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DAMAS Y CABELEIRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Adiós, maldito, adiós

El día que Leo Messi formalice su última aparición en el Bernabéu el aficionado blanco despedirá a su torturador predilecto en pie. Como hizo con Totti

Rafa Cabeleira
Francesco Totti en el Bernabéu.
Francesco Totti en el Bernabéu. Luis Sevllano Arribas (EL PAÍS)

Dicen que van Totti y su novia paseando felices por un hermoso parque de Roma hasta que ella, de modo inesperado, se echa a llorar. “¿Qué te sucede?”, pregunta Francesco. “Acabo de ver un pájaro muerto”, responde ella entre sollozos. Entonces Francesco mira al cielo y pregunta: “¿Dónde, dónde?”. Corría el año 2004 cuando Francesco Totti decidió recopilar una serie de chistes sobre su particular personalidad y reunirlos en un libro solidario que tituló 'Tutte le barzellette su Totti. En pocas semanas, la recaudación de semejante antología se disparó por encima de los 400.000 euros que el futbolista donó a UNICEF y al Servicio Público de Teleasistencia de la capital romana. El pasado martes, con la eliminatoria sentenciada, Il Capitano de la Roma, antes conocido como Il Pupone (el niño grande), se llevó una merecida ovación del público del Santiago Bernabéu en la que bien podría haber sido su última visita al templo blanco.

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Siempre he pensado que a pocas personas se presta tanta atención a lo largo de la vida, y por tanto más afecto, que al máximo rival, al perfecto antagonista, al fiel enemigo. Nos pasamos la vida deseando las mayores calamidades a nuestro émulo hasta que, un día, sin saber muy bien cómo, lo perdemos de vista y entonces sentimos la ausencia hurgándonos en el estómago vacío, con las uñas bien afiladas, como aquella primera vez que se nos murió un gato o aquella otra, ustedes lo recordarán, en que nos dejó el primer amor y descubrimos que para ella no era el primero, ni siquiera era amor; tan solo aburrimiento y una cierta desgana adolescente.

El mejor ejemplo lo encontramos en una escena de El bueno, el feo y el malo en la que Tuco, a los pies de una cama sobre la que yace un moribundo Clint Eastwood, le ruega entre lágrimas de cocodrilo que no se muera, que no lo deje solo, al menos no hasta revelar el nombre de la tumba bajo la que Bill Carson había escondido los 200.000 dólares de su botín. Entonces Clint, El Rubio, tras escupirle café a la cara y reírse con dificultad, se relaja y le contesta: “Duermo tranquilo, pues sé que mi mayor enemigo vela por mí”.

Me pregunto cómo reaccionará el público del Santiago Bernabéu el día que Leo Messi formalice su última aparición sobre el césped de la casa blanca. Es de suponer que el Real Madrid no podrá alegar obras en los sanitarios para suspender el choque, ni debería tampoco consentir la coincidencia de un partido oficial con el concierto de alguna estrella de rock. Personalmente, tengo la sincera impresión de que, como a Totti, el aficionado blanco despedirá a su torturador predilecto en pie, con otra ovación para la historia y un alivio que escenificará mirando al cielo, el mismo al que apunta la Pulga con sus dedos después de cada gol como si estuviesen buscando pájaros muertos, mientras Manuel Jabois improvisa un nuevo himno y aplaza lo de su testamento.

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