque el duelo frente al Espanyol, el enemigo vecino, era a cara o cruz después de caer por primera vez en la temporada en la ida. También los hubo que se acercaron para ver a los nuevos fichajes, quizá al central Yerry Mina en el caso de que Umtiti no saliera de la partida porque superó la semana pasada unas molestias, pero sobre todo al atacante Coutinho, que no había disputado minuto alguno porque llegó con una ligera lesión muscular. Le bastaron, sin embargo, 25 minutos sobre el tapete para mostrar que es un jugador de otra pasta, un brasileño con mucho fútbol en sus botas.

Antes de que comenzara el encuentro, el Camp Nou mostró pancartas en apoyo de los presos políticos catalanes, también un coqueto mosaico de la Grada de Animación. Pero no se apreciaron carteles a favor de Cou —como ya le conocen algunos en el vestuario—, sino que solo se vio una de Messi dibujado como si fuera un gladiador y el lema Invictus, en referencia a la temporada redonda del equipo, solo empañada la ida copera ante el Espanyol. Todo viró cuando Valverde reclamó a Coutinho. El pulso de la hinchada culer se aceleró.

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Minuto 67. El Camp Nou corea con intensidad y persistencia el nombre de Iniesta, que se retira del campo tras un encuentro en el que desveló que las molestias musculares eran pasado. Acto seguido, se debieron disparar los indicadores de la escala sismológica Ritcher porque Coutinho chocó las manos con el 8 —en lo que bien pudo significar un cambio generacional para el futuro— y temblaron los cimientos del estadio. “Es un futbolista de claro perfil Barça, de tener mucho la pelota, no perderla… se parece mucho a Iniesta”, le elogió Piqué. Había ganas de ver al futbolista que se metió a toda la Premier en el bolsillo, al jugador que Klopp se negó a vender de inicio, al mediapunta que ofreció, precisamente, sus primeros destellos en Europa con la zamarra del Espanyol (lo cedió el Inter, donde apenas jugaba) como ese gol de falta por debajo de la barrera como en su día hicieran Ronaldinho o Rivaldo.

No fue extraño que la primera pelota se la entregara Messi, necesitado en los metros finales de socios ahora que Neymar ya no está. Coutinho se la devolvió a la vez que se alimentó de la jarana del aficionado, expectante de inicio y convencido segundos después porque pronto se detectó que juega a otra cosa porque lanza quiebros donde otros ven problemas, porque se asocia con facilidad cuando otros no ven el pase, porque chuta desde media distancia cuando la mayoría de los jugadores azulgrana no se animan. “Nos ayudará porque tiene desparpajo, uno contra uno, ve al jugador libre y cerca del área siempre crea peligro”, enumeró Valverde, satisfecho por sus prestaciones; “y eso que no era un partido o una situación sencilla porque el resultado estaba en el aire, pero ha empezado bien”.

Así, no se hizo esperar el 14 —utilizó el número de Mascherano, que se despidió de la afición—, y de primeras trazó una croqueta a lo Laudrup que convirtió en un caño sobre Víctor Sánchez. También pinchó un balón que bajaba con nieve y pisó la pelota al estilo fútbol sala. Píldoras de buen fútbol que supieron a poco porque el tiempo no dio para más. Aunque se le vitoreó en casi cada ocasión, como en esa en la que se cobró la línea de fondo y sacó un centro para Messi, que chutó con fiereza pero se llevó buena réplica del portero Pau. Fue la noche en que el Barça volvió a apear al Espanyol de la Copa, pero también en la que Coutinho se vistió de azulgrana.

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