Nairo Quintana y el septiembre colombiano
Dos hechos de gran trascendencia nacional se han producido o deben producirse en este septiembre colombiano: la firma del acuerdo de paz del Gobierno de Bogotá con las FARC y la victoria de Nairo Quintana en la Vuelta a España.
El triunfo del boyacense, al que bastó el minuto y pico que le había sobrado de la contrarreloj en su apretada disputa con Chris Froome, no es la coronación final, que solo da el ‘Tour’, pero sí bastante más que una reválida, porque le permitió demostrar y convencerse de que podía con el inglés de Kenia. Tras las experiencias en la ronda francesa los más pesimistas podían pensar que solo la edad, casi en la treintena, sería capaz de apartar a su gran rival de la meteórica carrera de Nairo, varios años más joven. Y ser el primer ciclista colombiano que gane en Francia, después de haber sido en una ocasión segundo y el año pasado tercero, es lo que hoy, por la victoria en la Vuelta sobre Froome, se ve como un objetivo más cercano.
Entre los recientes éxitos deportivos de Colombia figura notabilísimamente el oro en Río de Catherine Ibargüen en salto de longitud, y el país está hoy entre los más aventajados en este terreno de América Latina, pero, sin desmedro de nadie, Nairo es para el aficionado al ciclismo y hasta simplemente el compatriota, algo especial.
El afianzamiento del ciclismo en Colombia —¡aquellos tiempos de Cochise!— como uno de los apasionados quehaceres nacionales, se asemeja un tanto al de una España de otro tiempo, en la que Federico Martín Bahamontes, vencedor del Tour del 59, se curtía en la dureza de malas carreteras e inexistencia de instalaciones; una España que era una imagen bastante fidedigna de esta Colombia contemporánea, en la que el fin de las hostilidades que se firmará dentro de dos semanas, debería ser prólogo inexcusable para la creación de una verdadera infraestructura de país moderno. En esta Colombia, que hay que modernizar, es donde se desarrolló la especialidad de los llamados ‘escarabajos’, esos empinados trotadores de montañas como los que un día fueron Trueba, Berrendero y tantos otros que se crecían ante la dificultad extrema. Y esos ciclistas colombianos se han ido construyendo al paso que su propio país hasta explotar en un muchacho, enjuto, moreno, de carnes que no le sobran, que ya ha llegado, pero debe aspirar a mucho más, a todo lo que el deporte colombiano se merece, a lo que no fue posible con Lucho Herrera, ganador de una Vuelta, pero únicamente quinto en el Tour.
Y como, y aún más el deporte, todo tiene una vertiente política, el plebiscito del 2 de octubre sobre la terminación de las hostilidades no puede ser completamente ajeno a los éxitos internacionales de sus representantes. A no dudarlo tanto el presidente Juan Manuel Santos como su extraordinario contrincante el expresidente Alvaro Uribe, ‘sí’ y ‘no’ de la consulta que dará o negará validez a la firma, desean que Nairo llegue triunfante a Madrid, pero el ‘sí’ puede que se compagine mejor con el éxito deportivo. No ganará una u otra opción porque Nairo Quintana sea quien es, pero las victorias ponen de buen humor al personal.
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