Zidane, éxito sin champán
Tras convertirse en el segundo técnico con más títulos en la historia del club, en el viaje de vuelta solo se abrió una botella para las fotos
Durante la estancia del Madrid en Abu Dabi, algunos periodistas le recordaron a Florentino Pérez una imagen que dejó la Décima en Lisboa. No fue el cabezazo de Sergio Ramos, ni el centro de Modric, ni la loca celebración de Bale, ni el torso de CR. La instantánea captó un momento en la zona técnica en el que Carlo Ancelotti, el entrenador de aquel Madrid, levantaba la ceja mirando sorprendido a Zinedine Zidane, su ayudante, que gritaba instrucciones con el brazo extendido. “Madera de entrenador”, asentía Pérez en uno de los salones del Four Seasons, el hotel del equipo en Abu Dabi. Si algún extraterrestre hubiese bajado en aquel momento al césped del Da Luz, habría pensado que el entrenador era el calvo que estaba desgañitándose y no el que estaba a su lado con la mano en el bolsillo.
El sábado por la noche, mientras las conversaciones giraban en torno a si Cristiano Ronaldo era el Di Stéfano moderno, Zidane igualaba a Luis Molowny en títulos (ocho). En el descanso le recordó a la plantilla que el club nunca había ganado cinco trofeos en un año, así que, a ponerse las pilas. Lleva el técnico francés ocho de diez en 23 meses. Ha levantado un trofeo cada 14 partidos o cada 89 días.
En su afán por pasar desapercibido y por querer puntualizar siempre que el mérito es de sus jugadores, apenas se le ve en las fotos de las celebraciones. Salvo que la manteen o que irrumpan, como en Málaga, en la sala de prensa con botellas de cava. Desde que llegó al Madrid en enero de 2016, Zizou —el capitán del barco como le llama Ramos—, siempre se ha mantenido en un segundo plano. Siempre ha dejado los focos a sus jugadores. Otros, como Benítez, centraban la atención en su libreto de entrenador y se atrevían hasta a darle consejos a Modric sobre como golpear el balón.
Zidane, que ha superado a Del Bosque en títulos (siete), ha igualado a Molowny y está a seis de Miguel Muñoz (14 en 14 años). Los cuatro técnicos con más éxito en Chamartín fueron jugadores del Madrid. Y no es casualidad. Molowny, por ejemplo, siempre repetía que a los futbolistas hay que darles cariño. A sus chicos les pedía que salieran a jugar como sabían. Es uno de los mantras de Zidane: el fútbol hay que disfrutarlo porque se acaba pronto.
Molowny también fue técnico de emergencia. Sustituyó a Muñoz, Miljanic, Boskov y Amancio. A veces sus etapas en el banquillo no duraban más de dos meses. La que más, dos años. Los que cumplirá Zidane en enero. Ni siquiera quiso un acto público cuando firmó la ampliación de contrato.
En el avión que trajo de vuelta al equipo a Madrid en la madrugada de sábado a domingo, había 24 botellas de champagne y los testigos aseguran que sólo se abrió una para las fotos. Zidane, que dicen en el club que lo relativiza todo, huye de cifras y récord aunque es consciente de que si el club sólo ha conseguido sólo una vez cinco trofeos en un año es porque las cosas se están haciendo bien. La motivación y el orgullo, sin embargo, se lo dan la Liga, la competición más dificil que premia la continuidad.
Al lado de Bettoni, el técnico aprovechó parte del viaje para analizar algunas jugadas del partido. Apenas hubo festejos; saben el técnico y el equipo que la verdera prueba llega ahora, en la Liga, en la que les toca remar y duro para recuperar la desventaja de ocho puntos con el Barcelona.
Mientras en Yokohama el año pasado Zidane paseaba su cara pálida machacado por el jet lag, estos días en Abu Dabi paseó su sonrisa de siempre. Blindó a los suyos de cualquier pensamiento sobre el clásico de este sábado. Cada cosa a su tiempo. Así ha sido también la hoja de ruta de Zizou desde que llegó al club y desde que cogió las riendas del equipo. Primero fue una especie de asesor del presidente —suyo fue el fichaje de Varane— luego actuó de enlace entre la plantilla y los despachos, más tarde decidió que quería aprender el oficio y pidió trabajar con Ancelotti.
Cuando Pérez le ofreció el banquillo del Madrid, estaba en el Castilla. En el Bernabéu, primero conquistó al grupo y le devolvió la ilusión por jugar que habían perdido con Benítez, reculó con Casemiro cuando se dio cuenta de que era imprescindible para el equilibrio del equipo, dio libertad a Modric y Kroos, convenció a Cristiano a descansar, hizo crecer a Asensio y lo mimó cuando lo dejaba en la grada.
Trabajó con la plantilla que tenía sin exigir nada. El único fichaje que pidió fue el de Paul Pogba. “Si hay que hacer un desembolso muy grande, que sea por él”, dijo en verano de 2016. No se hizo y Zidane siguió trabajando igual. Algunos le tachaban de alineador de forma despectiva. Él siguió a lo suyo. De 115 partidos sólo ha perdido diez. Dice que sufre sólo cuando ve al equipo incómodo. Varios han sido esos partidos en este arranque de Liga. Empaquetado el Mundialito, Zidane quiere ahora perseguir al Barça empezando por el clásico de este sábado.
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