_
_
_
_

El estadio interminable

Diez años después del inicio de la obra, el nuevo campo del Valencia sigue paralizado por la gestión de sus presidentes y por la falta de compromiso del propietario Peter Lim

Estado actual del nuevo estadio del Valencia.
Estado actual del nuevo estadio del Valencia.J. M. F. DE VELASCO (GTRES)

Furgonetas negras de gama alta con las lunas tintadas circulando por Valencia a gran velocidad. Guardaespaldas con currículo como agentes del Mosad protegiendo a un millonario de Singapur hijo de un pescadero, que hizo fortuna con el aceite de palma. Peter Lim llegó a Valencia el 25 de octubre de 2014 en un jet privado. Su primera visita fue al esqueleto de ballena varada de lo que un día fue el sueño faraónico del expresidente Juan Soler: el nuevo estadio del Valencia, la mole durmiente en la Avenida de las Cortes Valencianas. Y aquello fue interpretado como un presagio del futuro luminoso. Lim acabaría las obras. Y el coloso, por fin, se levantaría como símbolo de la ciudad.

Más información
Neto, un portero para Marcelino
El Valencia presenta a Marcelino

Lim estuvo cerca de una hora supervisando la zona y… “demasiado gasto”. No le faltaba razón. La aspiración de monarca de Juan Soler, para trascender en el panteón de presidentes valencianistas, estaba concebido para convertirse en el motor principal de la economía del club. El 10 de noviembre de 2006, con la fiebre del ladrillo todavía alimentando utopías, Soler presentó el proyecto del estadio en un acto realizado en la Ciudad de Las Artes y las Ciencias que costó un millón de euros. Se bautizó como el Nou Mestalla (Nuevo Mestalla) y ocupó un solar de 90.000 metros cuadrados que al club le costó cerca de 49 millones de euros con una permuta de solares incluida. En la fachada se representarían todos los barrios de la ciudad y el cauce del río Turia a su paso por ella. Su capacidad era para 75.000 aficionados e iba a incluir una pista de atletismo que impuso Rita Barberá para que la ciudad pudiera celebrar grandes eventos de atletismo. La obra costaría cerca de 260 millones y la previsión era que lo financiara el club gracias a un crédito de Bancaja y a la venta de las parcelas de Mestalla que Soler valoró en 360 millones.

Hace diez años, el 1 de agosto de 2007, se inició la construcción del gigante de hierro diseñado por Mark Fenwick. El fin de obra se fechó para 2010. El 25 de febrero de 2009, año y medio después, con Vicente Soriano en la presidencia, el club anunció la paralización temporal de las obras. El pinchazo de la burbuja del ladrillo en 2008 golpeaba en el trampolín del valencianismo. La crisis impidió la venta de las parcelas del viejo Mestalla y el nuevo Mestalla se quedó sin oxígeno.

Llegaron Soriano, luego Llorente. Y a los dos los derrotó el gigante. La venta de las parcelas de Mestalla era vital. Soriano, en una asamblea de accionistas celebrada en el palco VIP de Mestalla, prometió que tenía un comprador para las parcelas. Su vicepresidente Miguel Zorio, en una de las escenas más bochornosas que se recuerdan en un acto oficial, mostró un papel doblado que nunca llegó a mostrar, en el que supuestamente figuraban un comprador y una oferta económica. Nunca llegó la oferta. A Soriano se lo llevaron por delante sus embustes y sus triquiñuelas de vendedor de naranjas.

Hace diez años, el 1 de agosto de 2007, se inició la construcción

Tras Soriano volvió al club Llorente, esta vez a la presidencia. Llorente, con el plácet de la Generalitat y Bankia, alimentó Newcoval, una operación sospechosa que auspició el banco y que dejaba al club en cueros y sin patrimonio a cambio de eliminar sus deudas y de edificar el estadio. En aquel tiempo el club anunciaba que “Newcoval era como ganar la Champions''.

José Ignacio Goirigolzarri, al tiempo de llegar a Bankia, tropezó con las deudas del Valencia y detuvo la operación Newcoval por peligrosa. Apareció el nombre de Rodrigo Rato, anterior presidente del banco. La operación se suspendió apoyada en un informe pericial solicitado a la auditora KPMG, que comprobó que el proyecto de Mestalla no sólo era ruinoso para la entidad, sino que presentaba indicios para sospechar que Rato había apoyado el proyecto motivado por intereses ajenos a Bankia.

Llorente fue apartado por el mismo gobierno que lo aupó a la presidencia. En ese momento, el favorito para el poder político de la ciudad era Amadeo Salvo. Salvo presentó una reestructuración de bajo coste del nuevo campo que se alejaba del diseño original. El aforo pasaría a ser de 61.500 espectadores. Mark Fenwick reveló que ya se habían gastado 98 millones de euros en la mole y Salvo planteó reducir en 60 millones de euros el coste de las obras, que pasarían de los 160 millones que quedaban pendientes, según el proyecto original, a cien millones. Ese proyecto tampoco arrancó. Salvo no encontró financiación así que abrió el proceso de venta y se decantó sin pudor por Lim.

Meriton no responde

“Cada vez que me asomaba al balcón y veía el estadio, me decía a mí mismo que tenía que acabarlo. No pude hacerlo pero estaba convencido que Peter lo haría'”, recuerda Amadeo Salvo, que vive muy cerca de las obras.

Lay Hoon Chan, la mano derecha de Lim en su conglomerado de empresas, anunció el 24 de octubre de 2014 que “el estadio estaría acabado para el centenario de la entidad en marzo de 2019”. Dos años después, en la junta de accionistas del 4 de noviembre de 2016, no tuvo más remedio que reconocer algo muy evidente: “El estadio no estará acabado para el centenario”. La presidenta, no obstante, se atrevió a pronosticar que “en nueve meses” se conocería el rediseño del nuevo estadio. Hoy, cumplido el plazo, Meriton no ha presentado nada.

Ya no hay previsión de fechas. Las obras podrían volver en un futuro, si el equipo lograra clasificarse, con el dinero de la Champions y los derechos de televisión. “No nos hemos olvidado del estadio. Terminarlo es un reto pero tenemos que acabarlo encontrando vías de financiación para que una vez retomemos las obras ya no las volvamos a parar”, argumenta el actual director general Mateu Alemany.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_