Paco Alcácer, la mirilla y la paciencia para sobrevivir en el Barcelona
El delantero valenciano solo ha sido tres veces titular en la Liga, pero es más efectivo que antes: marca un gol cada 122 minutos
La turbulenta salida de Paco Alcácer (Torrent, 24 años) del Valencia en agosto del año pasado terminó afectando a su aterrizaje en el Barcelona de Luis Enrique, por mucho que el asturiano se esforzara por mimar a un chaval que ya contaba con que sus minutos en una delantera integrada por Messi, Neymar y Suárez serían limitados (1.297, por los 3.087 que jugó en su último año en el Valencia). El fichaje del goleador acabó convertido en el culebrón del verano, se alargó mucho en el tiempo por el interés del Valencia de que su venta se viera más como una salida por voluntad propia que como un acuerdo beneficioso para las dos partes. Y el chico apareció en la ciudad condal después de haber disputado ya dos partidos con los ches. “Llegó desubicado al equipo”, asumen desde su entorno.
Ocurrió que Peter Lim, propietario del club che, y Josep Maria Bartomeu, presidente azulgrana, tenían firmado un acuerdo por 30 millones de euros que prácticamente nadie conocía. Ni siquiera el propio Alcácer sabía de las cantidades —“Nunca las supimos hasta que nos sentamos a firmar; una vez cerrado el acuerdo, Robert llamó a Paco, que ni siquiera había hablado de las condiciones contractuales con su futuro club”, relatan fuentes cercanas a la negociación—. Así que, después de que la expresidenta Layhoon Chan asegurara ante los peñistas que el canterano no se vendía, el club forzó al jugador a decir públicamente que se quería ir. El joven futbolista, formado en los campos de Paterna desde pequeño, encantado con la oportunidad que se le presentaba, fue quien salió peor parado. Fue tachado de traidor.
Las cosas no fueron fáciles al inicio, pero nunca le faltaron apoyos en el vestuario. Iniesta ejerció de capitán y se lo llevó a cenar un par de veces. Suárez le arropó sin dudarlo. Le recordaba que él también había pasado por cierta sequía goleadora a su llegada: “Tranquilo, que el gol va a llegar, no te preocupes, a mí también me pasó’, le decía”, recuerda su gente. Al chico, admirador confeso de Ronaldo, más parecido a Raúl, cazador de balones en el área, le costó marcar. Pero no tanto adaptarse al equipo o a la ciudad.
Amigo de Piqué y de Denis Suárez, reside con su novia en Sant Gervasi, barrio de la zona alta de Barcelona. Y a menudo se le puede ver paseando con su perra, un bóxer, por la vecina carretera de Les Aigües, una de las rutas preferidas por los runners y ciclistas de la ciudad; o comiéndose una paella en el restaurante Mextizo, de Adrián Marín.
Si Alcácer ha podido llevar bien su suplencia, sin hacer ruido y, por fin, marcando goles, como se le exige, como hizo después de una larga suplencia en la Liga (dos tantos ante el Sevilla, buen partido en Leganés con solo tres de titular), es por su carácter tranquilo y su espíritu trabajador. Tímido, súper familiar y muy casero, la vida social la sigue teniendo en Valencia, donde viven su madre y sus hermanos, también sus amigos de toda la vida; y donde, cada vez que va de visita, acaba comiendo o cenando con una buena representación de jugadores de ese Valencia al que se enfrentará hoy, incluido su amigo Gayà, con quien pasa las vacaciones de verano. “No es nada dormilón, ya era de los primeros que llegaba a Paterna y me consta que también es de los primeros que llega a Sant Joan Despí; por lo demás lleva una vida monacal”, relata una de las personas que mejor le conoce. Es de esos deportistas enganchados a la play y a la televisión, siempre que den deporte: fútbol, tenis, baloncesto, motos o fórmula 1, no importa. Ahora, además, está entusiasmado con su futura paternidad: tendrá una niña en febrero.
Su entorno y su forma de ser le permiten, pues, no haber caído presa de la ansiedad ni haberse arrepentido jamás de dar el paso. Era una estrella en el Valencia. En el Barça es un actor secundario. Pero, “siempre tuvo muy clara su jerarquía, entonces y ahora”, apuntan las mismas voces; seguramente por eso Messi lo aceptó desde el inicio. Fue La Pulga el que le dio el pase para que marcara el gol en la final de Copa del año pasado y es, ahora mismo, el principal receptor de los pases del valenciano, que recibe, mayoritariamente de Alba y Rakitic. Toda una evolución: el curso pasado a quien más le daba la pelota era a Rakitic, en segundo lugar a André Gomes. Ahora su mirilla está más dirigida a la meta.
Y por poco que juegue sus números no defraudan. Su efectividad ha aumentado (el curso pasado, con 27 participaciones en total, 11 como titular, marcó ocho goles, uno cada 138 minutos; este hace uno cada 122: siete partidos, cuatro de titular, tres goles); es, incluso, mejor que la de su último año en Mestalla (133 minutos por gol).
Lo que le pide Valverde tiene poco misterio: “Goles. Es un jugador de área que está siempre en la línea de la defensa, buscando el desmarque y nosotros tenemos buenos pasadores para que pueda hacer gol”, afirmaba el técnico ayer en conferencia de prensa. Pero hay más. No en vano, el valenciano le permite jugar con dos delanteros y que Messi ejerza de mediapunta, lo que ha mejorado las cifras de Suárez. Con él, el uruguayo está más acertado, como se vio en Leganés (marcó dos tantos); ahora es más delantero centro que nunca. Lo explicaba el entrenador: “Tenemos en su misma posición a Luis, por eso a veces lo he puesto más en el costado; cuando un jugador ronda el área, lo importante es que se relacione bien”. Alcácer lo hace casi con más frecuencia de la que juega.
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