Un Giro para que Froome y Landa se diviertan en la montaña
Siete finales en alto y solo 45 kilómetros contrarreloj en la 'corsa rosa' de 2018, que partirá de Jerusalén el 4 de mayo
En cuanto supo que Chris Froome podría correr el Giro, a Eusebio Unzue se le hizo la boca agua y fantaseó un poco, como si fuera un aficionado más: “No sería mal sitio para que Mikel Landa volviera a enseñar la rueda trasera”.
Froome envió un videoselfie a Milán para que en la presentación del recorrido del 18 se viera su anuncio oficial, su sí a la carrera rosa. Landa, que este invierno deja al Sky donde ayudaba a Froome, y le mostraba su gran capacidad, por el Movistar de Unzue para ser líder, aún no ha dicho que sí, pero se le espera. El Giro, por si acaso, les ha anunciado un menú de montaña y escasa contrarreloj, que quizás no le guste a Froome mucho más que a Tom Dumoulin, el ganador del 17, quien presente en el directo de la presentación tuvo que esforzarse para decir que era bellísimo, pero que puede animar a Landa a dar el paso definitivo. Si el alavés se decide, serán las montañas italianas el lugar en el que vuelva a encontrarse con el Froome que le frenó en el último Tour, donde se quedó a 1s del podio.
Serán siete llegadas en alto, de principio a fin, de sur a norte, de Palermo a Turín y de Friuli al Valle de Aosta sin pasar por los Dolomitas: Etna (Sicilia), Montevergine de Mercogliano (Calabria), el Gran Sasso y su Campo Imperatore (Abruzos), Zoncolan, el Angliru del Friuli, 1.200 metros de desnivel en 10 kilómetros de subida, Prato Nevoso y Jaffereau después de la grava de Le Finestre (Piamonte), y Cervinia (Aosta). “Sí, parece mucha montaña”, dijo el dibujante del Giro, Mauro Vegni. “Pero había que ponerla para equilibrar el peso de las contrarrelojes, que cada vez son más decisivas”. Exageró un poco Vegni, quien, para disgusto de Dumoulin que en los 75 kilómetros contra el reloj de 2017 cimentó su victoria sobre el escalador Nairo Quintana, ya había equilibrado el peso de las contrarrelojes reduciendo su kilometraje 30 kilómetros de un año para otro.
El Giro comenzará con Dumoulin o Froome de rosa después de los 10 kilómetros contrarreloj por las calles de la vieja Jerusalén y solo volverá a la lucha individual en la etapa 16, con 35 kilómetros por Trento, la ciudad del concilio. El Giro son paisajes y emociones, repiten sus eslóganes publicitarios. Los paisajes variarán desde el desierto del Néguev, que atraviesan el tercer día, 6 de mayo, camino de Eilat, junto al Mar Rojo, para terminar su travesía de Israel, hasta las montañas de siempre. Las emociones, un atractivo que Italia ha patentado para su carrera, las crearán los recuerdos. En Israel no se recordará a los palestinos, a la Guerra de los Seis Días, a las anexiones, sino a Gino Bartali, justo entre los justos, que salvó la vida de centenares de judíos en la Italia del fascismo y la II Guerra Mundial, llevando escondidos en el cuadro de su bicicleta documentos falsos desde Florencia hasta Asís, donde los franciscanos les protegían. De Asís, justamente, partirá otra etapa de emociones, la que terminará en la montaña de Osimo, en Las Marcas y antes pasará por los muros de Filotrano, el pueblo de Michele Scarponi, el ciclista que murió al chocar con una camioneta que no le cedió el paso en abril pasado.
El recuerdo será también el de los campeones y sus glorias. El de Contador en el Etna de 2011 (aunque en esta ocasión se subirá por una carretera más dura, inédita en competición ciclista, hasta el Observatorio); el de Pantani y El Chava que no le pudo en el Gran Sasso de 1999, el de Landa dejando a Contador en Le Finestre de 2015, y el de Eddy Merckx sufriendo para despegar al Tarangu Fuente en el Jaffereau, por encima de Bardonecchia, en el Giro de 1972.
“Habrá espectáculo desde el primer día”, promete Vegni, quien ha incluido tres llegadas de montaña la primera semana, solo una, el Zoncolan, la segunda, y tres más los últimos cuatro días. Quizás. El Giro que puede ser el del primer duelo Froome-Landa, y con Dumoulin y Aru revoloteando por ahí, será, seguro, el Giro de los traslados en avión, desde Israel a Sicilia el cuarto día; desde Aosta hasta Roma el último sábado, para terminar junto al Coliseo el domingo 27 de mayo.
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