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Copa América Centenario
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La mente como enemigo de Colombia

Perú, el próximo rival de Los Cafeteros, no será la Holanda del 74, pero tampoco es buena idea minimizarlo

James Rodríguez, durante un entrenamiento de Colombia en Nueva Jersey.
James Rodríguez, durante un entrenamiento de Colombia en Nueva Jersey.AFP

Nadie quiere que jueguen con su mente. Y Colombia en general se sintió mal de la cabeza al ver que su selección se mostraba desconocida y perdía contra Costa Rica. Había un motivo que pesaba: ese resultado en contra determinaba, en teoría, enfrentarse a Brasil en los cuartos de la Copa América. Ahí empezaron a sumarse los factores de desequilibrio, de miedo al futuro sin que siquiera el presente se terminara de escribir: el trauma de la eliminación durante el Mundial 2014, las pocas victorias frente a ellos, las eternas luchas perdidas del que se resigna a sucumbir frente al peso de la camiseta rival… Eran muchos elementos de desestabilización previa ante el inminente duelo frente a los de Dunga.

Pero cuando Brasil perdió, todos los escenarios fatalistas quedaron enterrados. El adversario que se asomó inesperadamente fue Perú, que para algunas cabezas parece un sencillo trámite de resolver. Las muecas amargas y las voces disonantes de ciertos sectores de la crítica se apagaron por un instante porque en el camino hacia semifinales ya no estaba el Scratch, sino Perú. Como si los de Ricardo Gareca fueran fácil presa. Como si Perú no estuviera pensando en enderezar su propio camino. Como si Perú fuera cualquier cosa.

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En la historia de la Copa América, Perú casi siempre ha tenido esa precisión de sastre para saber, sin necesidad de tener metro y dedal, cuál es la talla de nuestra propia camisa de fuerza. Y, en silencio, casi sin darnos cuenta, terminamos maniatados ante un rival que no suponíamos capaz de esposarnos. Desde la primera actuación de Colombia en el torneo (1947) a hoy, de 15 enfrentamientos Colombia solamente ganó dos. Los de la banda cruzada se impusieron en siete ocasiones.

Hubo derrotas que dolieron mucho, como la del 75, cuando Perú y Colombia aparecieron en la final del campeonato y hubo que disputar tres partidos para conocer al ganador. Hugo Sotil, figura del Barcelona, tomó un avión a escondidas y jugó aquel partido escapándose de la disciplina del club catalán porque no tenía permiso. Algo similar le ocurrió a Teófilo Cubillas, que andaba en el Oporto. Los dos estuvieron en la cancha y Sotil, en el estadio Olímpico de Caracas —escogido como sede neutral para dirimir el torneo—, le dio el triunfo a Perú con un gol solitario que frustró el sueño de abrazar el trofeo por primera vez.

Ni hablar de 2011 en Argentina. Las figuras que hacían parte de esa formación —Falcao García, Adrián Ramos, Teófilo Gutiérrez, Mario Yepes— no mostraban alegría en su juego por cuenta de la extrema cautela del entrenador Hernán Darío Gómez al momento de ubicar las fichas en el campo. Pero en ese encuentro Colombia parecía ser más —en realidad no mucho, apenas un poco—, sin importar que tácticamente los peruanos se esforzaron en encerrarse dentro de una inexpugnable madriguera, lo que derivó en ver una lucha insabora entre quien no quería ser agredido (Perú) y quien no quería agredir (Colombia). Un penal fallado por Falcao y un remate en el palo de Guarín quedaron en medio de las evocaciones del que pudo ser y no se decidió a serlo. En medio de esas divagaciones Perú, con Lobatón y Vargas, aprovechó tantas indecisiones propias y se coló a semifinales.

Algunos empates también fueron pesadillas. El año pasado, en la lluviosa Temuco, Colombia firmó un sufrido endoso de su propia clasificación por cuenta del 0-0 con el que se dirimió el juego contra Perú. Ese marcador obligaba a que Brasil derrotara a los venezolanos si es que se quería entrar a cuartos como mejor tercero. Al final ganó 2-1 Brasil con no poco sufrimiento y Colombia se quitó con un dedo las gordas gotas de nervioso sudor por haber dejado en poder de otras manos la tarea clasificatoria que ellos mismos tuvieron que solucionar por anticipado. Peor suerte se corrió en 1989, cuando la confianza exacerbada de un grupo naciente que luego haría historia en Italia 90 se vio frenada en seco por un inesperado 1-1, de nuevo contra Perú, que dejó eliminados a los hombres de Maturana del cuadrangular final.

Por eso nunca hay que sentirse triunfador sin saber para qué lado del destino va a rodar la pelota. Perú no será la Holanda del 74 pero tampoco es buena idea minimizarlo, no olvidar que los peruanos fueron capaces de vencer a Brasil, ese equipo que nadie quería encarar.

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