A mis buenos amigos
Ruth Beitia representa, resultados deportivos aparte, la esencia en su concepto más amplio de lo que un deportista debe ser
Se me pide que escriba sobre Ruth Beitia y la desgracia de no ser profesional del tema es la incapacidad que se siente para plasmar negro sobre blanco lo que el cerebro y el corazón dictan. Hay un punto entre ambos órganos y los dedos que teclean estas líneas en el que se pierde el contenido y da la sensación de no haber estado a la altura. Lo comento como aviso previo.
Llegó el día que todos sabíamos que tenía que llegar pero que, afortunadamente, se ha ido dilatando en el tiempo. Llevábamos varios años instalados en el “lo que decidas, Ruth, pero yo te animaría un añito más”, y ese “continuará” de cada fin de temporada ha dado un extraordinario fruto en cuanto a resultados: el mejor de ninguna atleta española en la historia. Estos días se hablará de las medallas y récords, una barbaridad. Personalmente he tenido la gran oportunidad y el enorme placer de vivir con mucha proximidad, los primeros años como responsable de saltos y los cuatro últimos como director técnico (también como amigo), la gran persona que hay detrás del personaje.
Lo que a mi modo de ver legitima todo este tinglado de la alta competición es, entre otras pocas cosas más, el ejemplo que a los jóvenes y mayores de nuestra sociedad se les puede transmitir por parte de nuestros grandes ídolos atléticos. En este sentido, Ruth representa, resultados deportivos aparte, la esencia en su concepto más amplio de lo que un deportista debe ser: disciplinada, fiel, agradecida, amiga de sus rivales (Marta Mendía es una de las mejores), amiga de sus amigos, bienintencionada, buena perdedora, buena ganadora, sana… y con una actitud permanente de búsqueda de la excelencia. Cada adjetivo se podría ilustrar con mil anécdotas e historias que, seguro, irán aflorando a lo largo del tiempo, puede que en algún libro que se publique en no demasiado tiempo.
He titulado en plural este artículo. Para mí era imposible dejar de hablar de su entrenador Ramón Torralbo. Hemos compartido en asientos contiguos durante muchas temporadas abrazos, el último en Río, y lágrimas, como en los Juegos de Londres. Durante todos estos años has pasado de tener un bigote oscuro, luego canoso y finalmente a no tenerlo, y en todo momento estando a la altura de las circunstancias; en los momentos duros y en los de gloria y siempre desde la mayor discreción. Ramón es otro ejemplo de lo que un entrenador debe ser, haciendo su parte técnica y educadora perfectamente compatibles. Gracias por todo, Ramoncho.
Quiero destacar también otro de los grandes méritos de Ruth, como ha sido el de rodearse de un estupendo grupo de profesionales, amigos que, junto a Ramón como líder, han realizado un gran trabajo: Toñi, Julia, Miguel, Torralbo hijo. Y finalmente comentar otro de los grandes pilares y fuente de energía de Ruth: su familia, todos vinculados al atletismo (Inma, su hermana, es internacional en triple salto).
Muchas gracias, Ruth. Además de salvarme el cuello en más de una ocasión con tus medallas has dado momentazos inolvidables de felicidad a toda la familia atlética. Por cierto, siempre he pensado que saltabas muy cerca del listón; afortunadamente, nunca me hicisteis caso.
Ramón Cid es director técnico nacional de la Federación Española de Atletismo.
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