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La paradoja china

La selección puede quedarse mañana fuera del Mundial 2018 a pesar de la inversión de 300 millones de su Liga este invierno y de la alianza de Wanda con la FIFA

Macarena Vidal Liy
Los jugadores chinos celebran un gol en el partido contra Malfivas.
Los jugadores chinos celebran un gol en el partido contra Malfivas. STR (AFP)

Este martes, los nervios estarán a flor de piel en China. La selección de fútbol se juega a cara de perro con la invicta Qatar su última carta para no quedar definitivamente fuera del Mundial de Rusia de 2018. Es una situación habitual para un once que solo ha logrado clasificarse para la fase final en una ocasión, en 2002, y que ocupa el puesto 96 en el ránking mundial. Y una demostración de la gran cuesta arriba que aún afronta el país para lograr su objetivo de convertirse en una potencia futbolística en tiempo récord, pese a las cantidades millonarias que está invirtiendo en el juego bonito.

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El presidente chino, Xi Jinping, es un ávido forofo de este deporte y quiere que China participe, organice y gane un Mundial. Xi ya ha dejado claro que el progreso del sector futbolístico es una prioridad de su Gobierno, parte del cambio a un nuevo modelo económico basado en mayor medida en el consumo interno y el sector servicios. Y las empresas del país, públicas y privadas, se han lanzado a participar en el proyecto.

El golpe más reciente lo ha dado el conglomerado Wanda —propietario de un 20% del Atlético de Madrid—, que ha firmado un acuerdo de patrocinio con la FIFA hasta 2030. El presidente del grupo y el hombre más rico de China, Wang Jianlin, declaraba el lunes pasado que “tres años antes habría sido imposible para Wanda acceder a un contrato así, porque solamente puede haber ocho patrocinadores de primer nivel”. “Tras las investigaciones anticorrupción de la propia FIFA, varios de ellos se fueron, lo que nos dio una oportunidad”, añade. Wang también apuntó la posibilidad de que se sumaran otras firmas chinas antes de fin de año.

Las inversiones en patrocinio se han extendido también a la propia liga de fútbol china. La aseguradora de capital público Ping An se ha comprometido a pagar 600 millones de yuanes (82,5 millones de euros) durante cuatro años. China Media Capital se hizo con los derechos televisivos para cinco años por 8.000 millones de yuanes (1.150 millones de euros), una cantidad 32 veces más alta que la previa.

De la mano de empresarios como Jack Ma, propietario del gigante de comercio electrónico Alibaba, que han invertido también en equipos de fútbol, y armados de dinero fresco gracias a esas inversiones, los clubes chinos se lanzaron al mercado de fichajes dispuestos a pagar lo que hiciera falta. En el mercado de invierno han desembolsado más de 300 millones de euros, en lo que llegó a ser una competición casi diaria por el “más caro todavía”, para hacerse con jugadores como Jackson Martínez (Guangzhou Evergrande, 42 millones de euros) o Alex Teixeira (Suning Jiangsu, 50 millones de euros).

DAMIR SAGOLJ (REUTERS)

Esta táctica de compra de jugadores ha servido a los clubes para tener una mayor proyección en las competiciones asiáticas. El Guangzhou Evergrande ha ganado el equivalente a la Liga de Campeones del continente en dos de sus tres últimas ediciones.

Pero el nivel del fútbol profesional chino es aún muy bajo, y no necesariamente la llegada de estrellas extranjeras va a elevarlo ni va a conseguir que su selección gane un Mundial. Inglaterra es un buen ejemplo de cómo la avalancha de figuras importadas no ha servido para elevar el juego del once nacional.

El otro pilar del proyecto lanzado por Xi y por el Gobierno chino es fomentar el fútbol base, una tarea ingente en un país donde los padres prefieren que sus hijos se concentren en los estudios y con pocos lugares en las grandes ciudades para que los niños puedan practicarlo de modo espontáneo.

Un ambicioso programa de 50 puntos presentado el año pasado convierte el fútbol en asignatura en las escuelas. Busca crear 20.000 centros de enseñanza especializados en el plazo de cinco años. Esa cifra llegaría a 50.000 en una década.

Por el momento, la selección china sigue obteniendo resultados decepcionantes. Aunque dé la campanada y este martes en la ciudad china de Xian derrote a Qatar —otro país empeñado en desarrollar su fútbol nacional—, seguirá teniendo muy difícil para ser uno de los 32 equipos que viajen a Rusia en 2018. Con ese resultado podría superar a la diminuta Hong Kong y colocarse como segunda de grupo. Aun así seguirá sin depender de sí misma para poder terminar como uno de los cuatro mejores segundos de los ocho grupos asiáticos.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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