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Rasmussen: “Todos sabían lo que hacía falta para ganar el Tour”

El danés fue obligado a retirarse de la carrera cuando iba líder, dejando el maillot amarillo a Alberto Contador

Carlos Arribas
Rasmussen, de amarillo, y Contador, en la etapa de Loudenvielle del Tour de 2007.
Rasmussen, de amarillo, y Contador, en la etapa de Loudenvielle del Tour de 2007.JOEL SAGET (AFP/Getty Images)

Para muchos, y no es literatura ni metáfora, el Tour es una cuestión de vida o muerte. Hay ciclistas que matarían por ganarlo o dispuestos a morir si no lo consiguen.

La noche del 25 de julio de 2007, el deseo de suicidarse que le asaltó a Michael Rasmussen fue tan grande que aun hoy, 10 años después, al ciclista danés aún se le erizan los pelos de sus brazos y de sus piernas cuando lo recuerda. “Mira, mira, cómo se me pone la piel de gallina”, dice con una triste sonrisa Rasmussen, de 43 años, y es así, como impelidos por un imán los largos pelos rubísimos de sus brazos, casi blancos, se erizan. “El hotel en el que pasé la noche más negra de mi vida ya no existe. Lo descubrí hace unos años, cuando quise volver al lugar”.

Unas horas antes de aquella noche, Rasmussen había consolidado su triunfo en el Tour con una gran victoria en el Col del Aubisque. En el autobús de vuelta al hotel de Pau con todo el Rabobank, Teo de Rooy, el director del equipo, le comunica que la dirección el banco que les patrocina ha decidido que debe retirarse, que las sospechas de dopaje que le rodeaban (había mentido en su paradero para evitar que la UCI le hiciera controles, había dicho que estaba en México), dañaban la reputación del banco y que la situación era tan insostenible, y tan altas las presiones, que preferían perder un Tour que tenían ganado a lidiar con ellas en defensa de su ciclista. “Al llegar a nuestro hotel de Pau, el Mercure, había tantos periodistas y tanta expectación que De Rooy me obligó a salir por la puerta de la cocina y entrar en un coche sin marcas de Rabobank y me llevó a un pequeño hotel de un pueblo perdido. Allí por poco no supero la noche. Todos, la dirección del equipo, la dirección del banco, sabían lo que era necesario hacer para ganar el Tour. No eran ingenuos. Sabían lo que había hecho, y cómo”.

Años después, Rasmussen volvió a Pau, a su habitación en el Mercure. “Me encerré allí en 2013 para escribir Fiebre amarilla, el libro en el que cuento mi vida como ciclista y mi relación con el dopaje”, dice el danés en la sala de prensa de Chambéry, donde cubre el Tour para el diario de Copenhague Ekstra Bladet. “Desde allí reviví todo a la perfección”.

Rasmussen dejó el Tour el 25 de julio, cuando Alberto Contador, que se alojaba con todo el equipo Discovery en el hotel Ville Navarre, en el centro de Pau, a unos kilómetros, estaba ya dormido. Al chico de Pinto, que marchaba segundo en la general, le despertó su compañero de habitación, Benjamín Noval, para decirle que al día siguiente saldría con el maillot amarillo de líder, y que, dado que solo quedaba una contrarreloj, y sacaba casi dos minutos a Cadel Evans, seguramente cuatro días después ganaría el Tour en París.

Contador tenía 24 años y en los Pirineos se había mostrado como el único rival que podía acercarse al danés, al que incluso derrotó tras un gran duelo en los Pirineos en el Plateau de Beille.

La noticia de que un español iba a ganar el Tour porque el líder se retiraba fue el apogeo del caos que vivió la edición de 2007 de la grande boucle. Un par de días antes, también en Pau, dejó el Tour el Astana en pleno, después de conocerse el dopaje por transfusiones de Vinokúrov y Kasheckin; y unas horas después se fue también en pleno el Cofidis de Bradley Wiggins por el positivo de uno de sus corredores, el italiano Moreni. En la etapa del Aubisque, la más dura de aquel año, 11 españoles terminaron entre los 20 primeros.

“Aquel Tour yo fui el más fuerte pero el ganador fue Contador”, dice Rasmussen, que nunca ha hablado en profundidad con el español de lo que ocurrió aquel 2007. “Todos íbamos igual seguramente., el ciclismo estaba así, pero yo no tengo nada contra Alberto ni contra ningún ciclista, solo contra la hipocresía de los puritanos”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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