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Murray y Djokovic, el gran duelo por el número uno

Los dos mejores tenistas se juegan la cima de la ATP después de deshacerse en las semifinales de Raonic (5-7, 7-6 y 7-6, en 3h 38m) y Nishikori (doble 6-1, en 65 minutos). El pulso es a las 19.00 (Movistar+ Dep.2)

Alejandro Ciriza
Murray celebra su triunfo frente a Raonic en semifinales.
Murray celebra su triunfo frente a Raonic en semifinales.Tony O'Brien (REUTERS)

Después de una semana de competición, de 14 partidos, de todas las cábalas y las riadas de tinta que se han escrito hablando de las opciones de uno y otro, sobre si Andy Murray conseguiría retener el número uno o Novak Djokovic arrebatárselo, todo volvió al punto de origen. Exactamente a la misma situación que hace 10 días. Cumplieron uno y otro –aunque el primero optó por la vía de la épica (5-7, 7-6 y 7-6 a Milos Raonic, después de 3h 38m) y el segundo por la contraria, el ko directo (doble 6-1 a Kei Nishikori, en 65 minutos)–, así que el trono mundial se decidirá hoy (19.00, Movistar+ Deportes2), en la final de la Copa de Maestros que disputarán el actual rey y su predecesor, ahora aspirante.

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Abrió turno Murray, a primera hora de la tarde, y muy pocos dirían que Andy Murray había ganado, que había logrado su primer billete para una final de la Copa de Maestros, que con su triunfo salvaguardaba su número uno y que estaba a un solo paso de concluir el curso por primera vez en lo más alto. Después de un ejercicio de resistencia antológico, de sortear una bola de partido en contra y de firmar de la mano de Raonic el partido a tres sets más largo del torneo desde 1991, el escocés resoplaba. Miraba al frente y resoplaba Murray, extasiado, como si hubiese presenciado un fenómeno paranormal. Había escapado de la trampa, pero su reinado pendió de un hilo.

El escocés y el canadiense libraron una hermosa pugna, cargada de alternancias y tensión; de mucha imprecisión, cierto, pero absolutamente deliciosa de cara al espectador. Ahora bien, el procedimiento puede tener un elevado peaje para Murray, erosionado y consumido después de otra maratoniana tarde –ante Nishikori ya permaneció 3h 20m en pista– en la que Raonic lo tuvo todo para haberse llevado el gato al agua, set arriba de inicio y dos muertes súbitas a continuación, el escenario idóneo para su mortífero servicio. Sin embargo, el gigantón falló cuando no debía. No atinó con 9-8 a su favor, en el tie break definitivo, y se quedó a las puertas de poder disfrutar la gran final de este domingo (19.00, Movistar+ Deportes2).

Eso sí, logró llevar al límite al rey del circuito, ofuscado y nervioso, errático en circunstancias en las que en otros momentos no hubiera tenido problema alguno. De ahí ese pelotazo al techo que le mereció una reprimenda del juez de silla; o de ahí ese uppercut contra su cordaje, como si el pobrecillo tuviera la culpa de que esta vez no estuviera fino; o de ahí ese mordisco a los nudillos de la mano derecha, mellada, con las marcas sangrientas de los colmillos. La escena hizo rebobinar el tiempo, como si aquel Murray fuera el incontenible Andy de hace unos años, un esputo verbal tras otro, caliente hasta el extremo.

Djokovic celebra su victoria sobre Nishikori.
Djokovic celebra su victoria sobre Nishikori.Justin Setterfield (Getty)

Estuvo el británico cercado, desquiciado por momentos, porque si no le molestaba la luz de los móviles en la grada lo hacía cualquier sonido o cualquier movimiento. Se tambaleó el número uno, pero al final se sostuvo en buen parte gracias a la fe y el oficio, al saber hacer de los elegidos, porque de juego anduvo muy justo, al igual que Raonic. Como indicativos, las cifras de uno y otro: 6 dobles faltas por cabeza, índices muy discretos con el saque –62% de Murray con primeros y 45% del canadiense con segundos– y errores desde los dos lados (36 y 54, respectivamente).

El de Belgrado, finalista por sexta vez, empleó dos horas y media menos que el escocés en semifinales

Mucho tendrá que cambiar Murray su puesta en escena para poder llevarse el título, aunque de momento ya rompió una barrera, la que le impedía disputar una final en la Copa de Maestros. El de Dunblane rubricó su 23ª victoria consecutiva, pleno en el torneo (4/4), y aspira a su noveno trofeo del curso y a prolongar su mandato, aunque tiene la obligación de batir a Nole (24-10 adverso en los cruces, 3-1 en 2016). No lució su mejor versión, ni mucho menos, pero en los días malos los reyes también deben saber ser reyes. Y Andy, pese a los gestos y los palabros, a la gesticulación y el sufrimiento, supo serlo.

También dio el do de pecho Djokovic, mucho más contundente. El serbio tampoco se ha lucido a lo largo de esta semana, pero en el O2 se mueve como un felino. Divisó a Nishikori y cabalgó hacia él con determinación, con el objetivo de minimizar al máximo su estancia en la pista. Y así lo hizo. Dio un rapapolvo de aúpa al japonés –negado: 43% de puntos retenidos con primeros servicios y 44% con segundos, ni una bola de break– y tendrá la oportunidad de restablecer la jerarquía. Puede el de Belgrado alcanzar el récord triunfal de las ATP Finals, los seis títulos de Roger Federer, y comenzar 2017 en lo más alto después de una segunda mitad de año decepcionante.

Inmejorable cartel, por tanto, en el epílogo de un año frenético.

“ESTO ES COMO UNA PELÍCULA, UN ROMANCE”

Por primera vez en la historia, los dos mejores tenistas se jugarán el número uno en el último partido del año. "Es como el guion de una película, un bonito romance", dijo Djokovic, quien dio un golpe de autoridad en el momento justo. "Ha sido mi mejor actuación. Todo ha encajado. Me sentí muy bien, comencé en gran forma, concentración, dictando el juego, combinando los golpes. Todo fue bien y por eso estoy muy satisfecho, porque he disfrutado", añadió.

Mientras tanto, Murray reconoció que llega con el depósito justo. "He luchado muchísimo, al igual que a lo largo de toda la semana y que los últimos meses. No sé cómo voy a estar mañana, la verdad", admitió; "ahora mismo estoy agotado. Será muy difícil recuperarse tanto física como mentalmente".

RAONIC: UN DESPEGUE SIN GRANDES PREMIOS

Para Milos Raonic, entrenado por el mallorquín Carlos Moyà, 2016 ha supuesto el año de su despegue definitivo. Cerrará la temporada en el tercer escalón del ranking y disputó su primera final de un Grand Slam. Sin embargo, su progresión no ha venido acompañada de premios.

El tenista canadiense, de 25 años, perdió las tres finales que jugó (Indian Wells, Queen's y Wimbledon) y se quedó en cuatro ocasiones en las semifinales (Open de Australia, Cincinnati, Pekín y París-Bercy) tan solo se adjudicó un torneo, de categoría menor (ATP 250), en Brisbane.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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