Algo estamos haciendo mal
A cualquiera que ame este deporte debe entristecerle que el simple hecho de competir cause estos continuos destrozos a los tenistas y que no seamos capaces de poner fin a esta lacra
Empezar el curso tenístico con el Grand Slam de Australia es un pistoletazo de salida a lo grande. Es el momento de especular qué tenis veremos este 2018 y quiénes serán los protagonistas. Los primeros 15 días del año no han dado para más que alguna exhibición y dos torneos previos de poca relevancia. Las preguntas de rigor se hacen, pues, sobre una hoja en blanco que empieza a escribirse este lunes.
¿Repetirán Rafael y Roger Federer los éxitos del 2017? ¿Seguirán manteniendo el nivel que los llevó a levantar algunos de los trofeos más importantes del circuito? ¿Por qué no? Tiendo a deducir. Nada me lleva a pensar que no puedan repetir su tenis más competitivo y, por tanto, seguir ampliando su palmarés.
¿Qué Novak Djokovic vamos a ver? ¿Será capaz de recuperar su mejor tenis y olvidar su difícil 2017, marcado por un juego más inestable y por una lesión que lo apartó de la competición en Wimbledon? Pocas dudas tengo al respecto. Si sus problemas de codo están debidamente zanjados, todo me lleva a pensar, también, que le veremos en la disputa por las primeras plazas de la clasificación. Lo contrario sería para mi una auténtica sorpresa.
Creo que la consolidación definitiva de Alexander Zverev, Nick Kyrgios y, sobre todo, Grigor Dimitrov, les llevará a ser firmes candidatos a las primeras posiciones del ranking o a levantar un Grand Slam. Y que David Goffin, Marin Cilic, Dominic Thiem o Juan Martin del Potro tendrán también muchas posibilidades de ganar grandes partidos y acaparar titulares.
Debería ser este el momento, además, de lamentar la ausencia de algunos tenistas que siguen acusando los estragos de la temporada anterior.
Parece ser que Stanislas Wawrinka inicia el curso, pero no aún en plenas condiciones. Kei Nishikori sigue sin poder competir y Andy Murray se sometió recientemente a una operación de cadera que puede mantenerlo alejado de las canchas hasta después de Roland Garros. Y no olvidemos, tampoco, que Rafael y Djokovic han tenido que renunciar a los dos primeros torneos para asegurar su estado físico.
A cualquiera que ame este deporte debe entristecerle que el simple hecho de competir cause estos continuos destrozos. Algo debemos estar haciendo mal para que no consigamos poner fin a una lacra que mutila a los tenistas y que empeora, por tanto, una competición deportiva que desdice el principio más básico sobre el que debería sustentarse cualquier deporte: la salud del competidor. Flaco favor le hacemos a la sociedad cuando permitimos que esta cara de la alta competición sea la constante protagonista.
Muchas veces se ha acusado a mi sobrino de que su juego altamente físico ha sido el detonante de sus problemas, pero si uno hace un repaso objetivo del tipo de juego de la mayoría de jugadores que se lesionan, se verá que, por lo menos, no ha sido la única causa.
Ojalá en el 2018 busquemos soluciones a este problema, ojalá nos planteemos si no deberíamos rebajar la dureza de las pistas y la viveza de las bolas, la altísima velocidad que se imprime al juego y, en definitiva, la caída constante de tenistas como los mencionados. Sin duda, este curso tenístico 2018 sería muchísimo mejor con su presencia en las pistas.
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