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¿Por qué el Zika solo pica a los golfistas?

El número uno del mundo, Jason Day, se borra de los Juegos de Río alegando que quiere tener más hijos

Carlos Arribas
Jason Day anuncia su renuncia olímpica durante el torneo de Akron.
Jason Day anuncia su renuncia olímpica durante el torneo de Akron.SAM GREENWOOD (AFP)

Según los expertos epidemiólogos, la posibilidad de que quienes viajen este verano a Brasil a los Juegos contraigan el virus del Zika es de una entre 31.250; según se interpreta leyendo las noticias, todos los que se pueden infectar, son golfistas.

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Unos días después de que el número cuatro del mundo, Rory McIlroy, se bajara del torneo olímpico de golf alegando su miedo al Zika, el número uno, el australiano Jason Day, le ha imitado. “Mi salud está antes que mi deseo de ser olímpico”, dijo el ganador del último Campeonato de la PGA. “Tengo dos hijos majísimos, pero mi mujer y yo estamos pensando en tener más”. Con Day y McIlroy, ya son una decena de los mejores del mundo los golfistas que han decidido no participar un torneo que no otorga bolsa de millones de dólares sino solo gloria potencial propia y del país al que se representa y que se disputa en plena campaña veraniega.

El golf regresa a los Juegos Olímpicos 112 años después de dejarlos y lo hará sin sus mejores jugadores, que justifican su decisión de no jugar en Río del 11 al 14 agosto por su miedo al virus Zika, a un mosquito que, al parecer, solo pica a golfistas masculinos. Pese a que los efectos del virus son más graves en las mujeres, que si se infectan cuando están gestando pueden dar a luz a bebés microcefálicos, ninguna jugadora de golf, ni ningún otro deportista, parece temer tanto al virus como para renunciar a los Juegos.

En otros deportes, como el baloncesto, son habituales las renuncias de las estrellas de la NBA, extenuados y con los cuerpos rotos pidiendo vacaciones después de una temporada interminable, y Río no será una excepción después de que el número uno, LeBron James anunciara que no iba a Río después de conquistar el anillo de campeones con sus Cavaliers, pero solo Stephen Curry, otro que renuncia, y de manera muy tenue, ha alegado el miedo al Zika. El español Pau Gasol, que expresó su preocupación inicialmente, finalmente decidió acudir a la llamada del seleccionador. Dado que los golfistas son, oficialmente, personas de carne y hueso como los demás deportistas, la razón de su no a Río quizás no sea la picadura de un mosquito que en la gran mayoría de los casos solo produce picores, prurito, alguna roncha y quizás un poco de fiebre unos días.

“Los Juegos Olímpicos no tienen sex appeal para un golfista”, dice Sergio Gómez, mánager del español José María Olazábal, que ha discutido largamente del asunto con el jugador, un forofo ferviente de la oportunidad olímpica. Olazábal debió renunciar por enfermedad a la capitanía del equipo español, compuesto para Río por Sergio García y Rafa Cabrera, y siempre que habla de ella habla de una decisión muy dolorosa. Gómez, representando quizás el pensamiento más extendido en el circuito, recuerda que para un golfista los cuatro grandes son más importantes que cualquier medalla. “Además”, dice, “ningún organismo ha organizado campañas para mentalizar a los jugadores, que viven en su mundo, de la importancia de los Juegos”.

Mientras Sergio García, un fan declarado que quiere disfrutar intensamente de los Juegos y de la vida en la Villa Olímpica codo con codo con los mejores deportistas del mundo, no necesitaba que le mentalizaran, a McIlroy, Day, al también australiano Adam Scott, a los irlandeses Shane Lowry y Graeme McDowell, a los sudafricanos Branden Grace, Louis Oosthuizen y Charl Schwartzel, todos ellos entre los 25 primeros del ranking mundial y todos ausentes en Río, les ha pesado que el espíritu olímpico más el trastorno que supone para su calendario jugar en Río, en un campo recién construido, a mediados de agosto. “La inclusión de las fechas olímpicas ha sido como una piedra lanzada a un estanque”, reflexiona Sergio Gómez. “Su onda expansiva ha hecho cambiar fechas que parecían intocables y obligan a jugar dos grandes, el Open y el PGA, en un plazo de solo tres semanas, y solo dos semanas después del PGA son los Juegos. Para muchos, tres torneos importantes en solo un mes, del 14 de julio, en que empieza el Open, al 14 de agosto, que terminan los Juegos, es demasiado”.

 

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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