Y Neymar, ¿cuándo se va del Barça?
Dembélé tiene por delante dos tareas: justificar que vale los 105 millones de euros que ha costado y, lo que es mucho más complicado, echar a un fantasma
Si el Barcelona no nos engaña, Dembélé, futbolista francés de 20 años que llega del Dortmund, habrá costado 105 millones de euros a tocateja y alguna decena más en variables. Viene a cuento la acotación inicial, la del engaño, porque la experiencia nos dicta que no es bueno fiarse de las cifras que dice haber pagado el club azulgrana, que pueden crecer o menguar según llueva o luzca el sol. Ahí está el ya histórico fichaje de Neymar en 2013 para demostrarlo, en el que entre el futbolista, su padre y asesor, los asesores de su padre, los amigos lerdos del jugador, y por ende de su padre, el Barça, el Santos brasileño, el expresidente del Barça, el exvicepresidente que luego fue presidente del Barça, y que lo sigue siendo, y un primo lejano, no se sabe si del jugador o de Al Capone, pusieron en jaque el sistema aritmético mundial hasta el punto de hacernos creer que entre 10 y 100 solo hay un cero de diferencia, una minucia, la nada, cero que se perdió no se sabe dónde y a manos de quién.
Llega Dembélé al Barça, decíamos, para cubrir en lo posible el socavón que ha dejado la fuga de Neymar. Arribó este a París y hasta la Torre Eiffel se engalanó para dar la bienvenida a quien está llamado a convertir al PSG en una máquina de ganar y al fútbol francés en la envidia del planeta. O algo así. Los fastos en París se multiplicaron en su honor hasta desembocar en el debut del chico en casa, en el Parque de los Príncipes. Y ahí, en el césped, Neymar demostró por qué es un trilero del balón. Ocurrió en el partido entre su equipo y el Toulouse, que acabó arrodillado ante el arte del brasileño. Algo desigual fue el partido, que acabó 6-2 con dos goles del gran ídolo, uno de ellos de dibujos animados en el que regateó a un ejército de defensas, que se rindió embelesado ante tamaña belleza. Al día siguiente, la prensa mundial no encontraba palabras para explicar lo ocurrido. Nunca está de más recordar, por aquello de que el fútbol todavía lo juegan dos equipos, a qué rival aplastó el PSG. El Toulouse finalizó la temporada pasada en el puesto 13 de la Liga francesa. Revisemos, pues, quién quedó en ese puesto en el torneo español: el Celta. Uno cree, sin temor a equivocarse, que si el Celta juega hoy contra el Toulouse le mete un meneo que le deja temblando.
Acabó el partido y Neymar se plantó solícito ante los micrófonos para, amén de reiterar lo feliz que fue en el Barça, y tan feliz era que se fue, despellejar a la directiva del club azulgrana: “El Barça no merece estos dirigentes”, sentenció. Y es cierto que no los merece, como bien sabemos todos desde el día en que esos dirigentes engañaron e intentaron estafar al aficionado al fútbol en general y al azulgrana en particular. Y lo hicieron, conviene no olvidarlo, con la necesaria complicidad de Neymar y papá.
Días después de su exhibición, Neymar acudió a Barcelona a celebrar el cumpleaños de su hijo. Horas antes, el Barça había hecho pública la denuncia por la que le exigía el pago de una indemnización por incumplimiento de contrato que podría ascender a 40 millones de euros. También se supo que el futbolista reclamaba al club 26 millones como prima por su última renovación, acaecida hace un año. En esa guerra judicial estábamos cuando en las redes sociales aparecieron fotos con varios jugadores del Barça en plena francachela con Neymar. Uno de los que disfrutaba, y que publicitó las imágenes, fue Messi. El barcelonismo en pleno se llevó las manos a la cabeza, por lo que suponía de afrenta al club y de apoyo al hoy enemigo público número uno. Supimos entonces que Neymar no se había ido aún del Barça. Y supimos también que a Dembélé le toca la tarea más difícil de todas: echar a un fantasma.
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