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El Genk y Europa le vienen grandes al Athletic

El conjunto belga, un equipo de veinteañeros, provoca la segunda derrota rojiblanca en tres partidos

Bailey trata de superar a Laporte.
Bailey trata de superar a Laporte.Y. JANSENS (AFP)

Hay un misterio en Europa que el Athletic no desentraña. Sus rivales no pertenecen a la aristocracia del viejo continente, los estadios son tranquilos y los jugadores pertenecen al aglomerado del fútbol continental. Y sin embargo pierde cada vez que toma un avión, o le cambia el clima, y transforma su potencia en la Liga en indiferencia europea. ¿Por qué? No se sabe.

Se sabe que el Genk es un equipo belga bien organizado, muy industrial (como la ciudad a la que pertenece), con Pozuelo (ex Rayo y ex Betis) de cerebro activo y el bosnio Susic de incansable tractor. Y con esos argumentos, el Genk fue capaz de llevarse el partido con un gran disparo y con una sola jugada, si se puede llamar así a un mal control de Lekue, un despeje fallido de Laporte y un centro de Bailey que remató Brabec como lo podía haber hecho cualquiera de los dos colegas que le acompañaban en el descampado de la defensa rojiblanca (ayer verdusca).

Y eso que el Athletic arrancó intimidando, sobre todo con un balón en profundidad de Iturraspe que Aduriz controló con la lengüeta de la bota e incomprensiblemente elevó por encima del larguero, algo impropio de un delineante del gol. Incluso, poco después, el árbitro anuló, con razón, un gol de Aduriz, que estaba en fuera de juego, a pase de Williams. Los hechos indicaban que el Athletic gobernaba el partido, sin brillo, a base de balones largos, que era la forma de solucionar la ausencia de Beñat: músculo y vuelo, a falta de cerebro. Pero hasta ahí llegó el Athletic: 20 minutos y ninguno más.

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A partir de ahí surgió la muchachada del Genk, una colección de veinteañeros que no son los virtuosos de Flandes pero tienen un físico poderoso, una estrategia aprendida y una disciplina centroeuropea a la vieja usanza. Ni siquiera necesitaron la mejor versión del jamaicano Bailey, temible por sus condiciones de velocista. Les bastó el gol de un central y el trabajo destajista del español Pozuelo y el bosnio Susic, junto a la templanza del nigeriano Ndidi para hacer del gol un tesoro inalcanzable para el Athletic.

El equipo de Valverde solo opuso un futbolista al poderío del Genk, Yeray, un central implacable, exuberante, ubicuo, pero un central, o sea un muchacho que ve al portero rival desde muy lejos. Acabó lesionado cerrando las malas noticias del Athletic. El resto, fue un suflé. Dos o tres cosas de Muniain, un disparo de San José frente al juvenil Genk, que premió su tesón con un golazo final de Ndidi y un par de contragolpes que pudieron acabar en goleada. Al Athletic le espera una remontada implacable si quiere seguir en Europa: quedan tres partidos que debe ganar. No hay más opciones de derrota si no quiere que su pasaporte caduque. O su DNI, que tanto da.

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