La opereta del meldonium
Los deportistas rusos y de otras repúblicas exsoviéticas, los países en los que el medicamento se vende y consume con el nombre comercial de Mildronate
A mediados de abril, cuando el número de positivos por meldonium había sobrepasado los tres centenares, las autoridades antidopaje se dieron cuenta de que la broma había ido demasiado lejos y comenzaron a recular. Los deportistas rusos y de otras repúblicas exsoviéticas, los países en los que el medicamento se vende y consume con el nombre comercial de Mildronate, suspiraron aliviados. Las víctimas de la opereta, como la tenista Maria Sharapova, pueden maldecir en vano.
A mediados de 2015, los científicos de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), decidieron inscribir en la lista de sustancias prohibidas que entraba en vigor el 1 de enero de 2016 el meldonium, un medicamento exótico del que tenían constancia de un gran consumo entre deportistas del antiguo Este. Lo prohibieron guiándose solamente por una publicación de los responsables del laboratorio de Colonia, el mayor de antidopaje del mundo, que había descubierto el meldonium por serendipia probando unos espectrómetros de alta definición en la orina de decenas de los participantes en los Juegos Europeos de Bakú, y habían concluido que si lo usaban tantos deportista seguro que mejoraba el rendimiento. Los dirigentes de la AMA no efectuaron ningún estudio, aún no lo han hecho, para comprender no solo sus posibles efectos beneficiosos sobre el rendimiento sino también su mecanismo de acción, y ni siquiera tuvieron la precaución de estudiar su farmacocinética para conocer su metabolización en el organismo o el tiempo de permanencia y el plazo de eliminación por la orina.
A principios de enero, y el honor le correspondió al ciclista ruso del Katusha Eduard Vorganov, cuando comenzó el inicialmente lento goteo de positivos por meldonium, luego torrente fragoroso, y al mismo ritmo frenético en el que mejoraban con el producto milagro las tristes estadísticas de detección de los laboratorios (inferiores globalmente a un 3% de las muestras analizadas) las autoridades antidopaje se felicitaron por su rapidez y su agilidad para acabar con la última amenaza a un deporte limpio. La caída de Sharapova, la deportista de más nivel atrapada por el medicamento inventado por un químico letón en los años 80, fue el culmen. La campeona de Wimbledon admitió que lo consumió en el periodo de prohibición alegando ignorancia con una ingenuidad y sinceridad que la han acabado condenando.
Las preguntas y las dudas llegaron después y con la misma rapidez, y la marcha atrás, cuando los abogados de otros deportistas han alegado sencillamente que sus clientes sí que consumieron el producto prohibido, y que lo hicieron para prevenir enfermedades ligadas a la alta competición, pero que lo tomaron antes de su prohibición, en diciembre, aunque, desgraciadamente, semanas después aún quedaba alguna molécula en su orina.
Incapaz de responder con argumentos científicos, la AMA decidió implantar unos límites de detección que han impedido sancionar a la inmensa mayoría de consumidores de un medicamento prohibido porque sí.
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