El baloncesto se dispara otro tiro en el pie
Los jugadores son los perjudicados por el conflicto, unos porque no pueden competir en la fase de clasificación y otros porque pueden ganar un billete para un Mundial que no disputarán
Si Pau y Marc Gasol, Llull, Ricky Rubio y compañía competirán en el Mundial de 2019 en China es algo que escapa cada vez más al resultado de una pugna deportiva clara y equitativa. No hay quien entienda el penúltimo de los sempiternos conflictos en el que se han enmarañado los diferentes estamentos europeos, Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), Euroliga y sus satélites, federaciones nacionales y clubes, empeñados en pegarse otro tiro en el pie.
El caso es que el próximo viernes en Podgorica, Sergio Scariolo tendrá que formar ante Montenegro con una selección que vendría a ser la tercera en discordia. Faltarán los nueve españoles de la NBA, ocho si se tiene en cuenta la incompatibilidad de los nacionalizados Mirotic e Ibaka. Esto ya era sabido y estaba asumido porque la FIBA firmó un acuerdo con la NBA por el que no convocaría a los jugadores que compiten en aquella Liga. En contrapartida, mantiene su compromiso de continuar participando en el Mundial.
Pero es que Scariolo tampoco podrá contar con el lote de jugadores a los que hubiera reclutado si la cita no coincidiese con las fechas de la Euroliga: Sergio Rodríguez, Rudy Fernández, Pau Ribas, Oriola, Claver, Vives, Sastre, etc. Los jugadores se deben a sus clubes, que son los que les pagan, y la Federación Española de Baloncesto ha decidido no ponerles contra la espada y la pared. Tampoco se sabrá muy bien con qué jugadores podrán contar las otras 31 selecciones que participan en el largo proceso selectivo para el Mundial y que, en el caso de España, empieza con un grupo en el que están Montenegro, Eslovenia y Bielorrusia. Es decir, se plantean unas condiciones competitivas inciertas, desiguales —tal vez algunos clubes liberen a sus jugadores y otros no— y con muchos ausentes.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? La FIBA decidió cambiar la cadencia y las fechas de las competiciones, pasar el Mundial a 2019 y que el Eurobasket fuera cada cuatro años. Impulsó nuevas fases de clasificación para esos campeonatos, con fechas metidas con calzador en plena temporada. La tesis es que así se da un impulso a las selecciones y se promueve el baloncesto en todo el mundo. La Euroliga, concentrada en el desarrollo de su competición, con una élite de 16 equipos, no contempló fechas para las denominadas ventanas FIBA.
Esos partidos clasificatorios, al modo de lo que sucede en el fútbol, existieron hasta 2003. Desde entonces las vías clasificatorias no incluían partidos en plena temporada. Llueve sobre mojado. La FIBA, en 2016, ya sancionó con la exclusión del Eurobasket a los 14 países cuyas federaciones decidieron apoyar a la Euroliga, en detrimento de su Champions League. Esa sanción, un suicidio, fue inevitablemente revocada. Ahora se reabre un conflicto que deja a los jugadores en medio. Sacarán las castañas del fuego y tragarán, unos porque no pueden competir y otros, los que jueguen, porque pueden ganar un billete mundialista del que no disfrutarán porque para entonces sí podrán estar los de la NBA y los de la Euroliga. Un embrollo.
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