Luis Molowny, un canario en la leyenda madridista
El futbolista y entrenador falleció en Las Palmas a los 84 años
Fue uno de los grandes como futbolista y como entrenador. Luis Molowny Arbelo, toda una leyenda del fútbol canario y no menos leyenda del banquillo del Real Madrid, falleció el viernes en el hospital Doctor Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, a los 84 años. Ayer fue incinerado en la misma ciudad en medio de la tristeza de miles de antiguos jugadores de la Unión Deportiva, amigos y aficionados que lo recordaban como "un caballero dentro y fuera de los campos de fútbol".
Molowny era tinerfeño de nacimiento y grancanario de adopción. Nació en Santa Cruz de Tenerife el 25 de mayo de 1925. Su historial deportivo comenzó también con ribetes de leyenda: a los 15 años fue rechazado por el CD Tenerife en un casting para jugadores jóvenes. Pero el rubio adolescente no tiró la toalla y fichó por un club muy modesto, el Santa Cruz, de categoría regional. Sus cualidades como delantero (era muy rápido y habilidoso en el regate) llegaron en forma de rumores a los dirigentes del Marino FC, uno de los cinco clubs que posteriormente se fusionarían en Unión Deportiva las Palmas y que presidía el industrial Eufemiano Fuentes, y el joven Luis tuvo la valentía de plantarse en la otra isla con 17 años a probar fortuna.
Tres años después, los rumores de que en Las Palmas había un diamante en bruto llegó a la Península, sobre todo a los despachos del FC Barcelona y Real Madrid. Y aquí se acrecienta la leyenda, porque dicen que el Barcelona envió por barco a un directivo para que lograra su fichaje y el astuto Santiago Bernabéu, tras recibir un soplo de la jugada, envió por avión a Jacinto Quincoces. Dicen que a pesar de los informes negativos de éste, Bernabéu se empeñó en que lo fichara y pagó por él 250.000 pesetas de la época.
Quiso el azar que el partido en el que debutó Molowny con la camiseta blanca fuera el clásico Real Madrid-Barcelona el 1 de diciembre de 1946. Ganaron los blancos por 2-1 y el canario marcó un gol. Una vez le pregunté al periodista deportivo Antonio Lemus, amigo de Molowny y también tristemente desaparecido, a qué jugador actual podría parecerse el canario y sin pensarlo dos veces me dijo que a Emilio Butragueño.
Molowny jugó en el Real Madrid, donde era conocido cariñosamente como El Mangas, un total de 12 temporadas y marcó 89 goles. Su palmarés como jugador es espectacular: dos títulos de Liga (1954 y 1955), una Copa (1947), una Copa de Europa (1957) y una Copa Latina (1955). Fue internacional absoluto en siete partidos y jugó la fase final del Campeonato del Mundo celebrado en Brasil en 1950. De esa época es la famosa delantera española formada por Basora, Molowny, Zarra, Panizo y Gainza.
Tras colgar las botas, Luis Molowny no dejó lo que era la pasión de vida. Y lo hizo a lo grande, fichando como jugador-entrenador en 1957 de la Unión Deportiva Las Palmas, fundada ocho años antes. Cinco años después, ahora como seleccionador de la selección juvenil de Las Palmas se proclamó campeón de España. En 1967 vuelve como entrenador a la Unión Deportiva Las Palmas, logrando los mayores éxitos deportivos del club en toda su historia: tercer puesto en la temporada 1967-68 y el subcampeonato en la siguiente.
En enero de 1974 llega su etapa más laureada como entrenador, casi de forma accidental. El Real Madrid lo había fichado para los despachos, pero se convirtió en el eterno apagafuegos de las crisis deportivas. Suplió en el banquillo merengue a Miguel Muñoz, Miljan Miljanic, Vujadin Boskov y Amancio Amaro. Sus títulos como entrenador madridista tampoco tienen desperdicio: tres Ligas (1978, 1979 y 1986), dos Copas (1974 y 1982), una Copa de Liga (1985) y dos Copas de la UEFA (1985 y 1986). En septiembre de 2001, el presidente Florentino Pérez le impuso la insignia de oro y brillantes del Real Madrid.
Cuando le llegó la hora del retiro volvió a Las Palmas de Gran Canaria, junto a su mujer y sus tres hijos. Su imagen formaba parte del paisaje cotidiano de la ciudad y sus tertulias en el Real Club Náutico eran palabras mayores. El pasado jueves, un día antes de su fallecimiento, el seleccionador español Vicente del Bosque, de visita en la isla, había quedado a tomar un café en esas mismas instalaciones deportivas. La cita se suspendió. Luis Molowny había ingresado en el hospital repentinamente. Vicente del Bosque regresó a Madrid sin cumplir su deseo.
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